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Tribuna

Un congreso para la esperanza

El arzobispo de Sevilla, José Ángel Saiz Meneses, explica los objetivos del Congreso de Hermandades y el significado de la procesión de clausura

Las vírgenes de Consolación, Valme y Setefilla, en el Sagrario de la Catedral Kiko HurtadoLa Razón

En la ciudad de Sevilla se celebra el II Congreso Internacional de Hermandades y Piedad Popular que reúne a miles de personas de todo el mundo entre los días 4 y 8 de diciembre bajo el lema «Caminando en Esperanza». El Congreso es, en primer lugar, un espacio de encuentro con Dios a través de la celebración de la Eucaristía diaria y por medio de la exposición del Santísimo en tres lugares emblemáticos, en los que poder orar y adorar al Señor. Estas celebraciones serán momentos de comunión profunda, donde los participantes experimenten la fraternidad que nace de la oración y de la alabanza. La dimensión del encuentro, que vincula a hermanos de diferentes cofradías, significa también la comunión entre personas y hermandades, entre culturas y países, reflejando el carácter universal de la fe y la riqueza de las tradiciones cofrades. La Iglesia que peregrina en Sevilla, como anfitriona, acoge y comparte su experiencia de fe con calidez y hospitalidad.

La segunda línea de fuerza supone profundizar la reflexión doctrinal a través de ponencias de alto nivel y de mesas redondas que reúnen, desde una perspectiva interdisciplinar, a teólogos, sociólogos, historiadores, filósofos y hermanos de las distintas cofradías. Este espacio de diálogo permite ahondar en la dimensión espiritual, pastoral y cultural de la piedad popular, así como en los retos que afrontan las hermandades en un mundo en continuo cambio. El concepto de «aggiornamento», entendido como la renovación y actualización constante, es central para esclarecer el papel de las hermandades en la evangelización contemporánea, la importancia de la formación doctrinal y el desafío para mantener la transmisión de la fe entre los más jóvenes. Este ejercicio intelectual aporta luces para el presente, pero es ante todo una hoja de ruta para el futuro.

El tercer eje del Congreso es la invitación a recuperar la dimensión contemplativa, especialmente en una sociedad acelerada que a menudo deja poco lugar para el silencio y la meditación. En la procesión de clausura, la contemplación de las imágenes sagradas, auténticas obras de arte que expresan la fe del Pueblo de Dios, se presenta como una puerta de entrada a la experiencia divina. Las tallas de Cristo y de la María santísima, con su extraordinaria belleza y su valor patrimonial e histórico, son el centro de un ejercicio de oración. Este acto de culto externo está llamado a recordar a todos que estas imágenes son medios para contemplar el misterio de la salvación que llega de Cristo y de la intercesión de María, inmensa luz que alumbra la existencia, mirando más allá de lo visible y descubriendo en cada expresión la grandeza del mensaje evangélico.

El Congreso concluye, en cuarto lugar, con una fuerte llamada al compromiso y la misión, recordando que la piedad popular debe traducirse en obras concretas de amor y servicio con las que anunciar la Buena Noticia. Las hermandades, arraigadas en sus comunidades de fe, tienen una responsabilidad clave en la evangelización y en la dimensión caritativa y social de la Iglesia. Como señal de este compromiso, presentamos una obra social que ha resultado del esfuerzo conjunto de todos los participantes. Este proyecto es ciertamente un testimonio de ejercicio de caridad, pero quiere ser sobre todo un recordatorio de que la fe se vive en el servicio al prójimo, especialmente a los más vulnerables. Por eso, el Congreso es una llamada para revitalizar las obras de caridad propias de las hermandades, promoviendo iniciativas coherentes con las necesidades sociales más actuales. La misión, en la vida de las cofradías, se extiende así hasta alcanzar el compromiso con la justicia social, la educación y la promoción de la dignidad humana.

El II Congreso Internacional de Hermandades y Piedad Popular de Sevilla, por todo ello, constituye una oportunidad para celebrar el valor de la piedad popular y de las instituciones cofrades y una ocasión para renovar el espíritu de fe que las sostiene en la Iglesia. Encuentro, reflexión, contemplación y compromiso son las líneas de fuerza de un evento que dejará huella en los participantes y planteará desafíos primordiales para el futuro. El legado de este Congreso será, sin duda, una piedad popular más fraterna, consciente, contemplativa y comprometida, vivida en el seno de unas cofradías que caminan como luz y sal en nuestro mundo, tan necesitado de verdadera esperanza.