Real Madrid
Adiós Zizou
El jueves, a eso de las una del mediodía, él iba escuchando la radio en el coche. Cuando lo oyó tuvo que aparcar un momento. Se quedó quieto unos segundos, miró hacia delante y le salió un pequeño suspiro. Arrancó y siguió.
A esa hora, ella mandaba un email desde la oficina, con la radio encendida. Cuando lo oyó, levantó los dedos del teclado durante un segundo porque se lo olvidó que palabra iba a escribir. Miraba los dedos y las teclas con las letras justo debajo, separados por milímetros, suspendidas las yemas de los dedos en el aire. Ella miraba. Luego siguió escribiendo.
Recuerda que habían pasado a la una cuando estaba enfrente del carnicero, decidiendo entre las salchichas y los filetes de pollo, en una mano el carro lleno de fruta. “Que se va, el tío”, dijo el pescadero, desde el otro lado y él, en la carnicería, lo miró sin expresión en la cara, como quien no entiende nada. No compró carne. Cogió una bolsa de ensalada preparada y se fue a la cola.
En la salita del médico, con su madre, el número de espera en la mano y con la camiseta del Madrid, ella miraba los mensajes de móvil. Le ardía el estómago desde hace un par de días y llevaban ya una hora esperando. Chateaba con las amigas, miraba vídeos de youtube. Más o menos sería la una cuando le llegó el whatsapp. Miró a su madre, que había salido de la oficina para acompañarla y que trabaja desde el médico, con el móvil. “Que se va, mamá, que se marcha”. Su madre la miró, como sólo miran las madres. “¿Cómo?”, “que se va”. Salió su número. Les tocaba. “Todo irá bien, hija”.
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