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Estreno

«Antes del anochecer»: El dominio del tiempo

Director: Richard Linklater. Guión: Ethan Hawke, Julie Delpy y R. Linklater. Intérpretes: E. Hawke, J. Delpy, Seamus Davey-Fitzpatrick. EE UU, 2013. Duración: 109 min. Comedia dramática.

La Razón
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«El tiempo no existe, es una ilusión». Lo decía Linklater en la penúltima secuencia de la inclasificable, magnífica «Waking Life».

«El tiempo no existe, es una ilusión». Lo decía Linklater en la penúltima secuencia de la inclasificable, magnífica «Waking Life», ensayo rotoscópico filmado en un limbo de líneas difusas que divagaba sobre el sentido de la vida. En esa película episódica, también hilada bajo el signo de la errancia, aparecían Ethan Hawke y Julie Delpy, cuatro años antes de que volvieran a convertirse en Céline y Jesse en «Antes del atardecer». «Waking Life» también hablaba de lo fácil que es confundir fantasía y realidad cuando se reflejan en la materia onírica del cine, arte que lucha contra la erosión del tiempo mientras lo sufre poco a poco en sus carnes. No es extraño, pues, que, a cada paso que dan Céline y Jesse en «Antes del anochecer», la nueva entrega de esta saga que, cada nueve años desde hace dieciocho, examina las consecuencias del amor, el tiempo pese más, devore más, agote más a sus víctimas, por muy efímeras y volubles que sean sus estrategias. Es el tiempo el que domina este proyecto titánico. No sólo porque su paso haya transformado el amor romántico («Antes de amanecer») y el amor futurible («Antes del atardecer») en amor conyugal mojado en frustraciones y decepciones, sino porque Linklater también tiene en cuenta que el tiempo ha pasado para nosotros, y que probablemente, lo que pensábamos sobre el amor en 1995 ya no es lo mismo que lo que pensamos en 2013. Es el gesto en el que el cineasta busca identificarse con el Rossellini de «Te querré siempre» y el Kiarostami de «Copia certificada». Un gesto, también, teñido de radicalidad, que la fluidez del método de Linklater aligera de un modo espectacular: las casi dos horas de «Antes del anochecer» se concentran en realidad en cinco largas, brillantes secuencias.

La palabra vuelve a ser la protagonista, pero no para idealizar, sino para poner los pies en el suelo. Los problemas de pareja de Céline y Jesse (Delpy y Hawke, otra vez espléndidos) son tan reales que su escritura nunca se transparenta, igual que la de Linklater, atenta a que cada coma caiga en los límites del encuadre. Es el tiempo, que lo borra todo sin borrarlo del todo. Quedan los restos del naufragio.