Opinión

Cofradías: material sensible

"El desbordamiento provocado por un consumo masivo de subproductos culturales como las redes sociales ha desembocado en la difusión de este fenómeno en contextos ajenos a su propia naturaleza"

Nazarenos de la hermandad de Los Estudiantes de Sevilla
Nazarenos de la hermandad de Los Estudiantes de SevillaEPEP

No es fácil abordar el fenómeno de las cofradías en la Baja Andalucía pese al masivo éxito que las procesiones, del tipo que sean, generan en la esfera pública. Sobre todo, porque como en más de una ocasión, la Semana Santa debe entenderse como un “fenómeno cultural complejo” sobre el que se pueden sacar múltiples lecturas, tomando una expresión ampliamente divulgada por el catedrático de Antropología Isidoro Moreno.

El desbordamiento provocado por un consumo masivo de subproductos culturales como las redes sociales ha desembocado en la difusión de este fenómeno en contextos ajenos a su propia naturaleza. En este caso, la historia y la tradición sevillana vinculada a las fiestas de primavera, convirtiendo los cultos externos e internos de las corporaciones en una pieza más del entramado económico que potencian las industrias del ocio, el turismo y el espectáculo. Que, en definitiva, ejercen una posición de hegemonía sobre las maneras o ritos en los que la Semana Santa ha evolucionado y sobrevivido a pesar de los avatares históricos y de la propia fiesta desde hace casi ochocientos años. En varias ocasiones, hemos sido testigos de cómo la masa influye en los propios cortejos procesionales, y hasta en las propias decisiones de las juntas de gobierno, si se sienten más o menos satisfechas con el criterio adoptado ante situaciones que hasta hace unos años no encontraban la menor crítica. Hablamos de aplausos o pitadas si debido a la lluvia una cofradía decide no realizar su estación de penitencia o incluso de abucheos a una cuadrilla de costaleros cuando el “público” se frustra porque el paso recorre una chicotá a tambor. Es decir, la “nueva Semana Santa”, nacida de la mercantilización de ésta por las propias hermandades, con la anuencia y aplauso de las autoridades religiosas y civiles de la ciudad, ha acabado por romper un vínculo estrecho pero firme que permitía unir a las cofradías al más hondo sentido de la fe cristiana sobre la base de una religiosidad popular sincera, profunda y desinteresada.

“Nos ven porque salimos, pero no salimos porque nos ven”, me comentó hace unos años un hermano mayor del Gran Poder en plena plaza de San Lorenzo oliéndose ya cómo se diluía el sentido de la fiesta mayor de Sevilla. Las hermandades existen para rendir culto a las sagradas imágenes, para realizar su estación de penitencia a la S. I. Catedral y para llevar a cabo las labores asistenciales que su carisma y reglas les obligan, pero no para convertirse en un reclamo económico.