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Semana Santa / Sábado Santo

En la Soledad Servita

"Difícil por no decir imposible, encontrar una Cofradía que, de Cruz de Guía hasta el remate del manto en el palio, guarde una sintonía y uniformidad de criterio artístico como esta"

María Santísima de la Soledad, de la hermandad de Los Servitas de Sevilla EPEP

Consummatum est. Está terminado. La Semana por demás Santa, en la que el cofrade de Sevilla ha disfrutado de sus múltiples y variados matices, vivencias, anécdotas, algún incidente y un largo etc. de sensaciones en los que ha participado, contemplado diversas escenas y momentos únicos de la Pasión y Muerte de nuestro Redentor, toca a su fin.

Si decíamos el pasado lunes que era el benjamín de los días, no cabe duda que, en el tiempo físico, el Sábado Santo es el de más reciente implantación, pues data de 1956, como consecuencia de la reforma litúrgica dimanada de la Sagrada Congregación de Ritos, que lo decretara el 13 de noviembre de 1955, convirtiéndose el Sábado de Gloria en Sábado Santo, por lo cual, los Oficios de la Pascua pasaron a celebrarse a partir de entonces, a las cero horas del Domingo de Resurrección.

Al año siguiente, salieron tres Hermandades: La Trinidad, que lo hacía el Jueves Santo, la Soledad de San Lorenzo, proveniente del Viernes Santo y precediéndola, el Santo Entierro, cuya salida era estacional, en fechas concretas, si bien a partir de ese año la realizaría anualmente con regularidad.

En el año 1972, se incorpora a la nómina la Hermandad de los Servitas. Y es de esta naciente cofradía sobre la que debemos hacer algunas reflexiones.

Es de destacar en primer lugar, la evolución artística que ha experimentado a lo largo de los años en su relativa reciente incorporación a la Semana Mayor. Se podría decir que, desde su modestia inicial, ha ido enriqueciendo su patrimonio y perfecta adecuación al momento pasionístico que venera, como también el de la Dolorosa de la Soledad que lo acompañase algún tiempo después. Difícil por no decir imposible, encontrar una Cofradía que, de Cruz de Guía hasta el remate del manto en el palio, guarde una sintonía y uniformidad de criterio artístico como esta. Y ello en una gran medida, gracias a la entrega incansable de uno de sus hermanos más significados: Antonio Joaquín Dubé de Luque. Él, con su indiscutible sentido artístico y cofrade, logró plasmar un estilo muy definido en todos y cada uno de los eslabones de esa cadena que conforma el cortejo penitencial, si bien esa labor, se vio complementada por un grupo no muy amplio, pero sí muy eficaz de hermanos quiénes, cada uno en su esfera, contribuyeron a la culminación de este singular proyecto, rescatándolo del olvido y tal vez de su disolución como a tantas otras Corporaciones les ha ocurrido en Sevilla. Ahí queda el recuerdo y en la memoria, nombres como Joaquín, Pepe, Juan, Fermín, Paco, Eduardo y un etc. no demasiado extenso, pero sí muy intenso en su entrega abnegada para restaurar esa devoción al culto y para conseguir su reconocimiento como Hermandad de Penitencia.

Hoy se diría que, sin demérito alguno para la demás cofradías, representa uno de los hitos de distinción del Día, por su singularidad y conjunción artística, dentro de la modestia que la caracteriza.

Tal vez, su nacimiento como Corporación penitencial y al agrandarse la jornada, contribuyó al menos en parte, a que el Sábado Santo recobrase su recorrido como tradicionalmente los demás días de la Semana. Fue dos años más tarde, en 1974, cuando las Hermandades rinden Estación de Penitencia en la Catedral, tras su tránsito por la Carrera Oficial desde la Campana.

Ahora desde hace poco tiempo, al abrirse las puertas de la capilla servita, un recuerdo emerge desde lo más profundo del entablamento de ese barroco altar mayor, mientras las filas de nazarenos inician su Estación. Al cabo, el templo se cierra y queda sumido en penumbra pese a lo temprano de la hora. El silencio se adueña de él, y quienes idealmente quedan envueltos en el tenue silencio, entablarán un diálogo sin palabras, mientras esperan ansiosos el regreso de sus Advocaciones a las que durante tantos años dedicaron su esfuerzo y su cariño, ya en forma de diseños únicos o blondas que rozaron el hermoso rostro de sus Vírgenes, la más reciente de las cuales saliera de las manos de uno de sus hermanos más significados, a partir de un esbozo de Ella misma.

Mañana, casi ya hoy, será día de Resurrección, pero ésta aún no ha llegado, pues la Soledad ilumina la Plaza de Santa Isabel, mientras su Dolor de Madre, acuna al Hijo en sus brazos ya en la Capilla. El incienso que envuelve la escena, parece ocultar la sonrisa de quiénes ansiosamente añoraban la vuelta de sus amados Titulares. Ya al fin, están en el templo, los pasos se apagan, los últimos hermanos rezan su postrera oración, mientras el aroma de esa nube agitada por los acólitos se va diluyendo. Entonces, la quietud y el silencio se adueñarán de la noche, en tanto envuelven a quienes, como invisibles guardianes, cuidarán de sus Benditas Imágenes un año más.