Sucesos
"Aquí mataron a cinco": el crimen de Los Galindos cumple casi medio siglo sin resolver
El 22 de julio de 1975 aparecieron cuatro cuerpos masacrados y tres días después un quinto cadáver
El 22 de julio de 1975 cuentan las crónicas que hacía 49 grados a la sombra. Un sol de justicia para un crimen sin resolver. Los registros de la Aemet hablan de una ola de calor, más cruda aún que la actual. Hay estudios que relacionan el aumento de la temperatura con los crímenes. Sea como fuere, ese día de hace ya casi medio siglo -49 años- se produjo uno de los sucesos que más marcó a la Andalucía rural de la época y que mantuvo "entretenida" a España con el dictador ya muy enfermo: "el crimen de Los Galindos" en el municipio hispalense de Paradas. "Aquí mataron a cinco", reflejó en una pintada sobre el cortijo en su libro el periodista Pérez Abellán.
Aquel día fallecieron el capataz Manolo Zapata, de 59 años, y su esposa Juanita Martín, de 53 años; el tractorista Ramón Parrilla, de 40 años; y el también tractorista Pepe González, de 27 años, y su esposa Asunción Peralta, de 34 y, según algunas fuentes, embarazada de seis meses. El capataz y su esposa, el tractorista y su mujer y un segundo tractorista aparecieron muertos salvajemente y con diferentes heridas, en distintos enclaves y en el caso del capataz -a quien en principio se culpó del suceso- el cuerpo apareció varios días después, acrecentando el misterio. El de Los Galindos es un crimen sin resolver y prescrito -desde 1995- que sigue generando leyendas. El quíntuple crimen conmocionó a España.
Los Galindos es un cortijo a pocos kilómetros del municipio de Paradas, dedicado al trigo y al girasol, con casi 400 hectáreas, casi llanos. Pertenece a los Marqueses de Valparaíso y Grañina. En realidad, el cortijo era de la marquesa y de su padre, sin rancio abolengo pero con propiedades y hasta minas. Gonzalo Fernández de Córdova, el marqués, aportaba el título y actuaba como administrador de los bienes de Mercedes Delgado, que a su vez heredó la finca tras la muerte de su hermano, piloto de carreras, en un accidente de coche.
Las teorías sobre el caso han sido diversas y peregrinas, tras una investigación inicial escasamente profesional. "Aquello era una feria", declaró el marqués en Radio Sevilla en su día. La primera hipótesis fue el crimen pasional, también el tráfico de drogas -teoría abierta por el marqués- de legionarios, el narcotráfico a gran escala con cultivos de marihuana -sobre ello versa la novela de Alfonso Grosso y su posterior adaptación al cine con Lola Flores, que levantó gran malestar en el pueblo-, las reuniones de ultraderechistas preparando la sucesión de Franco y hasta de extraterrestres se habló. Se dijo incluso que el cura del pueblo fue asesinado porque conocía los hechos bajo secreto de confesión de algún testigo o implicado.
Según el agente judicial José Francisco Zapico Berdugo, se produjo un homicidio y cuatro asesinatos. El capataz Manuel Zapata habría muerto tras una discusión golpeado con "el pajarito", una pieza de una empacadora, y una horca de labranza con la que le atravesaron el pecho. El resto de crímenes sería para eliminar testigos: Juana Martín, asesinada en su vivienda también con "el pajarito" apareció con la cara lavada. También el del tractorista José González y su esposa Asunción Peralta, cuya presencia en el cortijo a las 4 de la tarde, embarazada y vestida de domingo es otro misterio. Pepe González llevaba la canana puesta, que sólo la llevaba el capataz, se piensa que para acelerar el fuego. El matrimonio murió a golpes e intentaron descuartizarlos antes de ser arrojados al fuego de las pacas con gasolina. También había munición para acelerar el proceso. El fuego fue lo que dio la voz de alarma de los jornaleros, que se encontraron la masacre al llegar. El jornalero Antonio Fenet es quien llega primero y posteriormente se investigó un ingreso en su cuenta de 500.000 pesetas de la época.
El también tractorista Ramón Parrilla fue la quinta víctima, a quien previamente, a las 11:30, Pepe González le dijo por encargo de Zapata que fuese a buscar agua, en teoría para que no estuviera en el cortijo pero volvió antes. Hay un testigo que supuestamente se encontró con Zapata con prisas volvieron hacia el cortijo y que le habría dicho que le esperaban unas personas. En aquella reunión pudo estar la génesis del suceso, con un posible móvil económico, según las últimas teorías, que apuntan a un presunto fraude en las declaraciones de las cosechas. Parrilla fue masacrado a disparos, primero en el patio, dejándole heridas en los brazos al intentar protegerse. Corrió a la casa del capataz y estaba cerrada, dejando ya marcas de sangre en la entrada. Tenía tiros también por la espalda y el tiro de gracia habría sido a quemarropa huyendo hacia la salida de la finca.
Durante mucho tiempo, también se atribuyó el crimen a Pepe González. A los seis años del crimen, llegó a la reapertura del caso por orden del juez Heriberto Asencio, recién llegado al juzgado de Marchena y quien recibió una carta anónima desde Zaragoza supuestamente del sicario -un tal Juan de Marchena- al que contrataron para el crimen. La carta llegó en 1976 al alcalde del pueblo y al juez no llega hasta 1986. En ella decía que le contrataron para matar a Zapata por 10.000 pesetas. El forense Luis Frontela exhumó los cuerpos en el cementerio de Paradas y determinó que Pepe González y su mujer fueron descuartizados o lo intentaron al menos. Tampoco se había suicidado a lo bonzo. Se llegó a decir que el móvil del crimen fue pasional, ya que Pepe González había cortejado a la hija de Zapata hace años. El papel de Pepe González en la supuesta trama económica también sería fundamental, ya que era quien llevaba el trigo a Utrera y sería conocedor del desvío de parte de la cosecha y es posible que, de ser así, su mujer también estuviera al tanto y hubiera que eliminar testigos.
El cuerpo del capataz Zapata no apareció hasta tres días después detrás del cortijo. Lo encontró su perra Tundra. Posiblemente fue el primero en morir.
El crimen de Los Galindos fue una tormenta perfecta en el tórrido verano del 75: a la falta de preparación se sumó que no había jueces, ya que el de Marchena, de quien dependía el caso, estaba de vacaciones, el forense se acababa de jubilar y la plaza de secretario estaba libre.
El marqués de Grañina supuestamente estaba ese día en Málaga, en el entierro de su tío, según corroboró su hermano como testigo. Cuando llegó al cortijo insistió en pasar varias noches en el recinto por si volvía Zapata a entregarse. La Guardia Civil se lo permitió atendiendo a su condición de marqués y de militar.
Salvo en los días previos a la aparición del cadáver -cuando se dibujó a un capataz como poco menos que un ogro, coincidiendo con que se le culpaba del crimen-, Zapata era descrito como un hombre cabal, ex guardia civil y ex legionario, y se baraja la posibilidad de que quisiera avisar a la marquesa y a su padre de los presuntos problemas económicos del cortijo. Ésa es también parte de la teoría del libro escrito hace unos años por uno de los hijos del marqués, Juan Mateo Fernández de Córdova, en el que señala, según testimonios de su madre y su abuela, que el aristócrata y el contable Antonio Gutiérrez -compañero militar del marqués- fueron como poco testigos y encubridores de los crímenes junto a un sicario al que se le iría la situación de las manos.
Zapata no estuvo esa mañana en el cortijo sino que estuvo haciendo unos recados -se habla de sellar la guía del potro- pero el contable extrañamente sí habría estado.
El sumario del caso contradice, no obstante, el relato del hijo de los marqueses -que tenía 15 años cuando ocurrieron los hechos-, recientemente llevado a una serie y a un documental. Según el libro “El crimen de Los Galindos. Toda la verdad”, publicado en Almuzara, el capataz habría estado varios días escondido en algún lugar de la vivienda del cortijo que no fue revisada por la Guardia Civil, donde se habría quedado el marqués. Según el sumario del caso, Zapata murió donde apareció y lo encontró su perro, por los restos de sangre. Estaba tapado por paja pero no deja de ser misterioso que el despliegue policial y de jornaleros en la zona no dieron con el cuerpo antes. Según la autopsia, las heridas punzantes en el tórax fueron las primeras y los “tantos y tan gravísimos” traumatismos en la cabeza fueron “los últimos y definitivos” y “absolutamente mortales”. También había larvas que sólo provienen del campo. Según el libro, la perrita Tundra habría chupado la cara de Juanita. En el sumario se dice que apareció una toalla húmeda llena de sangre. Por otro lado, el posible fraude en la cooperativa de Utrera no fue detectado en las investigaciones. Hay conflicto con el reloj de Zapata, que se puso en marcha: “La muerte o al menos la inmovilización del reloj tuvo que ocurrir entre las cero horas y las 5 del día 24”. O aguantó más tiempo o le dieron cuerda. Fijan la muerte sobre las 12:30 del mediodía. El estado del cadáver daba a entender que la muerte fue tres días antes. La autopsia sí relata que la posición en que fue encontrado, boca abajo, no cuadra con la “fuerte coloración azul verdosa” de sus piernas, que se relaciona con que al menos las doce horas posteriores a su muerte éstas estuvieran más abajo del tronco, yéndose la sangre hacia ellas, como si hubiera estado en una silla sentado, con una pierna cruzada.
El hijo del marqués tiene una grabación de su madre señalando que encontró un rastro de sangre en la casa y que lo limpió y no dijo nada y que cuando murió su padre señaló: "Al final se ha ido de rositas". La finca de Los Galindos ahora se llama Nuestra Señora de Las Mercedes.
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