Gastronomía
La ruta del buen comer por la parte vieja
En San Sebastián la cocina expresa lo que tal vez no se sepa expresar con palabras. Ya vaya a un pequeño bar de la Parte Vieja o se siente a la mesa de un restaurante popular del centro –sin olvidarnos de que es una de las ciudades del mundo con mayor número de Estrellas Michelin por metro cuadrado–, entra directamente en el cielo del buen comer.
La importancia que se da en esta ciudad a la cocina la ha convertido, con toda justicia, en un icono universal de la gastronomía. Cuenta con una oferta tan variada, tan extensa y de tanta calidad, que uno puede visitar decenas de veces la localidad sin repetir restaurante y llevarse la misma inmejorable impresión. Porque es la patria de sociedades gastronómicas, sidrerías, bares de pintxos (tapas), marisquerías y restaurante de autor.
Así, «lo viejo», le llaman los donostiarras al casco antiguo, seguramente el lugar con más pintxos por metro cuadrado del mundo. Hay tal densidad de bares que uno no sabe por dónde empezar. Aunque lo mejor que se puede hacer es dejarse seducir por una barra bien dispuesta de verdaderas obras de arte gastronómicas que acompañar con un txikito (pequeño vaso de vino) o un zurito (corto de cerveza), como es tradición en la zona del norte. Originariamente, el pintxo era una rebanada de pan sobre la que se colocaba una ración de comida sujeta con un palillo. Hoy los hay sencillos pero insuperables, como la tortilla de patata de toda la vida o la gilda, creación donostiarra, que consiste en una banderilla picante de guindilla, anchoa y aceituna. Y, por supuesto, hay pintxos de lo más sofisticados, ejemplo de alta cocina en miniatura, sabores elaborados y concentrados en pequeñas y deliciosas dosis. Pero hay platos típicos que no se debe dejar de probar como el txangurro (centollo al horno), las kokotxas de bacalao o merluza, el bacalao al pil pil o el chuletón de buey.
Obligatorio es descubrir el «pintxopote», iniciativa de los hoteleros para mantener vivo el espíritu del poteo. Una combinación de un pintxo con un pote (bebida) a un precio más que asequible –varía entre uno y dos euros–, que se sirve en días concretos de la semana (dependiendo de las zonas puede ser un miércoles o un jueves) y en un periodo de tiempo de entre dos y tres horas, siendo habitual desde las 18:30 horas hasta las nueve de la noche. Puede comer de puchero o de pintxos, sentado o de pie. Es igual. En esta ciudad se come bien.
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