José María Marco

El apóstol mesiánico de la modernidad

La Razón
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Hablar de don Francisco Giner de los Ríos no es hablar de una persona. Es hablar de un símbolo y una leyenda, el nervio de la ideología progresista española y uno de los personajes más influyentes del siglo XX de nuestro país. A sus antecesores krausistas los llamaban, con ironía, los «textos vivos» por su afán de convertirse en ejemplos de la doctrina que predicaban. Giner lo llegó a ser en un sentido superlativo. Tuvo su momento de gloria en la Primera República, cuando se convirtió en el ideólogo del régimen que se hundió en dos guerras civiles y la sublevación cantonalista. Aprovechó la reinstauración de la Monarquía para construir una mentira, la del mártir de una causa modernizadora. Con una visión estratégica genial, mantuvo el tipo hasta que la gran crisis occidental del siglo XX, lo que aquí llamamos «desastre del 98», le dio la oportunidad de plantear una alternativa total. En tiempos de nacionalismo –también de nacionalismo español, lo que llamamos regeneracionismo– Giner levantó la bandera de un nacionalismo espiritual y estético, nutrido de la ideología alemana, del hundimiento de la razón, de la exaltación de la España auténtica, de la entronización de las minorías capaces de acaudillar en la senda de la modernidad a una sociedad atrasada, bestializada, africana y más pagana, por católica, que cristiana. Había que construir de cero una nueva España, y Giner sería el Mesías de esa modernización. Desde entonces, el proyecto de Giner ha inspirado una y otra vez los intentos de fundar una nueva España, que es como nuestra izquierda entiende siempre la modernización. Hasta que él llegó, no supimos lo que era la modernidad. La derecha, ni que decir tiene, fue el enemigo a batir, en particular cuando se atrevía a discutir los presupuestos de la minoría selecta, que dicta las normas supremas del gusto moderno. Eso ya no ocurre. Desde antes de la Transición, cuando las cien o doscientas familias que velaban el legado de Giner se hicieron con la legitimidad cultural, la cultura española oficial ha revivido una y otra, compulsivamente, su memoria. La exposición que ahora se celebra en la antigua Institución Libre de Enseñanza, con uno de los antiguos y venerables edificios ya demolido, la celebra una vez más. Siempre, siempre estamos en lo mismo.