Andalucía

Morán sin chistes

Su muerte ha venido a cerrar para la diplomacia española una etapa brillante que ahora ensombrece

Muere Fernando Morán, el ministro de Exteriores que firmo la entrada en Europa
Fotografía de archivo fechada el pasado 13 de enero de 2003 que muestra al ex ministro de Asuntos Exteriores Fernando Morán durante la presentación en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, del libro "Historia de la literatura árabe clásica" de Mahmud Sobh. EFE/ Gustavo CuevasGUSTAVO CUEVASAgencia EFE

La muerte de Fernando Morán, socialista cabal y bienhumorado, ha venido a cerrar para la diplomacia española una etapa brillante que ahora ensombrece con la alineación desquiciada en ese eje del mal que conforman los ‘bots’ de Putin y el cártel narco Caracas-La Habana patrocinado por López Obrador. Hijo de un tabernero avilesino que dejó el pueblo para formarse en Londres y París, llegó al Ministerio de Asuntos Exteriores desde la Carrera y encajó con deportividad el convertirse en objeto de chistes durante el primer felipismo. «Señor Morán, suba a la primera planta –pedía la megafonía de la sede de la ONU antes de corregirse–. ¡Señor Morán, bájese del ficus!». Su primer gran logro, antes de la dura negociación para la entrada de España en la Unión Europea y tras certificar el ingreso en la OTAN que firmó Leopoldo Calvo-Sotelo, su cuñado, fue la reapertura de la verja de Gibraltar. Gracias a él, que se fajó con el legendario halcón thatcherista Geoffrey Howe, se reencontraron familias que llevaban lustros separadas. Por menos de eso, proponen cada año para el Premio Nobel de la Paz a algún coreano. La base de la (razonablemente) buena vecindad con la colonia durante los últimos treintaytantos años se debe a su labor y a la de su sucesor, Paco Fernández Ordóñez, aunque el Brexit ha repartido de nuevo las cartas sin que sepamos aún cómo se dará la mano: ni a nosotros ni a ellos. Circulaban por entonces las teorías más dispares para anexionar el Peñón, algunas bastante estrafalarias como la que preveía tres medidas infalibles para seducir a los llanitos: que la Balompédica Linense jugase por decreto en Primera división, la apertura de El Corte Inglés más grande del mundo en la mismísima frontera y, la definitiva, crear una Hermandad Rociera que peregrinase cada mayo desde la Roca hasta Almonte. Les habría sido imposible negarse a los atractivos de tamaña españolidad. Ahí le faltó audacia, y no seré yo quien se lo reproche…