Coleccionismo
Entre Gisela y Mariquita Pérez: el sueño de una niña de Constantina
Chiclana de la Frontera abre las puertas del espacio expositivo María Emilia Lira
De cartón, tela, porcelana, madera, barro, plástico, etc., las muñecas siempre han estado ahí. Ya fuese como compañeras de juego, «confidentes», elementos decorativos, religiosos e, incluso, con fines terapéuticos, su presencia está íntimamente asociada a la historia de la humanidad; con orígenes que se remontan a 2.100 años antes de Cristo.
Historia de la que sabe, y mucho, una ciudad, Chiclana de la Frontera, que vio nacer uno de los mayores iconos nacionales e internacionales del sector, «Muñecas Marín», y que ahora lleva más allá su pasión con la apertura de un espacio expositivo con nombre propio, María Emilia Lira. Llamado a convertirse en reclamo turístico y auténtica meca de los innumerables amantes de las muñecas, esta iniciativa es fruto de la inquietud municipal por crear nuevos y singulares espacios expositivos y, muy en especial, de la pasión de una mujer, María Emilia Lira, que ha encontrado en Chiclana el lugar ideal para refugiar a las más de 600 muñecas que dan vida a su colección.
«En la posguerra, tener una muñeca en casa era un icono de cierto estatus», señala María Emilia Lira mientras comenta con unos visitantes. Y es que «por aquellos años una muñeca como Gisela o Mariquita Pérez costaban lo que podíamos llamar hoy el sueldo base». Dos muñecas, Gisela y Mariquita Pérez, que, «llevándolo al plano deportivo, era como ser del Barcelona o del Real Madrid»
«Yo», aclara, «era del equipo Gisela. Primero porque a mi pueblo (Constantina, Sevilla) solo llegaba el catálogo de Galerías Preciados, en el que solo se publicitaba a Gisela. Y, segundo, porque tiempo más tarde tuve el enorme privilegio de conocer a su creadora, una mujer brillante y que me marcó mucho, Carmen Cervera». Muñecas, «todas», que «eran para nosotras mucho más que un simple juguete». «Se podría decir que eran como una especie de escuela de aprendizaje de lo que estaba por llegar, ya que estaban íntimamente ligadas al papel de la maternidad y la familia», indica.
«Ellos, los niños», recuerda, «jugaban con coches, balones, espadas y pistolas, mientras que para nosotras las muñecas lo eran todo», añade.
Con esta pasión tan temprana por las muñecas y tras dedicarse profesionalmente a las manualidades y la restauración, María Emilia Lira no dudó en ir más allá, formándose en la creación de muñecas antiguas y emprendiendo un camino que la llevó a estudiar y reproducir los apreciados y cotizados modelos franceses, caso de Jumeau, Steiner o Gaultier.
«Mi visión, la de aquella niña de la Sierra Norte de Sevilla que quería tener su muñeca Gisela, fue evolucionando con el tiempo», lo que la llevó a convertirse en una auténtica estudiosa de su historia. Faceta que cultivó a la vez que adquiría muevas muñecas.
«Junto a mi marido, auténtico mártir de mi pasión, he recorrido a lo largo de estos años multitud de ferias. Lugares en los que iba adquiriendo muñecas que, a su vez, se convertían en mi más inmediato objeto de estudio», apunta.
Por lo que se refiere a la colección que se exhibe en este nuevo espacio expositivo, a unos metros de la Colección de Muñecas Marín, «comencé a formarla allá por 1996; inicialmente con muñecas de porcelana». Si bien, no tardó en centrar su atención en los llamados «cartoncitos»; de ahí que María Emilia Lira sea considerada una de las mayores especialistas internacionales en este tipo de muñecas producidas en la primera mitad del siglo XX.
Diseños, fabricantes, marcas, vestidos… han sido a lo largo de todos estos años objeto de estudio de la creadora de una colección que abarca hasta las primeras muñecas de Famosa.
«El hecho de haberme embarcado en esta aventura responde a dos factores». «Uno», explica, «mi afán porque se conozcan las muñecas y su historia y, con ello, se le dé a este mundo el valor que se merece. Y, además, porque he tenido la enorme suerte de encontrarme en el camino a un ayuntamiento que ha demostrado tener una enorme sensibilidad, haciendo de Chiclana una auténtica ciudad de las muñecas», recalca.
«Ver la ilusión con la que vienen personas de todas las edades y, sobre todo, escuchar a padres y abuelos hablarle a sus hijos y nietos sobre muñecas que, seguramente, formaron parte de sus vidas», subraya, «significa mucho para mí».
«Creo que el objetivo está conseguido y ahora, con la proyección que estoy segura que va a tener este espacio expositivo, lo que queda es seguir indagando en la historia de las muñecas y seguir poniéndolas en valor», manifiesta la coleccionista.