Guerra de Ucrania
La odisea de los sevillanos atrapados en Moscú: “Fue angustioso, de película”
Jorge Rojas y su grupo de amigos llegaron a la capital rusa el mismo día que estalló la guerra. Para regresar a casa lo intentaron por Helsinki, Estonia, Suiza y Polonia. Todo estaba bloqueado
“El próximo viaje a Afganistán, que París para nosotros ya no tiene emoción después de lo que hemos pasado”. Hasta en los momentos más tensos, Jorge Rojas tira de guasa sevillana para desdramatizar lo vivido en Rusia junto a su grupo de amigos. La decisión de Vladimir Putin de invadir Ucrania les pilló de improviso cuando viajaban a Moscú y, una vez allí, ellos también sufrieron las sanciones y el bloqueo impuesto al país. Regresar a casa se convirtió en una odisea, una historia con giros de guion tan increíbles que el mismísimo Tarantino estaría dispuesto a llevar a la gran pantalla. Pero comencemos por el principio.
Fue en octubre del año pasado cuando estos 12 amigos empezaron a barajar destinos para pasar el Puente de Andalucía. “Y dijimos, quillo, vámonos a Moscu”, relata a LA RAZÓN este sevillano de 53 años. Entonces, Ucrania no era noticia, aunque la presencia de tropas rusas en el Donbás iba en aumento desde abril. En enero, la tensión se hizo latente cuando la Armada rusa inició maniobras militares en el Báltico y el Kremlin hizo todo un despliegue de efectivos en las fronteras noroeste, este y sur de Ucrania. Washington y Bruselas ya avisaron de una posible invasión rusa al país vecino.
“Cuando empezó a ponerse seria la cosa, llamé al Ministerio de Asuntos Exteriores para informarme de si era seguro viajar a Moscú y me dijeron que no había problema. Tan solo nos aconsejaron inscribirnos en el Registro de Viajeros para recibir alertas consulares”, apunta Jorge. Así, el día 24 volaron desde Madrid, con escala en Frankfurt, a la capital rusa. “Ese mismo día nos enteramos del estallido de la guerra”, asegura Jorge. Efectivamente, a las cinco de la mañana de ese día 24 de febrero los tanques rusos ya estaban en suelo ucraniano.
Pero en Moscú “la situación era de normalidad total, como la de cualquier ciudad europea”. Así que este grupo de sevillanos, más tranquilos tras las alarmantes noticias, siguieron con su plan de viaje organizado desde la agencia Zafiro Tours. Jorge recuerda que vieron una pequeña manifestación, de no más de 200 personas, en contra de la guerra, pero nada más. Allí, asegura, el ambiente “es de preocupación, todo el mundo quiere la paz porque muchos rusos tienen familiares en Ucrania”. No obstante, reconoce que la propaganda del Kremlin ha calado entre la población. “No quieren guerra ni violencia, pero llegan a comprender el motivo de la invasión porque, para la mayoría, Ucrania sigue formando parte de Rusia”.
El viaje estaba saliendo según los planificado, sin imprevistos, hasta que llegó el día de coger el avión de vuelta a casa, previsto para el día 28 con la compañía Lufthansa. “El 27 por la mañana hicimos el “check in” con normalidad para viajar a Frankfurt y de ahí a Madrid. Pero, al llegar la noche, nos avisaron de que se había cancelado. Empezamos a preocuparos al enterarnos de que la Unión Europea había cerrado el espacio aéreo a los vuelos procedentes de Rusia”, apunta Jorge.
En un primer momento acudieron a la guía rusa asignada por su agencia de viajes para que les ayudara y a través de ella pudieron contactar con el consulado español. “Nos dijeron que era ya muy difícil salir de Rusia y que había que hacerlo cuanto antes. La primera alternativa que nos proponen es coger en San Pertersburgo un tren de alta velocidad destino Helsinki”. Una vez en San Petersburgo, al intentar comprar los billetes de tren, se dan cuenta de que las tarjetas no funcionan por el bloqueo de la UE y que la única opción era pagar en efectivo. “El máximo que podías sacar de los cajeros era 70 euros y necesitábamos 3.000, recorrimos la ciudad entera, fue un periplo”. Cuando, al fin, consiguen reunir todo el dinero, el consulado español les avisa de que es mejor que no viajen a Helsinki porque “la frontera está movida y hay una zona de exclusión de 7 kilómetros que tendríamos que hacer a pie porque no encuentran transporte seguro”. Otra opción era intentar entrar a suelo europeo por Estonia, “pero también lo descartamos porque allí también hay una zona de exclusión de unos 2 kilómetros”.
El cónsul les aconseja entonces que se pongan en contacto con Lufthansa para que les dé alternativas de vuelo y la compañía, finalmente, les encuentra uno con destino Suiza operado por la compañía Swiss. “Nos sacan vuelos para las cinco de la tarde y nos quedamos tranquilos”, prosigue Jorge. Pero duró poco. A las pocas horas, cancelaron el vuelo. Suiza se había sumado al bloqueo a Rusia. “Imagina nuestras caras, nos quedábamos en tierra, nos dijeron que intentáramos salir por Dubái o Turquía, pero no había plazas. No había disponibilidad hasta el 4 de marzo”, prosigue Jorge. A eso se sumó otro problema. Sus visados caducaban ese mismo día 28. El cónsul español les avisó de que si se pasaban 72 horas les pondrían multa administrativa y pasados los tres días podrían ir incluso al calabozo. “Menos mal que se portó muy bien, estuvo encima de nosotros y envió de urgencia todos nuestros visados al Ministerio de Exteriores ruso, aunque nos dijo que no nos daba ninguna garantía”.
Paralelamente, les recomienda, ya como última opción, que cojan un vuelo interno a Kaliningrado, que hace frontera con Polonia y desde allí contratar taxis a la ciudad de Gdansk, la más próxima con aeropuerto. El vuelo estaba previsto para el día 1 de marzo, pero seguían sin visados “porque el cónsul ruso dice que tiene que esperar autorización”. A la mañana de ese día 1, finalmente, una colaboradora del cónsul les trae sus documentos “in extremis” y a las dos de la tarde vuelan a Kaliningrado. Una vez allí, contratan varios taxis rusos para que los llevaran hasta al aeropuerto de Gdansk, pero “nos dejan en el paso fronterizo, nos dicen que no pueden atravesar la frontera, así que allí nos vimos tirados con nuestras maletas y a menos 4 grados, como si fuera de la II Guerra Mundial”. Fue la agencia Zafiro Tours la que les consiguió transporte para llegar al aeropuerto de Gdansk, a unos 200 kilómetros. Llegan allí las 3 de la mañana y respiran tranquilos: la agencia también les había sacado los billetes a Frankfurt y los de Madrid.
El día 2 de marzo aterrizan, por fin, en Barajas y el 3 ponen rumbo dirección Sevilla. Todo ha terminado. “La situación ha sido angustiosa, ha habido ataques de nervios y, aunque miedo físico no hemos pasado, es horrible cuando te ves atrapado”. “Lo que hemos vivido te crees que solo pasa en las películas”, concluye Jorge.
Lo dicho, el próximo viaje a Afganistán.
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