Entrevista
Antonio Soler: «Queipo de Llano encarna el mal absoluto»
En su última novela, «El día del lobo», narra el éxodo de las víctimas de la masacre de Málaga-Almería de febrero de 1937
Andalucía tuvo su Gaza en febrero de 1937. Miles de hombres, mujeres y niños huían hacía Almería, en un éxodo donde se encontraron con un bombardeo por mar y aire. Un viaje al infierno que narra Antonio Soler en su última novela «El día del lobo», una novela que «duele» y que seguramente no deja contentos a ninguno de los bandos.
De la mesa donde está usted hasta Radio Sevilla, donde Quiepo de Llano tomaba el micrófono, media 600 metros. ¿Qué le sugiere este personaje?
Es como la figura del lobo en los cuentos infantiles. Para la población malagueña de 1937, Queipo de Llano encarna el mal absoluto.
«Malagueños, maricones, ponedle pantalones a la luna». Vaya boquita. Y todavía hay quien se ha enfadado cuando lo sacaron de La Macarena.
Que determinada gente lo tenga como héroe te dice mucho de la catadura moral de esa gente. Muy baja, si se llega a sublimar a alguien así. Para juzgarlos no hay que hacer más esfuerzo que analizar textualmente sus propias palabras, no dan lugar a la interpretación.
En su novela cuenta el éxodo de la carretera de Almería, miles de malagueños en una trampa mortal.
Fue un auténtico camino al infierno. Miles de personas que creyendo huir de la barbarie caminaban en sentido recto a la propia boca del lobo.
Drama en el circo de la guerra y el pan envenenado de los italianos.
Tras los bombardeos por mar y los ametrallamientos por aire, los italianos que alcanzan a la retaguardia de la huida van ofreciendo pan y una supuesta simpatía diciendo que la guerra había acabado. Obligan a la gente a volver… pero es un pan envenenado. A la vuelta les espera una represión brutal, dirigida por el «carnicerito de Málaga» el fiscal Carlos Arias Navarro. Otro que tal baila.
Centra su relato en esa «Tercera España», los que sufrieron la Guerra y sus consecuencias.
Personas que en cualquier momento podían ser detenidos y fusilados por un bando y el contrario. Se vieron en mitad de una carretera de doble sentido, en el silencio de una vergüenza doble. Unos que querían tapar atrocidades como la ocurrida en Gernika; otros que fueron abandonados por el Gobierno mientras les hacían creer que les apoyaba. Autoridades civiles y militares ya habían emprendido su propia fuga mientras morían gente esperando que actuaran.
Me temo que le va a pasar como a Chaves Nogales en a «Sangre y Fuego»; «rojo» para unos y «nacional» para otros, y viceversa.
No he pretendido ser equidistante, pero sí reconocer los sucesos tremendos que ocurren previo al conflicto. Por eso, quiero aportar esa luz a ese periodo de preguerra. Fíjese, el libro lleva una semana en la calle y ya me llega el escozor de unos y de otros.
España se dibuja en estos momentos como «Estado fallido» donde se combinaban las sacas y tiroteos de unos y otros.
Una guerra no es una tormenta que se genera en dos días. Había una acumulación de odios y manipulaciones que dan lugar a todo el espanto que viene después. Pero valoremos que la Guerra Civil española surge de una confrontación ideológica que está convulsionando Europa. Visto con perspectiva, desde 1914 hasta 1939 vive una gran guerra civil europea que luego se extiende y se convierte en una guerra mundial.
¿Qué permanece hoy de toda aquella locura?
La guerra civil tendríamos que empezar a contemplarla como un hecho histórico y no como un elemento de la política de hoy día. Tiene sus paralelismos actuales Ucrania, Israel, ayer Bosnia. Se pueden cruzar perfectamente estampas con el éxodo y con la guerra, con lo vivido desde Málaga a Almería. Imágenes que salvo mínimos detalles valen para uno lado y para otro.
¿Viene el «lobo»?
Nunca se ha ido, pero en la España de hoy no está presente, aunque algunos se empeñen en hacer paralelismos. En la Segunda República era muy cotidiano encontrarte el muerto de cada día, el nivel de vida, el analfabetismo… ¿Dónde está eso hoy? El lobo no está aunque de vez en cuando se escuchen aullidos.
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