Enfermería

Médicos y enfermeros: No hay conflicto

Miguel carrero
Miguel carrerolarazon

En los últimos meses asistimos a la radicalización más absurda de un conflicto que nunca debería haber sido tal y que en la realidad no existe

En los últimos meses asistimos a la radicalización más absurda de un conflicto que nunca debería haber sido tal y que en la realidad no existe. Me refiero a la tan manida prescripción enfermera, cuya regulación por parte del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad ha generado una importante controversia entre representantes de los colectivos de médicos y de enfermeros. Y digo entre representantes porque realmente es en ese ámbito en el que se encuentra la batalla. Un conflicto alimentado por los medios de comunicación con mensajes que para aquellos ciudadanos que desconozcan el día a día de los sanitarios podrían llevarles a pensar que ambos profesionales pasan su jornada con el cuchillo entre los dientes. Nada más lejos de la realidad.

La relación entre el médico y el enfermero ha sido tradicionalmente y sigue siendo hoy de una colaboración exquisita y leal, al margen de los roces puntuales propios de cualquier actividad en la que se trabaja codo con codo. El conocimiento por parte de ambos actores de la importancia del otro ha hecho que durante muchos años ese trabajo en equipo haya sido la verdadera esencia de su labor, con el objetivo común de beneficiar al paciente, que debe ser y es el centro de cualquiera de sus decisiones.

Resulta llamativo aún que en parcelas profesionales en las que no hay conflicto, éste se genere artificialmente. Es lo que ocurre cuando la Administración sobreactúa con su consabida tendencia a regularlo todo, sin pararse antes a pensar si en el propio discurrir de los tiempos se ha generado una autorregulación natural, fruto de la experiencia, de la responsabilidad y de la profesionalidad, y si quienes forman parte del acontecimiento se han autoimpuesto reglas del juego que permiten un correcto engranaje y funcionamiento. Eso es precisamente lo que ha ocurrido en esta intachable relación.

Médicos y enfermeros, desde el entendimiento, el buen hacer, la consideración y el respeto profesional habían establecido un modelo que funcionaba perfectamente porque ambas profesiones son piezas esenciales de la mejor atención al paciente. ¿Por qué entonces nos aventuramos a buscar soluciones para problemas que no existen? Soluciones que ni siquiera contemplan los efectos adversos que su ejecución produce. Soluciones que ponen de manifiesto un desmedido afán de regular, de controlar, de mandar sin sentido por el simple hecho de mandar sin importar las consecuencias. No se advierte cuán inmoral es imponer a los hombres un orden que les obliga a actuar en contra del impulso de responsable profesionalidad y a violar unos mandamientos razonables, despreciando lo humano y su solidaridad natural, imponiendo unas normas que les conducen al desenraizamiento de la persona y al dominio de la burocracia anónima del Estado, del Estado del colectivismo, de los inspectores, de la autoridad fiscal. Entre otras cuestiones porque hay ámbitos del mundo profesional que viven exclusivamente por y para ello, es su leitmotiv. Alimentan la ambición de situarse en puestos de mando del sistema, sin atisbo de autocrítica que les impida saciar su líbido dominandi. Sirviéndose del despropósito normativo, desde determinadas atalayas arengan para generar conflicto porque en el fondo son estas situaciones las que otorgan una visibilidad pública que no se consigue con ningún otro mérito, con absoluta indiferencia al daño que se hace a ambas profesiones y a la imagen que de sus profesionales tiene la Sociedad. Precisamente, una ciudadanía que ha situado a los sanitarios entre los colectivos profesionales mejor valorados, por los que más respeto muestra y cuyo desempeño profesional se considera de mayor interés. Estos comportamientos devalúan el Sistema Sanitario, dañan el prestigio de las profesiones, quiebran la confianza en los profesionales y perjudican a los ciudadanos que, a buen seguro, no querrán ser asistidos por intolerantes pendencieros. Ésa es la imagen que están dando ciertos representantes profesionales.

No son por tanto tiempos para inventar la rueda. Cuando un sistema ha venido funcionando a lo largo de décadas sin generar grandes problemas, fruto del trabajo en armonía de quienes deben en última instancia responder ante el paciente, no es de recibo que injerencias externas e internas, que no persiguen otra cosa que notoriedad e intereses propios, vengan a distorsionar lo que bien funciona.

Dejemos en manos de los profesionales lo que durante tantos años han sabido gestionar correctamente y no continuemos con la tendencia a legislar cualquier parcela de la vida, de la actividad de las personas, porque lo que realmente necesitamos es menos burocracia y más eficiencia, menos intervención y más responsabilidad y autocontrol profesional, menos legislación y más educación.

Gratitud a los médicos y enfermeros que en perfecta armonía, a lo largo de los tiempos, vienen asistiendo con dignidad, profesionalidad y cariño a los pacientes que se le han encomendado.