Política

Pablo Casado, un alegato por la política real

Pablo Casado, un alegato por la política real
Pablo Casado, un alegato por la política reallarazon

El vídeo-debate de José María Marco: El escritor analiza con Pablo Casado los nuevos estilos políticos en un momento clave para España y el mundo.

Pablo Casado es uno de los nuevos rostros del Partido Popular en un momento en el que el panorama político parece abocado a una renovación generacional. Y sin embargo, a pesar de su juventud (nació en 1981), tiene una larga experiencia en política y en el propio Partido Popular, que conoce desde dentro y desde la continuidad, habiendo sido jefe de gabinete del ex presidente José María Aznar, diputado en la Asamblea de Madrid en tiempos de Esperanza Aguirre y luego diputado por Ávila.

JOSÉ MARÍA MARCO - Llevas varios años de diputado por Ávila, y en las próximas elecciones te presentas por esa misma provincia. ¿Cómo se debe relacionar un diputado con su circunscripción?

PABLO CASADO - La política provincial y municipal es la más cercana a la gente. Los diputados son personas conocidas a las que es fácil dirigirse para plantear demandas o propuestas, independientemente de la Administración a la que correspondan. Además, las redes sociales, los mails y los móviles han facilitado ese cauce, manteniendo también el trato personal a través de los representantes que el PP tiene en cada pueblo, por pequeño que sea. Por eso estamos en contra de la supresión forzosa de municipios que propone Ciudadanos. Todos los españoles tienen derecho a elegir a sus concejales, que por cierto no cobran, hasta les cuesta dinero ejercer vocacionalmente su función. Esa propuesta es recuperar un modelo que distingue entre la España de primera y la de segunda; la división entre la España rural y la urbana, en la que siempre pierden los mismos. Ávila es una provincia emblemática, con una historia y un patrimonio espectaculares, y en esta legislatura queremos plantear nuevos retos para la industrialización y la consolidación del turismo internacional en toda la provincia.

J.M.M. - Parece claro que el PP tiene problemas en conectar con los jóvenes, problemas que hace unos años no tenía. Si es así, ¿a qué lo atribuyes? ¿A una sensación de cambio generacional general? O a cosas más concretas, como la gestión de la reforma de la ley del aborto, o la corrupción...

P.C. - Los jóvenes somos quienes más sufrimos las consecuencias de las crisis económicas. Las políticas socialistas causaron un paro juvenil masivo y un sistema educativo en el que un tercio de los estudiantes terminaban fracasando y abandonando el sistema. En esta legislatura hemos hecho mucho para recuperar la confianza de los jóvenes: casi 300 mil jóvenes han encontrado trabajo, hay un presupuesto histórico para becas de 1.400 millones de euros del que se benefician 700.000 jóvenes; la FP dual y las bonificaciones han facilitado la labor de los emprendedores jóvenes, profesionales y autónomos, y la reforma fiscal ha eximido a los mileuristas de pagar el IRPF. Tenemos que seguir avanzando, nuestra prioridad es que los jóvenes tengan oportunidades en su país, y sólo un gobierno liberal como el nuestro puede seguir creando el empleo imprescindible para que mi generación pueda salir adelante.

J.M.M. -La palabra «reforma» parece que esté mal vista, porque se relaciona con épocas de crisis y con situación difíciles. Y sin embargo, es la clave de todo. Me parece que lo que mucha gente espera del próximo gobierno es precisamente que profundice y continúe las reformas.

P.C. - Yo entiendo la política como la mejor forma de mejorar las sociedades, siempre desde el respeto a la libertad personal. No creo en gobiernos intervencionistas sino en administraciones reducidas y honestas que permitan a los ciudadanos prosperar por sí mismos. Para eso es imprescindible plantear reformas continuamente, y esta legislatura ha sido la más reformista de los últimos años. Tanto en el ámbito económico, con la reforma laboral, financiera y fiscal; como en el administrativo, con las reformas de la unidad de mercado, el techo de gasto o la racionalización de las entidades públicas; en el campo social con la Lomce, la universalización sanitaria o la revalorización de las pensiones; en materia de regeneración con la Ley de Transparencia, del alto cargo y del control de la actividad económica-financiera de los partidos políticos. O en el entorno de la seguridad con la prisión permanente revisable, la Ley de seguridad ciudadana o la legislación antiyihadista.

J.M.M. -¿En qué sentido deberían ir esas reformas? El balance de esta legislatura es muy bueno...

P.C. - Nosotros no somos partidarios de una reforma agravada de la Constitución, pero sí que planteamos reformas institucionales en la ley electoral para evitar que gobiernen los perdedores en cientos de municipios de España. Hay que cambiar el sistema de financiación planteado por Zapatero para beneficiar a sus gobiernos autonómicos, hay que replantear el reglamento del Congreso y del Senado para acercar su función al ciudadano. También hay que profundizar las reformas económicas bajando todos los impuestos que se puedan, fomentando el crecimiento de las PYMES, que ahora está limitado por la actual regulación, y apostando por la agenda digital y la innovación y el desarrollo. Nuestro objetivo es alcanzar en el año 2020 los 20 millones de cotizantes y el 20% del PIB en la industria,

J.M.M. - Existe la percepción generalizada de que España derrocha demasiado talento por falta de flexibilidad, por incapacidad para superar las rigideces, por el excesivo peso político de aquellos que no quieren cambiar nada.

P.C. - La flexibilidad y sobre todo la libertad. Libertad para elegir, para decidir en qué gastar, invertir o ahorrar los recursos ganados con esfuerzo y sacrificio. Igualdad de oportunidades, no igualitarismo en la mediocridad. Flexibilidad para emprender, para fracasar y para volver a levantarse y seguir creando prosperidad. A los políticos nos pagan para resolver los problemas de la gente, no para crear complicaciones. Considero que la regulación debe ser escasa, pero bien conocida y cumplida por todos. Hay que acabar con el fraude fiscal, con el fraude laboral y con la economía sumergida, de manera que así podamos bajar más los impuestos incentivando la economía y garantizando los derechos sociales de todos.

J.M.M. - En la cuestión de la educación, todo el mundo habla de pacto, pero el PSOE y los sindicatos de clase –por utilizar el apelativo clásico- han hecho imposible cualquier acuerdo. ¿Cómo se sale de este callejón sin salida?

P.C. - El callejón sin salida eran tres décadas sufriendo el modelo educativo socialista que dejó un 30% de fracaso y abandono escolar. Ahí no hay responsabilidad compartida, solo ha habido una ideología en el sistema educativo de estos años y el resultado es claramente nefasto. La nueva ley era imprescindible para que nuestros hijos tengan oportunidades en un mundo laboral cada vez más competitivo y globalizado. Es una ley que apuesta por el bilingüismo, el mérito y la capacidad, la autoridad del profesor, las materias comunes a todas las Comunidades Autónomas, y las pruebas objetivas de nivel, que es lo que consagra la capacidad de elección de los padres y permite la evaluación del sistema educativo. El pacto será muy positivo siempre y cuando no se vuelva a las recetas fracasadas que hace años fueron abandonadas por los países de nuestro entorno.

J.M.M. - El Gobierno ha conseguido hacer una reforma laboral que parecía imposible y que ha dado resultados magníficos... ¿Será porque todavía existe la percepción de que la educación es menos importante de lo que realmente es?

P.C. - La reforma laboral ha permitido por primera vez en nuestra historia crear empleo con tasas de crecimiento por debajo del 1%. Esta legislatura se han creado un millón de empleos, la mitad de todos los creados en Europa, en gran medida gracias a esta reforma. Pero además la FP dual está permitiendo adaptar la oferta con la demanda del mercado laboral, y ese parámetro debería implantarse también en la universidad, dando entrada en el sistema a las empresas y a la sociedad civil. La mitad de nuestros hijos trabajarán en empleos que hoy todavía no existen, por eso tenemos que dotarles de conocimientos prácticos, de nuevas habilidades y de nuevas materias como la programación, la tecnología o el refuerzo matemático. En Europa hay 3 millones de trabajos que no se cubren por falta de especialización. No podemos permitirnos ese derroche de talento mientras hay jóvenes subempleados y frustrados por una mala educación más centrada en el adoctrinamiento que en la calidad y los resultados.

J.M.M. - Conoces bien la historia reciente del PP. ¿Cómo se ven desde ahí las diferencias en el liderazgo de personas tan distintas como Aznar, Aguirre y Rajoy? ¿Cómo se ejerce el liderazgo político hoy en día?

P.C. - He tenido la gran suerte de trabajar al lado de políticos extraordinarios, y sobre todo grandes personas. Todos ellos me han enseñado mucho y sobre todo han hecho una gran labor al servicio de nuestro partido y de España. Creo que para ejercer el liderazgo se requiere tener sólidas convicciones, el coraje para defender las propias ideas y principios, la capacidad de formar equipos brillantes alrededor de un programa ambicioso, y la persuasión para conectar con la sociedad con empatía y audacia.

J.M.M. - El órdago secesionista de los nacionalistas catalanes abre una nueva etapa y aquí la idea de España tendrá que tener más protagonismo. Entre otras cosas, porque parece que, incluso en el caso de que nadie alcance la mayoría absoluta, ya se podrá gobernar nuestro país sin necesidad de alianzas con los nacionalistas.

P.C. - El PP es un partido nacido para defender la libertad y España. Nosotros no pensamos que la Nación más vieja de Europa sea una idea discutida y discutible, como piensa el PSOE, ni una pachanga como dice Podemos, ni un proyecto inacabado necesitado de una segunda transición como cree Ciudadanos. Mientras gobierne nuestro partido, la unidad, la integridad y la soberanía nacional se van a garantizar frente a cualquier desafío secesionista. No vamos a permitir que ningún iluminado intente tapar su corrupción y su bancarrota en la senyera. No permitiremos que ningún catalán se sienta extranjero en su propia tierra.

J.M.M. - ¿Puede el Partido Popular permitirse una implantación tan pequeña en dos Comunidades tan importantes como el País Vasco y Cataluña?

P.C. - Son dos comunidades importantísimas, donde no es fácil ejercer la actividad política, y en las que tenemos que hacer un gran esfuerzo para combatir el nacionalismo, igual que en Navarra. Como dice Vargas Llosa y tú mismo has estudiado en tu último libro, el nacionalismo junto al populismo son los herederos de los totalitarismos. Y basan su existencia en la reivindicación y diferenciación perpetuas. El País Vasco es el corazón del Partido Popular. Las víctimas son la esencia de nuestra historia y debemos preservar siempre su memoria de sacrificio por la democracia.

J.M.M. - ¿Cómo se vive en el Partido Popular la aparición de un partido como Ciudadanos, que hace competencia desde el centro?

P.C. - Una cosa es el centro y otra distinta es la indefinición. Es como el chiste ese de ¿cero grados? Ni frío ni calor... No entiendo cómo se puede ser a la vez liberal y socialdemócrata, centralista y federalista, afiliado a Nuevas Generaciones del PP y a la UGT. Dicho esto, he de decir que tengo una buena relación con los dirigentes de Ciudadanos y nos unen dos cuestiones esenciales: la unidad de España y el sistema constitucional. Pero en el campo programático no estoy de acuerdo con su propuesta de subir el IVA de la cesta de la compra, ni con la supresión de municipios y provincias, ni con la paralización del AVE, ni con el traslado del Senado a Cataluña, ni con la legalización de las drogas, la eutanasia y la prostitución, por ejemplo.

J.M.M. - Se habla mucho que la política ha dejado de interesar, pero yo creo que interesa como siempre, y muy en particular a los jóvenes.

P.C. - No hay más que ver la parrilla televisiva o las redes sociales para ver que la política interesa más que nunca. Lo que tenemos que hacer los partidos políticos es comunicar de forma que interese lo que decimos. Pero no podemos olvidar que la política no es un fin en sí misma, sino un medio para mejorar la vida de la gente. Por eso no podemos caer en los discursos de brocha gorda para inflar audiencias y trendic topics. En las últimas semanas vemos como algunos partidos pretenden convertir la campaña en un zoco de promesas imposibles e impagables que conducen a la frustración, como hemos visto en los autodenominados ayuntamientos del cambio, que han demostrado su incompetencia y demagogia en apenas unos meses.

J.M.M. - Al mismo tiempo, hay una sensación –no del todo equivocada, me parece– de que la política lo ha invadido todo.

P.C. - Es cierto que algunos partidos vuelven a plantear el predominio del monopolio burocrático frente a la iniciativa privada. Incluso recuperan el mantra de adjetivar la democracia. Que si democracia participativa, que si democracia digital... Me recuerda a Reagan cuando decía que la diferencia entre una democracia y una democracia popular es la misma que entre una camisa y una camisa de fuerza. Frente a la ingeniería social diseñada en las facultades de ciencias políticas, está la política real de la experiencia. En política no vale vivir en el simulacro permanente. Hay que pasar del videojuego a los mandos del avión. Y sinceramente, hace falta tener horas de vuelo para pilotar esta gran España. A la política hay que venir aprendido, no a hacer experimentos.

J.M.M. - ¿En qué consiste una respuesta proporcionada al yihadismo? ¿Qué hemos aprendido de la Guerra de Irak (la segunda)?

P.C. - La respuesta firme la están dando nuestras Fuerzas Armadas en Mali, República Centroafricana, Senegal, Irak, Turquía. Y por supuesto nuestras Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y servicios de inteligencia que, por desgracia, tienen una gran experiencia antiterrorista. Todo ello en coordinación con nuestros aliados de la UE, la OTAN y la ONU, y en el marco de la unión de las fuerzas políticas en torno al pacto antiyihadista recién ampliado. Lo importante es tener claro que no se puede buscar causalidad al terror. La izquierda radical tiende a equiparar víctimas y verdugos, pero nada justifica los atentados de París, ni los de Madrid, ni los de Nueva York. Ni tampoco los cristianos quemados vivos en jaulas, ni las 10.000 mujeres vendidas como esclavas, ni los niños violados y crucificados por Dáesh en su barbarie medieval. Juntos somos más fuertes, pero se debe mantener la lealtad a la actuación del Gobierno de todos los españoles, y no hacer política partidista en la lucha antiterrorista.