Obituario
¡Hasta luego, “quillo”!
Fallece el periodista Juan Manzorro a los 58 años después de no poder superar una recaída tras sufrir un cáncer. Veterano de Canal Sur, fue la voz del Carnaval del Cádiz durante años.
Tenía que ser, maldita sea, su muerte en un Domingo de Carnaval, en pleno apogeo del Cádiz de su alma, que tanto le contó a los andaluces desde los inicios de Canal Sur hace más de treinta años. Tenía que sonar su muerte como un aldabonazo sobre las piedras de la escollera, como una tormenta formada a los lejos del Campo del Sur, tenía que entrar la pena en nosotros como el viento frío de febrero por los callejones del Mentidero.
Se ha ido Juan Manzorro, que nació en Véjer de la Frontera hace 58 años, pero se lo ha llevado la vida muriendo ya como un andaluz universal. Le recuerdo en aquella pequeña redacción que Canal Sur tenía en la Plaza de España de Cádiz repasando las notas y las previsiones que Javier Lacave había apuntado en una pizarra para ordenar el día, y le recuerdo ahora riéndose con Paz Santana y Soco López mientras cerraba los detalles del informativo del mediodía con Modesto Barragán.
Yo daba los primeros balbuceos, torpes, en esto del periodismo y era como si un juvenil jugara de buenas a primera con un Maradona de la profesión. Un Maradona no, mejor un Mágico González dando carreras por la banda con el mismo entusiasmo con el que Juan que me corregía las noticias. “Repásame los textos, Pepe, que luego tengo yo que leerlos”, ya no me lo tuvo que repetir más.
Aunque él no lo supiera, ni lo pueda saber ya, ese Juan Manzorro que me bronqueaba por mis fallos, me hizo un becario menos malo dándome cancha en los informativos y mandándome a “reportajear” cosas del Cádiz antiguo, que sabía que eran lo que me gustaba, y enseñándome a leer con un lápiz en la boca, regalándome su tiempo para que aprendiera algo.
Pero Manzorro desconocía que para mí era un mito por ser la voz que le llevaba el Carnaval a mis mejores amigos, esos que desde la infancia pronunciaban su nombre, “juanmanzorro”, con verdadera veneración. La misma que yo le tengo desde que hace casi veinte años me contara desayunando sus primeras batallitas en el oficio, en los tiempos de Antena 3 radio. Esperaba a que le dijera al camarero su “¡Ponme un algo!”, para preguntarle todo lo que se me ocurriera en esos minutos de descanso en el bar, porque fue oro fino pasar el tiempo con él, aunque fuera el ratito que dura una tostada.
En una de esas me contó cómo se jugó la vida retransmitiendo en directo la salida de los aviones americanos desde la Base de Rota en dirección a la primera Guerra de Irak. Eran los años noventa y allí, en medio de la Bahía de Cádiz navegaba Juan Manzorro en una barquita de plástico, con un micro, contando cómo despegaban los B-52 con la panza llena de muerte. No volvimos a coincidir más, cuando me despedí de él faltaban pocos minutos para que entrara en el estudio, repasaba las noticias y no me atreví a decirle, por no molestarle, que era mi último día en la emisora.
Hoy en el tuyo Juan, te imito como tú lo hiciste entonces. Sonriente, con la noticia entre las manos y diciéndote. “¡Hasta luego ‘quillo’!”, descansa en paz.
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