José María Marco

La España normal

La Razón
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A finales del siglo pasado surgieron por doquier los ideólogos de la «normalidad española». Habían decidido que nuestro país es un país europeo como los demás, comprensible según los grandes parámetros de la historia europea de los últimos siglos. Estaba muy bien, claro está, aunque había algo sorprendente en aquella «normalización» de España. Y es que llevó muy pronto a una especie de normalización retrospectiva, según la cual nadie parecía tener que preguntarse cómo es que España, en algún momento de su historia había dejado de ser considerada normal. Más aún, hacerse esa pregunta era peligroso. Algo bastante anormal, por decirlo suavemente. Tampoco, por supuesto, cabía hacerse pregunta alguna acerca de qué elementos o agentes de la vida política de nuestro país son distintos de los del resto del resto de los países europeos.

Así es como se llega a una situación como la actual, en la que ninguno de aquellos ideólogos de la normalidad se pregunta cómo es que el PSOE, que debería ser un partido de centro izquierda según la interpretación normalmente europea, sigue empeñado en negarse ni siquiera a hablar con el PP, su interlocutor de centro derecha. Más aún cuando el PSOE ya no puede llegar a ningún pacto ni con los nacionalistas, ahora independentistas, ni con la nueva extrema izquierda.

Mariano Rajoy fue el primero en proponer un pacto, a dos o a tres. Su posición no ha variado desde entonces. Tampoco ha variado la posición del PSOE, dispuesto a pactar con todo el mundo, excepto con el Partido Popular. Ahora bien, en vez de intentar explicar esto, que es un hecho excepcional en el panorama europeo, lo que se intenta «normalizar» de nuevo es el hecho de que el PSOE pretende dictar las condiciones de cualquier acuerdo. Seguimos en el Maura no, el doberman, el «Nunca mais», el cordón sanitario, etc.: grandes muestras todas de normalidad democrática, liberal y constitucional.

Y eso que el PSOE no tiene más de 90 diputados de un parlamento de 350, aunque ahora diga que los votantes de Ciudadanos eran –cómo no habíamos caído...– socialistas. Ni que decir tiene que las reformas estructurales realizadas por el PP en los últimos cuatro años no cuentan. Sólo valer el acuerdo para acabar con ellas. Lo que no tiene el aval del PSOE no merece ni existir en ese país llamado la España normal.