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Mascotas

Hay gatos que no paran de hablar: el secreto está en sus genes

La genética podría explicar por qué hay gatos que no callan y otros que apenas emiten un maullido

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Es un hecho constatable para cualquiera que comparta hogar con felinos: la diferencia en su comportamiento vocal es notable. Mientras algunos ejemplares se muestran particularmente comunicativos con maullidos y ronroneos, otros apenas emiten sonido a lo largo del día, observando el mundo en silencio.

Hasta la fecha, los factores que subyacen a esta considerable variabilidad en los gatos domésticos no habían sido del todo dilucidados por la ciencia. Era una cuestión de observación cotidiana sin una explicación clara basada en datos.

Sin embargo, una investigación reciente aporta nueva información sobre esta cuestión. Un estudio internacional sugiere ahora que una parte relevante de la respuesta a esta variedad de caracteres podría encontrarse inscrita en el propio ADN de los animales.

Un gen marca la personalidad felina

Un equipo de expertos, liderado por la Universidad de Kioto, y publicado en PLOS ONE ha identificado una posible correlación entre un gen específico, el receptor de andrógenos (AR), y ciertos comportamientos felinos como el ronroneo, la vocalización hacia los humanos e incluso la agresividad. Este gen es antiguo, presente en vertebrados con mandíbula desde hace más de 450 millones de años, y se sabe que en otras especies se asocia a rasgos de comportamiento.

La clave de la variación reside no en la función general del gen AR, sino en una pequeña secuencia interna que puede repetirse en mayor o menor medida, un fenómeno conocido como polimorfismo de repetición. Cuantas menos repeticiones presenta esta secuencia, mayor sensibilidad muestra el gen a las hormonas andrógenas, lo que parece influir en el comportamiento resultante.

Para investigar esta hipótesis, se analizaron muestras de ADN obtenidas mediante hisopos bucales de 280 gatos castrados (145 machos y 135 hembras), un procedimiento no invasivo para los animales. Paralelamente, los cuidadores de estos gatos completaron cuestionarios exhaustivos detallando aspectos del comportamiento de sus mascotas.

Los resultados revelaron patrones consistentes. Los gatos que portaban una versión más corta del gen AR, es decir, con menos repeticiones y, por tanto, más sensible a los andrógenos, tendían a ronronear con notable frecuencia, una característica observada tanto en machos como en hembras.

En los machos, esta variante corta del gen AR también se asoció a un uso más considerable del maullido como forma de comunicación para solicitar comida, atención o acceder a determinados espacios. Su comportamiento vocal era más activo y dirigido a interactuar con los humanos.

Por otro lado, en las hembras, la misma variante corta del gen pareció vincularse a una mayor agresividad frente a personas desconocidas. Esto sugiere que la manifestación conductual de la influencia genética puede diferir entre sexos.

En contraste, los gatos que presentaban una versión más larga del gen AR, menos sensible, mostraban una clara tendencia a ser más silenciosos y vocalizar menos en general.

Curiosamente, esta variante larga del gen se encontró con una frecuencia particular en gatos de raza, que suelen haber sido seleccionados durante generaciones por su temperamento tranquilo y dócil. Esto plantea la posibilidad de que la cría selectiva haya ejercido, de forma indirecta, una presión evolutiva sobre la prevalencia de esta variante genética asociada a menor vocalización.

Este descubrimiento, más allá de la curiosidad científica, tiene aplicaciones prácticas importantes. Comprender qué predisposiciones genéticas pueden influir en el comportamiento de un gato puede ayudar a adaptar su entorno y manejo, mejorando su bienestar.

Por ejemplo, los gatos con la variante larga del gen AR, al vocalizar menos, pueden ocultar mejor señales de malestar, dolor o estrés. Esto significa que sus cuidadores pueden necesitar ser más expertos y observadores para detectar cualquier problema a tiempo.