Viajes
Marsella, atractiva y canalla
Esta deliciosa ciudad francesa, la segunda más grande después de París, es una enclave abierto al turista, de increíble diversidad cultural y de patrimonio por doquier.
Esta deliciosa ciudad francesa, la segunda más grande después de París, es una enclave abierto al turista, de increíble diversidad cultural y de patrimonio por doquier.
La revolución arquitectónica que ha tenido la ciudad, sobre todo en este siglo, no tiene parangón en Europa. En 2013, fue la Capital Cultural del Viejo Continente, y en 2016 ciudad anfitriona de la Eurocopa de Fútbol. Estos eventos, y muchos más, han hecho que Marsella se transforme radicalmente y una pléyade de arquitectos de renombre mundial proyecten en la ciudad edificios majestuosos que pasarán a la historia, al igual que hizo Le Corbusier en los años 50 del siglo pasado con la «Cité Radieuse». La «Ombriére» de Foster, en pleno Vieux Port, con un enorme techo de espejo, proporciona otra nota de colorido al puerto siempre lleno de barcos de pescadores y yates de recreo marítimo.
El Mucem (Museo de las Civilizaciones de Europa y el Mediterráneo) de Ricciotti, sobre el antiguo embarcadero portuario, y su espectacular voladizo, la torre «La Marseillaise» de Jean Nouvel, la torre CMA CGM de Zaha Hadid y los restaurados Docks son solo algunos de los edificios que han cambiado para siempre el embrujo de esta ciudad, haciéndola más moderna, visionaria y creativa.
LA MÁS ANTIGUA
Los marselleses, siempre de cara al Mare Nostrum, tienen la suerte de disfrutar y de bañarse en sus numerosas calas y preciosas playas, gracias a sus más de 300 días de sol al año. El mar Mediterráneo forma un complemento ideal a la ciudad que la define con su idiosincrasia.
Colonizada por griegos y romanos, es una ciudad multicultural y hospitalaria que, como todas las que se abren al mar, ha sabido acoger a gentes venidas de todas las partes del mundo y, sobre todo, a las del norte de África.
Un paseo por Marsella bien podría comenzar desde las terrazas de Notre Dame de la Garde que, con sus 162 metros de altura, constituye el mejor mirador de la ciudad. A sus pies se asienta la Basílica de St. Victor, último vestigio de una abadía del siglo V que, más que una iglesia, parece un castillo. Y hablando de fortificaciones, a su lado se yerguen orgullosos el Fuerte San Nicolás, y frente a él, en la otra orilla de la rada, el fuerte St. Jean, defendiendo ambos la entrada del viejo puerto. Desde aquí, se ha construido recientemente una pasarela elevada hasta el Muceum, que sube por encima del mar, permitiendo unas vistas espectaculares.
Desde el Vieux Port habrá que pasear por la Canebière, la arteria principal de la ciudad y, en especial, por La Rue de la Republique, que es posiblemente una de las calles más bonitas no solo de Marsella, sino de toda Francia: conecta, desde finales del siglo XIX, el puerto mercante de La Joliette con el Vieux Port. La construcción de esta calle se llevó a cabo entre 1862 y 1864. Bordeada de edificios de estilo haussmanniano, esta avenida, construida a imagen y semejanza de los bulevares parisinos, pretendía convertirse en el nuevo núcleo burgués de la ciudad. Actualmente, es la calle y el barrio de moda, llena de tiendas emblemáticas para todos los gustos, y lugar de paseo de los marselleses para hacer sus compras.
LE PANIER, ARTE URBANO
Para penetrar en el alma de la ciudad, habrá que visitar el colorido y artístico barrio de Le Panier, con sus calles estrechas y sinuosas, donde al pasear tranquilamente por sus callejuelas descubriremos sitios encantadores como la Place des Moulins, o la Charité, antiguo hospicio barroco que ha sido recientemente restaurado.
En nuestro paseo por Le Panier, habrá que visitar sus típicas tiendas artesanales, como las que hacen un sabroso chocolate, o el jabón que es un símbolo local, o las que esculpen y pintan los típicos «Santons», esas figuritas que sirven entre otras cosas para ponerlas en los belenes, o los famosísimos «Calissons», dulces parecidos a nuestros mazapanes.
Pero lo que hace muy interesante a este barrio es el arte urbano («Street art»), donde los numerosos muros sirven para que los artistas urbanos puedan expresarse. Es tal el éxito de este escenario artístico que la Oficia de Turismo hace visitas guiadas. Dos bellas construcciones realzan esta parte de Marsella, y cuya visita se hace indispensable: la catedral antigua de la Major de estilo románico, que queda empequeñecida por la nueva Major, se encuentra ubicada justo a su lado y construida en estilo neobizantino en 1852. Ésta ostenta el récord de ser la mayor catedral francesa posterior a la Edad Media.
Nos despedimos de la pintoreca Marsella, no sin antes visitar La Corniche, un paseo de varios kilómetros a orillas del mar, y la «Cala de Auffes», pintoresca como ella sola, que se encuentra enclavada en un entorno recoleto y marinero, donde los numerosos restaurantes que se superponen unos a otros recuerdan que es uno de los destinos turísticos más apreciados de la ciudad.
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