Lisboa
Las casas de fados reviven con la nueva generación
Restaurantes, tascas, cafés o bodegas. Son múltiples los espacios que perpetúan en Portugal la cultura del fado y que ahora se reinventan con una nueva generación de artistas que combinan con maestría el espectáculo musical con la tradicional gastronomía lusa. Apreciadas por turistas y residentes locales, las tradicionales "casas de fado"son mucho más que sedes de un espectáculo o lugares para comer porque proponen una experiencia de inmersión en las tradiciones portuguesas, pero siempre con el fado como "plato principal".
Es la idea que se refleja, por ejemplo, en el libro recientemente publicado "Rutas del Fado", de los periodistas portugueses Orlando Leite y Pedro Teixeira, que recorrieron el país para visitar cien de este tipo de establecimientos, surgidos en los años 30 y 40 del siglo pasado. Desde entonces, las casas de fado han colaborado en la profesionalización de los fadistas, pero también de letristas, compositores e instrumentistas.
"Son, aún hoy, las grandes 'fábricas' de fadistas e instrumentistas, como lo eran en los siglos XIX y XX", explicó Orlando Leite en una entrevista a Efe.
Y lo son tanto las casas de fado tradicionales, que apuestan por nombres consagrados, como las llamadas casas de fado vadio, en las que se canta sin ningún fin comercial, se improvisa más y se apuesta por nuevos nombres. Estas últimas "se afirman por dar a conocer intérpretes desconocidos, algunos muy jóvenes, así como fadistas que no hacen del canto su profesión", añade Leite.
"Rutas del Fado"se divide en cuatro partes que corresponden a las regiones portuguesas de más confluencia de la tradición fadista: "Lisboa y Valle del Tajo"; "Norte"; "Centro"y "Alentejo, y Algarve".
Es una especie de guía de restaurantes, mercados, tabernas, tascas, marisquerías, cafés o bodegas, con la propuesta de cada espacio, así como el precio medio por persona, especialidades de la casa o detalles de funcionamiento. En general, cada sitio tiene su manera particular de rendir culto al fado, con precios de entre 5 y 60 euros por persona, pero todos ofrecen conciertos al menos una vez por semana.
Siempre van acompañados de un menú típico de la gastronomía tradicional lusa. Las entradas suelen ser los petiscos, una especie de tapas portuguesas -pan, vino, aceites, aceitunas, chorizo- y las sopas, mientras que los platos principales son normalmente pescado y mariscos, sobre todo bacalao, caracoles y gambas.
Después del paladar, la tradición dice que es hora del fado, tanto del de las celebridades o el de los camareros o cocineros que se transforman en verdaderas estrellas o animadores cuando empieza el espectáculo. Lo que está claro, en opinión de Leite, es que "solo se sabe escuchar fado en Lisboa, ya sea en las casas profesionales o en las del fado vadio".
Reconoce, no obstante, que en muchas ocasiones "se hace 'tortuoso' escucharlo con conversaciones, platos, cubiertos y máquinas de café sobreponiéndose al canto". Pese a todo, este género musical, cada vez más apreciado por personas de diferentes culturas, vive una fase de recuperación e impulso, principalmente desde que en 2011 la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) lo incluyó en su lista de Patrimonio Cultural Inmaterial.
Su creciente popularidad se apoya también en el surgimiento de nuevas generaciones de fadistas, en las que se incluyen nombres de la talla de Paulo Bragança, Camané, Carminho, Ana Moura, Mariza, Ricardo Ribeiro, António Zambujo o Gisela João. Es "la mejor generación del fado. (...) Son jóvenes que abordan el fado con otra estética y profesionalidad", dice. Lo corrobora el cineasta portugués Ruben Alves quien recuerda a Efe que "hace diez años los jóvenes se quejaban al escuchar fado"y ahora eso ya no ocurre.
Alves firma la dirección artística del álbum "Amália, las voces del fado", un tributo de los actuales intérpretes a la musa del fado, Amália Rodrigues (1920-1999), con más de 40 años de carrera y más de 170 discos grabados. La palabra fado viene del latín "fatum", que significa destino, y y sus primeros registros se remontan al siglo XIX.
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