Historia

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La muerte simbólica de Colón

Borrarle de la Historia de Estados Unidos de un plumazo. Esa parece ser la consigna que se extiende por diferentes estados de la tierra que descubrió. Estatuas decapitadas y con pintadas amenazantes son el símbolo externo de una belicosa campaña que manipula la historia de la conquista a las puertas de la celebración del 12 de Octubre.

Equiparando a Colón con un genocida, la estatua que se levanta en el neoyorquino Central Park apareció esta semana llena de pintadas y con las manos manchadas de pintura roja
Equiparando a Colón con un genocida, la estatua que se levanta en el neoyorquino Central Park apareció esta semana llena de pintadas y con las manos manchadas de pintura rojalarazon

Borrarle de la Historia de Estados Unidos de un plumazo. Esa parece ser la consigna que se extiende por diferentes estados de la tierra que descubrió. Estatuas decapitadas y con pintadas amenazantes son el símbolo externo de una belicosa campaña que manipula la historia de la conquista a las puertas de la celebración del 12 de Octubre.

Una de las perversiones de la cultura de lo políticamente correcto es el de vender la re-escritura de la Historia de manera angelical, pero en el fondo no con el fin de mejorar gracias a los nuevos conocimientos lo asentado desde tiempo atrás, sino con el de borrar, esto es, manipular, lo que no nos sea conveniente a nuestros virginales oídos. Así que, gracias a lo políticamente correcto, estigmatizamos o ensalzamos a nuestros personajes preferidos o denostados, y lo mismo podemos hacer con acontecimientos, sucesos, instituciones, o lo que se nos ponga por delante de aquello que fue (y que para desgracia de muchos no se puede cambiar) y que se llama el Pasado. La Historia, los hechos históricos, fueron. Son un absoluto. Por ejemplo, «Colón llegó a las Indias el 12 de octubre de 1492».

La narración de la Historia, el escribir historia, qué duda cabe que es, en tanto que creación de un sujeto (el historiador) una subjetivación de aquellos hechos históricos. Por ejemplo, no es lo mismo decir «el canalla de Colón llegó a las Indias el 12 de octubre de 1492», que «con la llegada de Colón a las Indias el 12 de octubre de 1492 se iba a poder evangelizar a cientos de miles de almas ignaras».

Hubo un tiempo en el que eran historiadores (que tenían instituciones en donde se reunían, intercambios bibliográficos, congresos nacionales e internacionales, correspondencia, debates...) los que escribían sobre la Historia, desde principios metodológicos y científicos. Advierte, buen lector, que en España se abrieron los archivos del Estado a la investigación histórica entre 1844 y 1845. Es decir: antes de esa fecha se estaba construyendo una disciplina en la que los documentos se tenían que abrir paso contra las opiniones «literarias»; desde esa fecha los documentos se convirtieron en los baluartes del verdadero e incontrastable conocimiento histórico. Donde hubiera un documento, o una serie documental, sobraban subjetividades. Y por ende, desde mediados del siglo XIX se empezaron a editar inmensas colecciones documentales.

Héroes y villanos

Como a lo largo del siglo XIX se iban levantando los estados nacionales, con sus referentes históricos y sus mitos, y sus héroes y sus villanos y su todo que servía para dar cohesión social, se escribieron historias nacionales, se abrieron edificios para la Biblioteca Nacional, o para los Museos nacionales, y se erigieron monumentos a los héroes nacionales, o se excavaron panteones nacionales. La erección de un monumento a un personaje significaba el aplauso y reconocimiento al tal individuo del pasado por parte de la comunidad que lo estaba haciendo. Si a un personaje no se le levantaba un monumento, es que no se le reconocía la grandeza necesaria. Y así fueron proliferando por doquier, a lo largo del siglo XIX en adelante, estatuas y recordatorios a los personajes del pasado que tenían que conocer los españoles y que aprender en el colegio los españolitos. Por ejemplo: en Madrid..., ¿dónde está la escultura –si es que la hay– de Felipe II y de qué año es?; ¿qué sabemos de Cervantes, don Quijote y Sancho, o el mismo Colón? ¡Ah!, y en el Panteón de hombres ilustres de la Capital... faltan algunos. Aunque mejor no hablar de lo de remover la tierra buscando huesecillos.

Es decir: que según las necesidades de cada momento, ha habido estatuas levantadas, cambiadas de lugar o demolidas. Por eso me gusta viajar tanto por Hispanoamérica si voy hallándome homenajes a Cervantes. A veces me pregunto que si eso será porque pertenecemos a un tronco cultural común, hispano. Los latinos eran los de Roma. Pero es batalla cultural perdida.

Llegan noticias de que a finales del verano de 2017 en Central Park de Nueva York alguien la ha tomado con la estatua que de Colón regalaron italoamericanos a la ciudad en 1892 (para quien no caiga en ello, conmemorando el IV centenario del Descubrimiento). Con esa ofrenda y otros actos, los italianos lograron capitalizar los orígenes «italianos» de Colón y de la gesta de 1492, en detrimento de lo hispánico. Por cierto: Colón era genovés. A Colón, que no era verdaderamente un predicador franciscano, ni un promotor de las ONGs, le han teñido las manos de rojo, y en el pedestal de la estatua han hecho una pintada «Hate will not be tolerated» (que quiere decir que «El odio no se tolerará»), así como todo ha sido rubricado con un hashtag, “#somethingscoming” (o sea, «Algo viene»). Tan enigmáticas frases han despertado la curiosidad y la inquietud por todas partes. Tal vez algo terrible va a ocurrir próximamente: ¿en Corea, o en el Principado de Cataluña? Y con respecto a lo del odio, es muy bueno que no se tolere, pero sobre todo lográndolo por la vía de la educación que es la que ha de enseñar a exaltar la dignidad humana y que únicamente los humanos tenemos esa virtud que la engrandecemos según respetemos a los demás animales.

Ojalá no necesitáramos leyes y castigos para dejar claro que el bien supremo del hombre es la grandeza de su dignidad. Pero claro, con la cantidad de energúmenos que existen, incluso entre los practicantes de otras religiones no cristianas, habrá que dedicarse a hacer leyes. Ahora bien: no creo que Colón tuviera tiempo para odiar a la altura de 1492. Por entonces, bastante tenía con satisfacer su infinita codicia. Ya odiaría luego, con los famosos pleitos colombinos.

El caso es que ahora toca más revisionismo democrático. Y para llevarlo adelante y que cien años dure, han montado comisiones.

No cabe duda de que en el Caribe las muertes por la llegada del hombre blanco fueron tan inmensas que se puede hablar de exterminio de las poblaciones naturales por dos factores fundamentales y por este orden: el grave problema de la falta de defensas orgánicas ante nuevos patógenos y el obligarles al trabajo (que no fue todo esclavitud), en las encomiendas.

Los que allí llegaron eran portadores de la verdad, refrendada por las Bulas Alejandrinas. ¿Qué más se podía querer, si todo estaba jurídicamente –por Derecho Natural y por Derecho de los Hombres– sancionado e incluso bendecido?

Pues curiosamente, los que por allí aparecieron cometieron desmanes. Y algunos, como fray Antonio Montesinos o Bartolomé de Las Casas los denunciaron (diciembre de 1511). Por cierto, que Las Casas había sido encomendero. Y llegadas las quejas a Castilla, hubo debates teológicos y jurídicos (a fin de cuentas eran lo mismo)... y el 27 de diciembre de 1512 Fernando el Católico –que era como era– proclamó las Leyes de Burgos, en las que se reconocía –como en el Testamento de Isabel la Católica– la naturaleza humana de los indios, su libertad individual y la obligación de trabajar para el bien de la Corona, como el resto de los vasallos, y bajo un salario justo incluso en especie (ahí estuvo la trampa).

En cualquier caso, el beatífico Bartolomé de Las Casas fue el que escribió, zaherido en sus entrañas por el dolor que le causaba ver que se obligaba a los indios a hacer trabajos que no podían soportar, o que ni aun trayendo labradores castellanos se podría hacer todo cuanto había que hacer, fue el que propuso en la Corte de Carlos V que era menester llevar negros al Caribe. La descripción de la escena es suya y transcurre en algún pasillo palatino tal y como anotó en el libro III, capítulo CII de su Historia de las Indias: «Preguntóse al clérigo qué tanto número le parecía que sería bien traer a estas islas de esclavos negros; respondió que no sabía», con lo que la decisión quedó en manos de los flamencos de Carlos V. ¡Vaya con los mitos! Mejor que no haya estatuas, calles, recuerdos, ni nada. Mejor que no haya exaltaciones del pasado. Mejor que la herencia cultural se vaya escribiendo a diario por no molestar ni aun ofender. Mejor no saber. Mejor no tener memoria. ¡Vaya arranque de octubre de 2017 que nos espera!

¿Cuánto le queda de vida al cine exterminador y supremacista de Hollywood?