Medio Ambiente
Palomares: 57 años de radiactividad y nuevas promesas de limpieza
El Gobierno de Pedro Sánchez asegura que se han definido equipos técnicos para retirar la tierra contaminada en Almería
El 17 de enero de 1966 cuatro bombas nucleares cayeron sobre Palomares, una pedanía del municipio almeriense de Cuevas del Almanzora, esparciendo los nueve kilos de plutonio que contenían. Casi seis décadas después, el delegado del Gobierno en Andalucía, Pedro Fernández, indicó en una visita a la localidad que «ya se han definido» los «equipos técnicos» que España y Estados Unidos habrían designado con «la intención clara e inequívoca» de ambos países de «resolver el problema». El presidente del Ejecutivo español, Pedro Sánchez, anunció tras su reunión con su homólogo, Joe Biden, «avances para que los equipos técnicos se reúnan cuanto antes para extraer, de una vez por todas, estas tierras contaminadas y poder sacarlas» de nuestro país. El Ministerio de Asuntos Exteriores ya había enviado en marzo una petición formal a la Administración estadounidense para que procediera a la retirada que acordaron en 2015 los gobiernos de Mariano Rajoy en La Moncloa y de Barack Obama en la Casa Blanca, por lo que Sánchez incidió tras el encuentro en que se había puesto de manifiesto «la voluntad de resolver este problema de forma definitiva».
Según el delegado del Gobierno, ya se «ha activado la limpieza de 50.000 metros cúbicos de tierra» y «la retirada de los restos» resultantes de la remediación, unos 6.000 metros cúbicos más. Sin embargo, a preguntas de los periodistas sobre la existencia de un compromiso mayor, Fernández aludió a que «lo más importante es que se ha puesto el asunto encima de la mesa, se ha activado y se está trabajando por parte de los equipos técnicos».
Sin fechas definitivas para la limpieza, precisamente en marzo Ecologistas en Acción pidió al Tribunal Constitucional que declarara de urgencia la actuación y determinara a los responsables de llevar a cabo ese cometido. El abogado del colectivo, José Ignacio Domínguez, llegó a calificar de «canto de sirena electoral» que se retome el pulso político en Palomares en estos momentos de cercanía a nuevos comicios. Aunque consideró «muy positivo que se impulsen este tipo de compromisos», se mostró escéptico a que en esta ocasión se retire todo rastro de plutonio y americio presente, tras cantidad de promesas frustradas en el pasado. Mientras el delegado de Gobierno en Andalucía señaló el «memorándum de intenciones» firmado en 2015, Ecologistas en Acción recordó que este solo contemplaba retirar 28.000 metros cúbicos, «no los 50.000 metros cúbicos que son realmente» y de los que ahora habla abiertamente el Gobierno.
Y es que, aunque Pedro Fernández ha considerado que «hay que retirar inmediatamente esas tierras», también aseguró que la seguridad sanitaria está «salvaguardada» y que la zona «está perimetrada», en referencia a las 40 hectáreas bajo vigilancia radiológica. Sin embargo, una nueva queja de la organización ecologista a la Comisión de Peticiones en Bruselas dio lugar a que el Parlamento Europeo haya pedido una investigación «preliminar» para determinar si existen posibles puntos radiactivos fuera del vallado de seguridad. Porque el tiempo pasa y la naturaleza sigue su curso, aunque el entorno este contaminado: «El plutonio emite radiaciones alfa, que no atraviesan la piel, por lo que el único peligro es ingerir o inhalar alguna partícula. Pero el plutonio se está transformando en americio que emite radiaciones gamma, que sí atraviesan el cuerpo humano».
Ecologistas en Acción advierte que «es peligroso acercarse a la valla de los terrenos contaminados porque la radiación del americio alcanza a los transeúntes que se aproximen». Así, la fauna silvestre «entra y sale del perímetro, con partículas tóxicas adheridas a su cuerpo y moviéndose con facilidad a otros lugares». El mismo proceso ocurre con «con elementos contaminados que alcanzan el agua o que, incluso con el viento, se impregnan en vegetales y suelos». Un «caso único» en nuestro país, que encuentra su máximo ejemplo en la calle Diseminado la Punta, con los números impares de esa vía ocupados por la valla perimetral que ofrece datos de unos 700 bequereles de americio. Sólo a unos metros de ese perímetro, frente a la valla, hay viviendas habitadas; y en la calzada y la acera, podría haber hasta 400 bequereles de radiaciones gamma, según datos recopilados recientemente por un laboratorio de Zurich. Los habituales vecinos y transeúntes están diariamente expuestos a una radiación similar a una radiografía de tórax.
Un baño en aguas muy alejadas de la zona afectada, por parte del ministro de Información y Turismo, Manuel Fraga Iribarne, bastó para engañar a la población sobre la inocuidad del accidente en 1966. 57 años después y evidenciado ya el posterior acuerdo Otero-Hall, para experimentar los efectos de materiales fisionables en los seres vivos, incluidos los humanos, la radiactividad permanece sin solución inmediata.
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