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Literatura

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El «best seller» del maligno

La Razón
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Se dirigía al mundo occidental a través de imágenes que los EE UU analizaban en pos de localizar el tipo de piedra que servía de fondo para así localizarlo y acabar con él. En una cueva, en un palacio, quién sabe dónde se ocultaba Osama Bin Laden tras el 11-S. ¿Pero cómo descubrirlo si su muerte, pese a los testimonios, es aún hoy misterio y controversia? Los dos elementos que alimentan el halo legendario de todo maligno superior, que el tiempo convierte en icono, ya hablemos de piratas sangrientos, gánsteres o mafiosos «de cine», o terroristas. En este caso, hasta el lenguaje le infunde una indeterminación que expande su mito: Fernando Lázaro Carreter, en un artículo titulado «Onda expansiva», analizó cómo se escribía el nombre del «barbudo fugitivo», convertido en pósters para hacer diana en las habitaciones de los jóvenes gringos, es decir, en un ente ficticio: «Osama, Usama, Laden, Ladin... No es menos caótico el tamaño que tiene la inicial de la partícula: ¿Bin, ben, bin, Ben? ¿No suena a tiroteo o a reloj de torre?». Consciente del enigma que encerró su vida, Lavie Tidhar lo convirtió en un supervillano en su novela «Osama» (2013); sabía que la verdad y la mentira a veces surgen juntas de una voz oficial, un ex soldado de la Marina americana publicó en 2012 «Un día difícil», donde cuestionaba cómo se produjo la muerte del yihadista saudí, provocando el enfado mayúsculo de la Casa Blanca. ¿Qué creer, cómo temer a Jack el Destripador cuando el personaje ya es un icono público que funde realidad y ficción? En «Dinero» (2008), del dibujante y crítico social Miguel Brieva, el filósofo Santiago Alba Rico abordaba el «gag» como gran fuente de comicidad basada en lo desordenado e imprevisto. Visto así, el más «paradigmático» había sido el de las Torres Gemelas, que «cayeron de un modo al mismo tiempo tan increíble y tan familiar que sus 2.500 muertos apenas mancillaron el espectáculo». Inquietante motivo para la reflexión en un tiempo donde los libros sobre Hitler, y ahora Bin Laden, se suceden ampliando los horizontes de un ayer rebautizado al instante como Historia.