Coronavirus
“A los juguetes sexuales no sirve con echarles un agüita”
Un experto recomienda “evitar la promiscuidad” y extremar la higiene por el coronavirus. Afirma que habrá quienes salgan del confinamiento “como auténticos toritos” y quien tema iniciar una relación
Hambrientos de piel y abrazos. Así ha dejado el coronavirus a muchas personas. Es más, hay teóricos que han vinculado el despertar del apetito sexual en mitad de la pandemia a la necesidad de experimentar sensaciones que hagan sentir vivo. Pero hay otras brasas, las del Covid-19, que no se han apagado y el riesgo de contagio sigue ahí. Juan Manuel Poyato, urólogo y experto en Medicina Sexual de Quirónsalud Sagrado Corazón de Sevilla, recomienda a la población que sea “muy selectiva con las parejas sexuales” en tiempos de coronavirus.
“En EEUU han dicho que la mejor manera de no contagiarse es la abstinencia. Nosotros no somos tan exagerados”, asevera a LA RAZON, pero insiste en que lo mejor para prevenir en ese ámbito íntimo son “los contactos restringidos a la pareja habitual siempre que ésta no esté contaminada", sorteando los besos, y "evitar la promiscuidad”. Anota luego que “lo segundo más seguro es la masturbación y lo siguiente la masturbación mutua”. “Todo eso pasa por observar unas medidas muy estrictas de higiene inmediatamente antes y después de las relaciones íntimas”, cose rápido, para explicar que conviene prestar especial atención “a lavarse bien debajo de las uñas y en la cutícula porque ahí es donde se pueden acumular secreciones”. Y tiene otro consejo para quienes utilicen juguetes sexuales: “No sirve con echarles un agüita, hay que usar soluciones desinfectantes verdaderamente seguras” para limpiarlos.
Poyato considera que “está científicamente demostrado que en el fluido vaginal y en el líquido seminal no se detecta el coronavirus”, en cambio “sí está muy presente” en “la saliva, en el moco nasal o en todas las secreciones de la boca y de la nariz” y también “las heces pueden estar contaminadas”, añade. De ahí que abogue por "reducir los besos en los labios a nuestra pareja habitual o a personas objetivamente no contagiadas” y por extremar las precauciones si se practica sexo oral, por ejemplo.
“No vamos a pedir una serología a todo el mundo", bromea, pero recalca que "hay que ser selectivos”, para apuntar que en algunos países ha sido el propio Gobierno el que “ha pedido que las orgías se suspendieran” y ha indicado que, de realizarse, “se limiten a tríos como máximo”.
Y si el virus ha alterado las normas de las relaciones sexuales en el presente, a los expertos les “preocupa” como quede la situación en el futuro. Poyato diferencia entre dos “grandes grupos” de personas: el de las que “estén totalmente asustadas, atenazadas por el sentimiento de miedo, de cara a establecer nuevas relaciones y poder contagiarse de una enfermedad que mata y que deja unas secuelas que a día de hoy no podemos precisar”; y el de a quienes “el encierro les haya sentado muy mal desde el punto de vista hormonal, que van a salir como auténticos toritos, con ganas de comerse el mundo”, desgrana. En relación al primero, sostiene que “tendrán un parón”, una “limitación”, por “cuadros de ansiedad” o de pánico, ante la sola “posibilidad de contaminarse por el mero hecho de empezar una relación sentimental o sexual”. Eso habrá que afrontarlo. Y, por lo que respecta al segundo, defiende que puede ser “un comportamiento de riesgo”.
“Las sociedades científicas estamos preocupadas porque se produzca una segunda pandemia en forma de aumento de infecciones de transmisión sexual”, mantiene. De momento, lo que sí ha habido es un incremento durante el confinamiento de relaciones vía “sexting”, redes o “apps” telefónicas.
La especialista en Psicología Clínica del mismo centro sanitario, Paloma Carrasco, ha animado a “reinventar” la manera de “llegar al corazón de los demás, de conocer personas nuevas y de enriquecer las relaciones”, pese a que en la sociedad española el contacto físico está incrustado de forma natural y puede resultar complicado. Carrasco ha advertido incluso de que elementos que se van normalizando como las mascarillas pueden tener consecuencias psicológicas. “Una persona con poca autoestima que busca siempre la mirada del otro para sentirse valorada, ahora tendrá que enfrentarse a la realidad de que el aspecto, si bien es importante, quizá no lo sea tanto como se creía”, ha ejemplarizado. La mente y el placer tampoco han escapado de la sacudida generalizada del Covid-19.
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