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El referéndum sobre la independencia de Cataluña será el 1 de octubre

«¿Quiere que Cataluña sea un estado independiente en forma de república?», Puigdemont desafía al Gobierno con la pregunta de la consulta

El presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont (c), ha anunciado hoy que piensa convocar para el próximo 1 de octubre, sin el aval del Gobierno del Estado
El presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont (c), ha anunciado hoy que piensa convocar para el próximo 1 de octubre, sin el aval del Gobierno del Estadolarazon

Puigdemont da otroa paso hacia una consulta unilateral y llama a los catalanes a votar si quieren una república catalana independiente. Evita una convocatoria formal para burlar la ley.

El presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, concreto ayer su deseo de celebrar el próximo 1 de octubre un referéndum sobre la independencia de Cataluña con la siguiente pregunta: «¿Quiere que Cataluña sea un Estado independiente?». Por ahora sólo es un proyecto, porque el acto para anunciar la fecha y pregunta de la consulta, por mucho que lo pintaran solemne, sólo era un anuncio y hasta poner las urnas, hay mucho camino que recorrer, comprarlas, obtener un censo válido y aprobar la ley catalana de desconexión con la que pretende avalar el proceso. Todo sin que el Estado intervenga. Una quimera. Porque aunque el portavoz del Gobierno, Iñigo Méndez de Vigo, diera perfil bajo a la noticia, avisó de que «cualquier actuación que pase de los anuncios a los hechos será recurrida por el Gobierno ante el Constitucional». En este juego del gato y el ratón, la Generalitat esperará hasta el último minuto para dar amparo legal a su propuesta con la idea de evitar el zarpazo del Estado.

Los soberanistas son testarudos. E igual que los niños, que cuando pierden se las ingenian para repetir el juego de manera que parezca que nunca han jugado antes y, por supuesto, jamás de los jamases han perdido, Puigdemont utiliza esta estrategia infantil para ver si por fin gana y consigue sumar una mayoría a favor de la independencia. Artur Mas, ya lo probó. Como el 9-N no valió para avanzar hacia la ruptura, convocó unas elecciones en clave plebiscitaria el 27 de septiembre de 2015 y se inventó Junts pel Sí, una lista unitaria formada por Convergència y ERC.

La coalición ganó las elecciones, pero perdió el plebiscito. Los independentistas (JxSí y la CUP) sumaron el 47,8 % de los votos. Sin el aval de los ciudadanos, han ido improvisando una legislatura que debía acabar con la «desconexión» de España, pero se acerca al final con la convocatoria de un referéndum, esta vez unilateral, a ver si los soberanistas consiguen más de la mitad de los votos a favor de la independencia.

Pintan bastos, porque hace dos años, según datos del barómetro de la Generalitat, había un empate técnico entre partidarios del «sí» y del «no» a la independenia, mientras que la encuesta de marzo, el «no» (48,5%) avanzaba al «sí» (44,3) en cuatro puntos. La desgana soberanista se percibe con las «esteladas» mustias que cuelgan de los balcones, muchas menos que en 2012, el año de la manifestación multitudinaria por las calles de Barcelona que empujó a Mas a abrazar la independencia. Y también se palpó ayer en el Pati dels Tarongers, donde Puigdemont anunció la fecha y pregunta del referéndum. Los diputados de JxSí y la CUP, colocados como si fueran una coral en medio del patio aplaudieron con poco entusiasmo la noticia. Y esta falta de alegría aporta más dudas que confianza en la consulta.

Puigdemont dio la pregunta, pero no respondió ni cómo se hará el referéndum, ni dónde ni con quién. Para sacar adelante la consulta, necesita 4.000 funcionarios. Los argumentos para sumar una mayoría social que respalde la independencia no son nuevos. Que si el Estatut fue recortado por un Tribunal Constitucional «deslegitimado»...

La novedad es que el gobierno catalán ha hecho suya la propuesta de la CUP de activar un referéndum unilateral. Y que la Constitución no va a ser un impedimento para convocar la consulta. «No es cuestión de marcos legales ... el problema es el “no quiero” de Rajoy y con un no quiero es mejor no ir al altar». Unos insisten en que la celebración del referéndum es cuestión de voluntad política, otros se escudan en las leyes. Y así pasan los años. Sin diálogo no hay referéndum pactado. Y sin pacto, los comunes se descuelgan. Ayer vieron el anuncio como un acto publicitario, igual que el resto de la oposición que reclama elecciones autonómicas para pasar página de un proceso «agotador».