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Un día tonto lo tiene cualquiera
¿Has visto el vídeo de arriba? ¿No? Venga que me espero (...) ¿Ya? Lo estás viendo otra vez ¿verdad? Lo intuía. No sé qué es peor, si la cara del aguerrido hombre cuando se da cuenta de que ha hecho el «tolai» en vivo y en directo o la mirada de soslayo del bombero en plan «¿y éste?».
Cuánto más lo veo más dudas me surgen: ¿De qué narices está hecho el dichoso candado, de criptonita?, ¿qué hace una puerta cerrada a cal y canto en medio de la nada?, ¿si el incendio está a medio kilómetro, que hace el cámara grabando un primer plano de la puerta?, ¿debería dejar de ver el vídeo y trabajar? Efectivamente, no hay respuesta para ninguna de estas preguntas.
Y es que un día tonto lo tiene cualquiera, hasta yo. Y si hablamos de puertas, ni te cuento. Para mí los carteles de «tirar» o «empujar» que colocan en muchas de ellas son meros adornos. Y no te digo nada si pone «pull» o «push»... ¿Qué vamos de cosmopolitas?. Basta que empujes una puerta para que haya que tirar y viceversa. Si es de cristal, la leche te la metes fijo. Además de que siempre sueles ir acompañada de un pepito grillo que te dice entre risitas: «Pone tirar»... Y qué, yo tiro cuando quiero.
Por no hablar de las típicas que tienen todas las farmacias, las que se abren solas. Te acercas, pisas en una alfombrita y se abre. Menos cuando pisas tú. Ya puedes saltar y patalear encima que la endemoniada puerta ni se inmuta. Entonces vuelve el grillo de antes y te dice: «Tienes que llamar al timbre para que te abran»...¿Qué timbre? El que está ahí, en el rincón ¿Qué pasa que lo sabes todo?.
Mi última hazaña tiene lugar en la cafetería de un hospital. Quince minutos estuve intentando abrir la puerta mientras la gente que ya estaba dentro me miraba. Daba igual que empujara, que tirara, que saltara... y sí, habéis acertado, el bicho verde que suele darme por saco no estaba. Ya me iba con la misma cara de «tolai» que el señor del vídeo cuando a dos metros sobre mí veo un cartel pegado con celofán: «Los fines de semana, entrada lateral». Os diré una cosa, el café estaba bastante cargado.
Algunos pensarán «esta mujer es tonta», puede ser. Mi teoría es que tengo tantas cosas en la cabeza que ya no entra ni una más. Aunque no descarto lo de la tontuna.
Y si algunos tenemos el día tonto, otros simplemente «tienen el día»:
Vale que vayas borracho, vale que no te des cuenta de que hay un hueco abierto justo al lado, vale que no seas ágil y trepes cual ardilla, pero que no veas que esa barriga no pasa por la verja. Si ya es raro que te entre la cabeza -a mí ni de coña- imagínate la panza. Y pinta de contorsionista no le veo mucha. ¿Lo mejor? Ese momento Escarlata O'Hara en «Lo que el viento se llevó» cuando mira al cielo y clama: «¡Dios, remátame aquí mismo!».
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