Cirugía
Falsos mitos sobre alergias alimenticias
Hay cinco mitos, en relación a la comida, falsos que conviene aclarar
Las alergias se han convertido en un quebradero de cabeza para la sociedad. La lista la componen, principalmente, el polvo, las abejas, los gatos, el polen y los alimentos. En el mundo son muchas las personas que las desarrollan en algún momento de sus vidas y se estima que aproximadamente en un 20% de la población presenta una reacción alimentaria adversa.
En España, la dieta mediterránea es la principal. En el caso de los niños, se demuestra que un 25% de los episodios de anafilaxia ocurren por primera vez en la escuela. En la mayoría de casos, la alergia alimentaria en la infancia se trata de un fenómeno transitorio. Los más pequeños suelen perder la sensibilidad a los alimentos con mayor potencial alergénico, como son: el huevo, la leche, el trigo y la soja.
Aunque hay otro tipo de alimentos como son los frutos secos, los pescados o los mariscos que suelen perdurar con más éxito como agente alérgeno. Conviene no generalizar ya que cada organismo es diferente al resto, no hay dos iguales. Resultará clave llevar un control exhaustivo de la alimentación de los niños.
Actualmente, se siguen dando casos de familias, tanto de padres primerizos, como experimentados, en los que no existe ningún tipo de formación didáctica
sobre la “doctrina alergista”. Quizás por ello exista algo más de despreocupación ante las enfermedades alérgicas, que frente a otro tipo de afecciones en sus hijos, según informa Nutribén.
1) Hay que desterrar la idea de “las intolerancias alimentarias no son grave; lo verdaderamente preocupante son las alergias alimentarias”. A pesar de que presenten síntomas similares, cabe diferenciar que la intolerancia alimenticia causa un malestar general en el sistema digestivo. Sin embargo, la alergia alimenticia hace que la persona en cuestión, además de empeorar su estado tenga problemas serios con una ingesta mínima. Jorge Martínez, médico de la sección de Gastroenterología y Nutrición en el Hospital Infantil Universitario Niño Jesús, señala que “la clave para comprender la diferencia entre ambas está en que las alergias tienen un mecanismo de producción inmunológico, mientras que las intolerancias no”.
2) El siguiente mito que se va a tratar es: “Solo un poquito no te hará daño”. Martínez advierte del peligro de no hacer caso por ligera que sea la cantidad consumida “es un error bastante grave debido a que existe el opción de que la reacción del niño sea mayor la próxima vez o de riesgo vital”.
3) Después, “la enfermedad celíaca es consecuencia de una alergia alimentaria al gluten”. Clínicamente existen varias reacciones. Esta patología se resume en una total intolerancia al gluten. La opción, para el afectado, consiste en comer alimentos sin esta proteína. Existe la sensibilidad al gluten, no celíaca. Destaca por ser una enfermedad transitoria que puede desaparecer con el paso del tiempo. Por último, resalta la alergia al trigo. Se comporta como un caso de alergia al cereal al 100%, con todas las consecuencias que conlleva.
4) No hay evidencias de que “la leche sin lactosa es mejor”. La lactosa tan sólo se muestra como un azúcar natural. Matiza Martínez que “no debemos confundir la intolerancia a la lactosa, con la alergia a las proteínas de la leche. Son dos cosas totalmente distintas, y por ello deben tratarse de forma diferente. Un paciente intolerante a la lactosa sufrirá los síntomas de la ingesta de leche en su aparto digestivo, mientras que un paciente alérgico a las proteínas podría experimentar una reacción alérgica que se expanda por todo su organismo y que active su sistema inmunitario”
5) Por último, “mediante la cocción se pueden eliminar los alérgenos de los alimentos”. Eliminar los alérgenos es totalmente imposible, independientemente de la técnica. Sin embargo, las bacterias sí que se pueden eliminar. Para ello, se les debe exponer a temperaturas superiores a los 100ºC. El motivo consiste en la mejora del estado del alimento.
✕
Accede a tu cuenta para comentar