Pandemia de covid

La crisis sanitaria que nos cambió para siempre

Agrandó tres brechas: la digital, la laboral y la de la desigualdad social, y colocó la salud mental en la agenda política

Araceli, primera persona vacunada contra la COVID-19 en España
Araceli, primera persona vacunada contra la COVID-19 en EspañaPoolLa Razón

Han pasado tres años y ocho meses desde que el Gobierno español decretara el estado de alarma por la pandemia de la covid, aquel inolvidable 1 de marzo de 2020, y casi seis meses desde que el Consejo de Ministros declarara el fin de la emergencia sanitaria en nuestro país, el pasado 5 de mayo. Entre esas dos fechas, cerca de 130.000 personas fallecieron por la infección y se infectaron alrededor de 14 millones, casi un 30% de la población. No hay datos más importantes que esos, aunque también se podría reseñar, por imprimir optimismo, que cerca del 87% de la población se inmunizó frente al virus.

En este tiempo, en nuestro país se ha gestado un proceso multidimensional de mutación social, que, en palabras de expertos sociólogos, podría llevarnos a un «nuevo paradigma societario». Los individuos, y la sociedad, que atravesaron la experiencia, ya no son los mismos que cuando entraron en ella. En esos tres años se produjo un profundo proceso de mutación social similar al que provocan las guerras o las grandes catástrofes, sin precedentes para gran parte de la población, que no tenía con qué comparar.

Resumir los daños es muy complicado, pero lo intentamos de la mano de José Ramón Ubieto, psicólogo clínico, psicoanalista y autor del libro «El mundo poscovid». El experto nos habla de cuatro procesos disruptivos que, si bien no son inherentes a la crisis sanitaria, sí encontraron en ella el caldo de cultivo perfecto para desarrollarse.

El primero de ellos es el de la digitalización, iniciado mucho antes pero que la pandemia aceleró. «Empezamos a otorgar cada vez más un estatuto de saber a lo digital, de manera que, cuando queremos informarnos sobre algo, ya no nos dirigimos a los referentes «analógicos» (el profesor, los abuelos, los expertos, etc.). Para los jóvenes, el saber está depositado en lo digital. Por otro lado, el mundo digital se ha convertido –como diría Freud– en una «superficie pulsional», un lugar donde encontramos total satisfacción».

Teletrabajo

El segundo fue el de la transformación de los modelos de trabajo, también definidos por el factor digital. En opinión de Ubieto, aunque «esto permitió evidenciar las ventajas del teletrabajo, también trajo consecuencias negativas».

«El no encontrarnos produjo síntomas como la famosa ‘fatiga zoom’, que representan el cansancio y hartazgo de haber relegado el contacto personal. Muchas empresas se dieron cuenta después de cómo bajaba la productividad –y aumentaba el burnout– sin la presencialidad, y por eso pidieron a trabajadores que volvieran a la oficina».

El siguiente proceso sería el del malestar psíquico que la pandemia provocó, de un modo más visible y peligroso, en niños y adolescentes. Algo que, a su juicio, «ha hecho que la salud mental sea ya una cuestión social y de salud pública de primer orden, debido al aumento de las autolesiones, de la incidencia de los trastornos de la conducta alimentaria y de la tasa de suicidios en menores».

Por último, Ubieto hace referencia a un proceso de polarización política «que ya estaba latente». «Las ‘burbujas de odio’ crecen en lo digital. También han aumentado ciertos discursos de confrontación con temas que parecían superados, como la misoginia o el racismo».

Como conclusión, el experto cita tres brechas que se han agrandado con la crisis sanitaria: la digital, la de la desigualdad social y la de la violencia de género –un asunto que niegan que exista hasta el 20% de los adolescentes españoles– y una de nueva creación: «La corporal, entre los que pueden ‘prescindir del cuerpo’ y dejarlo en casa para ir a trabajar, y los que no».