Jesús Fonseca
Los 79 años de la Reina
Acaba de cumplirlos. Pero cuando alguien pregunta a Doña Sofía qué se siente al llegar a esa edad, la Reina responde con una sonrisa: «es como si fuera otra persona la que los cumple, y no yo», mientras pone un gesto de extrañeza, y ríe a gusto. La verdad es que se le ve estupenda. Como si los años no pasaran por ella. No sé si serán las prácticas de pilates que hace todos los días, o esa dieta basada en verduras y algún trocito de pescado, que va de boca en boca. Pero, a la vista está que tiene una salud de hierro. Una vitalidad que ya quisiéramos algunos. España ha tenido dos soberanas ciertamente grandes. Isabel la Católica y Sofía de Grecia. La Reina continúa acudiendo adonde su corazón y su obligación le llevan, como hace unas semanas, cuando se trasladó a Serbia, para participar en la boda de su ahijado, el príncipe Felipe de Yugoslavia; o al Escorial, para presidir el concierto de la fundación que lleva su nombre, dedicada a hacer el bien a manos llenas. Hace apenas quince días, representó a la Casa Real en Tailandia, durante las exequias por el rey Bhumibol. Doña Sofía, que participa en al menos cuatro proyectos humanitarios en ese país, es muy querida allí. Los españoles la veneramos con entusiasmo. No me atrevería yo a decir que está exactamente igual que hace diez años, como se ha insinuado estos días, pero la verdad es que da gusto verla con ese saber estar; tan ágil y pendiente de todo aquello que afecta a la felicidad de sus compatriotas. Esta Reina tiene ese no sé qué que se halla por ventura, que dicen las gentes de la tierra adentro, y que consiste en una admirable capacidad de vínculo emocional con los demás. Representa como nadie la solidaridad, desde una forma muy personal de comprometerse y hacer las cosas. A Doña Sofía le debemos mucho. Ha sabido abrirse su propio espacio de forma admirable. A través de sus actos, esta Reina ha conectado la Monarquía con la eficacia de su trabajo y la entrega al bienestar de muchos. Ella observa, se adapta; huye de artificios y extravagancias y sigue mostrando ese porte, esa elegancia que tanto gusta, dentro y fuera de nuestro país. Doña Sofía es como es, en su aspecto más completo, más fresco, más normal. Con sus luces y sus sombras. No tiene tres ni revés. Está entrenada en los detalles. Huele lo esencial. Mujer sensible y culta, cumple 79 años en plena forma. Dicen quienes están cerca de ella, que la Reina Sofía —una abuela tierna y cariñosa, esposa y madre ejemplar— se cuida por dentro y por fuera, para estar ahí y ser útil. Conoce la gloria y se ha asomado a la desgracia. Sabe ser buena con los buenos y compasiva con los malintencionados. Y, lo que más importa: acude allá donde su presencia pueda aliviar o aligerar cualquier carga.
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