Viena
Museo de Sisi en Viena: el mito de la emperatriz
La proyección al mundo de Viena y de sus palacios no podía estar completa sin la figura de Isabel Amalia Eugenia, duquesa de Baviera, princesa bávara conocida en la historia por Sisi
La proyección al mundo de Viena y de sus palacios no podía estar completa sin la figura de Isabel Amalia Eugenia, duquesa de Baviera, princesa bávara conocida en la historia por Sisi, emperatriz de Austria, convertida en un mito por su belleza y excéntrica personalidad.
La proyección al mundo de Viena y de sus palacios no podía estar completa sin la figura de Isabel Amalia Eugenia, duquesa de Baviera, princesa bávara conocida en la historia por Sisi, emperatriz de Austria, convertida en un mito por su belleza y excéntrica personalidad. El 24 de abril del 2004 se inauguró en Viena el museo que lleva su nombre con el objetivo de mostrar una imagen real de ella. Hoy se ha convertido en uno de los reclamos turísticos más visitados de la capital austriaca.
El museo Sisi
El museo se encuentra en el interior de uno de los complejos palaciegos más grandes del mundo: el Palacio Imperial de Hofburg. En él se encuentran repartidas por una docena de edificios instituciones tan emblemáticas como la Biblioteca Nacional de Austria, la Escuela Española de Equitación o los despachos del presidente de la República de Austria. Por sus dimensiones podría decirse que el palacio es una pequeña ciudad dentro del centro histórico de Viena.
Integrado dentro de los Apartamentos Imperiales del palacio, el museo Sisi presenta a Isabel como un personaje histórico sin tratar de idealizarla. El recorrido de ambos espacios se extiende por veinticuatro habitaciones desde la escalera imperial —pasando por las cámaras de audiencias y trabajo— hasta la sala de estar y los dormitorios de sus majestades. De Sisi se exponen diversos vestidos, objetos personales o retratos. Entre lo más destacado de la exposición se halla una réplica del lujoso vagón de tren en el que la emperatriz viajaba.
El recorrido
A lo largo de la visita impera la decoración de estilo Rococó. La sencillez y sobriedad de las dependencias del emperador –dedicado por entero al cumplimiento de sus deberes como gobernante– contrastan con los ricos estucos y tapices, arañas de cristal de bohemia y estufas de porcelana que se contemplan en las sucesivas salas. A pesar de la suntuosidad del palacio, la atracción que ejerce la figura de Sisi, casi física y palpable al contemplar sus trajes, joyas y cuadros, conlleva a que toda la atención se centre en ella. Detalle a detalle, a través del recorrido, se va perfilando la imagen de una mujer culta, refinada e indudablemente muy adelantada a su época.
Donde se desdibuja la realidad
Considerada una de las mujeres más bellas de su tiempo. Consciente de ello, vivía obsesionada con mantener su belleza. Es en ese punto donde comienza el mito de Sisi desdibujando la realidad.
La exposición muestra la vida de una emperatriz: su matrimonio a los dieciséis años, sus cuatro hijos –de los que vio morir a dos–, su vida diaria en palacio, su disciplina para el estudio... Pero es inevitable, al contemplar sus objetos íntimos y retratos, idealizar a la singular mujer que fue: apasionada de la equitación, practicante de la esgrima, poetisa, incondicional viajera...
El mito de Sisi
Frente a la réplica de uno de sus trajes la imagino: un metro setenta y dos centímetros de altura, escasos cincuenta kilos de peso, larga cabellera hasta los tobillos. Su inteligencia y belleza le pesan, pues se espera de ella la perfección y no sabe cómo conseguirla, por ello viaja de incógnito sin permanecer más de dos semanas en el mismo sitio.
Se dice de ella que en su barco ordena que la aten al mástil para contemplar de cerca las tempestades de los mares y océanos... Quizás tenga necesidad de entender el comportamiento de las tormentas, ya que ella es, en sí misma, borrasca de desequilibrios.
Contemplando uno de sus retratos con el pelo suelto –el favorito del emperador– la percibo. Triste, ausente, vacía. Cuando se encuentra en palacio se siente prisionera de sus muros, de sus damas de compañía, del protocolo... e incluso de su marido. Por eso pasa largas horas leyendo a sus poetas preferidos.
Se dice de ella que se somete a estrictas dietas, que pasea ocho horas a diario, que tiene un amante húngaro... Se dijeron de ella tantas cosas... Aunque tal vez se la mitificó por todo aquello que no se dijo: por su independencia, por su inteligencia, incluso por su nacimiento y destino. Cuando Sisi murió asesinada a los sesenta años ya era una leyenda envuelta en romanticismo.
Al visitar el museo se aprende sobre la vida de la emperatriz a la vez que se entiende el motivo por el que se forjó su mito.
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