Psiquiatría

«El juego on-line incrementará las tasas de jugadores patológicos»

Doctora Susana Jiménez
Doctora Susana Jiménezlarazon

Entrevista con la doctora Susana Jiménez, psiquiatra coordinadora de la Unidad de Juego Patológico en el Hospital de Bellvitge.

1 Cada año aumenta el número de casos de ludopatía en España, pero ¿qué es exactamente el Trastorno de Juego Patológico?

La ludopatía o juego patológico es la pérdida de control de la conducta de juego, que configura un cuadro clínico que se caracteriza por una serie de síntomas cognitivos, de conducta y fisiológicos. Las personas que lo padecen muestran una necesidad creciente de jugar, incrementando progresivamente el tiempo dedicado a ello. Esta necesidad de jugar se asocia a repetidos y varios intentos de controlar o reducir ese impulso o la inquietud e irritabilidad cuando se intenta parar o reducir esta conducta. El juego se utiliza como vía de escape de los problemas o como una forma de compensar los estados emocionales negativos: se juega para recuperar pérdidas y se miente para ocultar la verdadera magnitud y consecuencias derivadas del problema. En definitiva, una conducta que se trasforma en un hábito persistente, recurrente y desadaptativo.

2¿Qué lleva a una persona a convertir el juego en una adicción?

La asociación de diversos factores de riesgo social, individual y emocional. Podemos atribuirlo a un acceso fácil al juego, una amplia oferta y la disponibilidad, pasando por una temprana edad de inicio, ser varón o vivir en un ambiente de juego. Sin olvidar rasgos de personalidad como la impulsividad, la búsqueda de sensaciones o la dificultad para planificar los objetivos vitales. Nunca se trata de un único factor, sino la interacción de varios. El juego patológico se considera una adicción sin sustancia o adicción comportamental.

3 ¿Es una adicción a la sombra?

Con frecuencia, las irregularidades económicas, las alteraciones emocionales, las excusas y justificaciones sobre cómo se ha gastado el dinero o los cambios de hábitos pueden sugerir que existe algún problema de juego. Sin embargo, hay familias que no notan ningún cambio y se sorprenden cuando al final el paciente ha confesado cuál era el problema.

4 Por lo tanto, ¿uno puede ser consciente de que tiene este problema?

Todo depende de la fase del trastorno en la que se encuentre la persona afectada. Se han descrito tres fases por las que pasa el jugador patológico: una primera de ganancias, otra de pérdidas y la última de desesperación. En general, entre el final de la segunda fase y el inicio de la tercera, estas personas son conscientes de que tienen un problema con el juego. Incluso aunque no lo admitan ante la familia.

5 ¿Hay un perfil?

Si tuviese que establecer un perfil de paciente que acude a consulta profesional, sería un varón, con una edad media de 35 años, casado, activo laboralmente y que ha iniciado su conducta de juego en la juventud y habiéndose convertido en un problema al cabo de unos cinco años.

6 ¿Cómo es la conducta de un paciente de este tipo?

Es una persona que ha empezado a jugar con la idea de ganar dinero o bien por costumbre social, con amigos o compañeros de trabajo. De manera progresiva, ha ido aumentando la frecuencia del juego y el tamaño de la apuesta, hasta que se ha convertido en una actividad diaria. Generalmente, revierte los premios y es al terminar de jugar y ser consciente de lo que ha pasado, cuando se siente intranquilo, deprimido y culpable. Se promete que no volverá a jugar y, sin embargo, cuando ha vuelto a disponer de dinero o se ha sentido frustrado, lo ha vuelto a hacer. Se siente arrepentido y desesperado por haber mentido a la familia y haber gastado tanto dinero.

7 ¿Puede desencadenar en actividades delictivas o en enfermedades psiquiátricas?

Es frecuente la asociación con trastornos por uso de sustancias, que se sitúan entre el 30 y 65 por ciento; del estado de ánimo, entre un 33 y 76 por ciento; de ansiedad, hasta un 40 por ciento; por déficit de atención con hiperactividad, cerca de un 20 por ciento; o de personalidad, entre un 15 y un 60 por ciento. Además, los estudios muestran que más del 20 por ciento de las personas afectadas por este trastorno han llegado a cometer actos ilegales.

8 ¿Se puede salir de este túnel?

A pesar de que el trastorno provoca graves consecuencias, es un problema que responde con éxito a las terapias. El resultado es positivo generalmente cuando el paciente presenta conciencia de su enfermedad y se muestra motivado por abandonar su conducta. Los tratamientos psicológicos son los más eficaces, asociándose a una mejoría tanto a corto como a largo plazo. En general, los tratamientos se realizan a nivel ambulatorio, aunque en aquellos casos que existe riesgo de suicidio o claudicación familiar, es aconsejable el ingreso hospitalario.

9 Ahora todo comienza con un clic. ¿En qué ha cambiado con la irrupción de las nuevas tecnologías? Estas tecnologías, y sobre todo internet, han modificado de forma radical las características situacionales y estructurales de los juegos de azar, con lo que el espacio de juego se ha trasladado a los hogares y al entorno laboral. Aún se conoce muy poco del impacto de esta nueva forma de juego, pero algunas investigaciones ya evidencian que el juego on–line incrementará las tasas de jugadores patológicos. Algo que ya ha creado alarma social y sanitaria.

10¿Qué se puede hacer para no caer en el juego patológico?

Es importante tener en cuenta que el juego puede ser una actividad lúdica: un entretenimiento pero que, al mismo tiempo, tiene un potencial adictivo significativo. Por ello, es conveniente tener distintas actividades de ocio, y no únicamente el juego, así como no jugar como forma de ocupar el tiempo libre, porque el juego no es una fuente para incrementar los ingresos, sino un entretenimiento. Además, cada persona debe plantearse un límite de tiempo y dinero, cuando se va a jugar. Y debe recordar que hay juegos que tienen un potencial adictivo más importante que otros, por tanto es conveniente disponer de la información necesaria para limitar su uso –en caso de ser necesario– o para identificar las señales de alarma que pueden sugerir que nuestra conducta es de riesgo.