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Entrevista
Javier Menéndez: «El arte te hace pensar, te remueve por dentro»
La nueva temporada del coliseo sevillano se articula por los 150 años de «Carmen» jugando con el mito y sus acepciones
En el interior del despacho de Javier Meléndez (Oviedo, 1972) entra la luz del mediodía sevillano por unos grandes ventanales. Al fondo, las palmeras se mecen como si fueran parte del atrezzo de alguna de las óperas que esta temporada se representarán en el Teatro de la Maestranza. Un ciclo lírico que pone el acento en la figura de Carmen pero cuyo calendario supera la etiqueta con la que en principio se presentó la programación 2024-2025. «Más allá del mito», una etiqueta para disfrutar de un espacio imprescindible en el espectro cultural de Andalucía.
Hay quien dice que estamos ante la mejor de las temporadas del Maestranza.
Bueno, eso plantea un reto cuando menos atemorizante. En enero de 2025 se cumplirán seis años desde mi llegada a la dirección del teatro y es cierto que hemos pasado varias temporadas en las que la pandemia del Covid dificultó en cierta medida las programaciones. Por eso, quizás la anterior y esta pueden tener una dimensión mucho más estructurada, planificada, meditada; lo que se ve sobre el papel. Pero luego los espectáculos irán saliendo como vayan saliendo, pero sí tenemos muy buenas expectativas de cómo puede ser el resultado artístico de la temporada. Se articula en gran medida por los 150 años del estreno de «Carmen», aquel 3 de marzo de 1875, y la muerte de Georges Bizet tres meses más tarde. No deja de ser una de las piezas más importantes del repertorio mundial operístico y nos parecía un planteamiento inicial válido, porque luego jugamos con todo lo que tiene que ver con el mito y sus grandes acepciones.
Tampoco os olvidáis del centenario de la muerte de Puccini en el mes de noviembre.
No, por eso arrancamos el ciclo lírico con «Turandot», que se convierte en un espectáculo imprescindible. Sobre todo porque contamos con esa producción histórica que rinde un homenaje a la dirección de escena, a los montajes más espectaculares y exuberantes que están un poco extinguidos en el repertorio de los teatros. La estética actual parece que va por otros caminos, pero pienso que «Turandot» permitía un poco esto y además recuperamos la producción de Jean-Pierre Ponnelle para el Teatro de la Fenice en 1987. Tiene su gracia que Puccini muere en 1924 y recuperamos una producción del 87 en 2024. Es una suerte de recuperación de ese legado y de la obra de un mito como Ponnelle.
Volvemos al mito…
Como Richard Strauss, que llevaba creo que más de dos décadas sin aparecer en la programación, con «Ariadna en Naxos», que es una de las más emblemáticas de su repertorio. Parecía pertinente contar con él cuando se cumplen 75 años de su muerte. Tiene ese punto de mito clásico y desmitifica un poco todo el género operístico, porque Strauss cuenta a la vez una comedia y una tragedia de una manera magistral. Me parece muy interesante, además que sigamos con «El Murciélago», de Johann Strauss, del que era muy admirador Richard. De Johan se cumplen tres aniversarios:125 años de la muerte, 150 años del estreno de la obra y 200 años del nacimiento en el 2025. Venían prácticamente calcados detrás de «Ariadna» con ese vals que te invita a bailar y a brindar con champán. Un cierre de año muy apetecible.
Incluso para los jóvenes, que es un público que se ha colocado en el centro de vuestra preocupación como institución cultural desde hace años.
Yo creo que el teatro tiene por delante una tarea irrenunciable, porque es una manera de mantener el legado de cara al futuro. Si quieres tener público dentro de 40 años lo mejor que puedes hacer es contárselo a los jóvenes. Creo que al final, la gente joven acaba entrando mucho más tarde, hablo del formato de abono, pero desde hace algunos años se han hecho políticas para que la gente joven se vaya aficionando por ejemplo con un 80% de reducción del precio para los menores de 30 años. Además de una apuesta por dar acceso al público infantil y joven para que vayan teniendo un contacto cercano con el teatro. Por ejemplo, en los preestrenos tenemos un éxito impresionante y hay una conexión brutal con un público que se vuelca reaccionando como en un concierto de rock. A muchos les sorprende y cuando se acercan a montajes renovadores se entusiasman.
Una de las aspiraciones del Maestranza, desde su fundación, fue convertirse en una de las grandes referencias del sur de Europa. ¿Crees que se ha logrado alcanzar ese nivel respecto a otros espacios de referencia?
Bueno, eso hay que analizarlo según las referencias que tengas. Si lo haces desde la cantidad pues no, porque el Maestranza tiene la particularidad de que es un teatro de uso intensivo con muchas actividades artísticas, no nos dedicamos sólo a la ópera. Está en nuestro ADN pero no es exclusivamente lírico. De hecho, hacemos muchas más cosas, como por ejemplo convivir con la temporada de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla (ROSS), tenemos un funcionamiento de auditorio y de teatro. Producciones grandes de lírica estamos haciendo cinco, pero luego rellenas con otro tipo de óperas que complementan, pero la diferencia con los grandes teatro líricos de España se centra en el personal con el que contamos, pero existe una limitación presupuestaria que no nos permite tener unos equipos tan nutridos como otros teatros. Eso, quieras que no, te lastra a la hora de montar una temporada o un solo espectáculo, hay teatros que cuentan con más de cien técnicos en el escenario cuando nosotros contamos con 60. Bastante rotación tenemos con el personal con el que contamos, teniendo muchísima actividad, pero un montaje de ópera requiere un montaje muy intensivo. Esto a nivel de cantidad, pero en términos de calidad sí estoy convencido de que nos encontramos con una temporada de unos estándares artísticos muy importantes.
Quizás el mayor logro haya sido que el Maestranza ya cuenta con un público fiel, que sabe a lo que viene al teatro, que luego en los bares, por ejemplo, habla de ópera con la misma.
Creo que es uno de los objetivos de cualquier institución cultural, que no debe ser sólo un mero exhibidor de espectáculos y ahí reside la diferencia entre el arte y el ocio. El arte te hace pensar, te remueve por dentro, y eso desemboca en una conversación posterior, porque el arte debe tener una misión transformadora. Cuando haces espectáculos, que de alguna manera debe tener revulsivos, creo que al final te debe hacer reflexionar.
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