
Accidente aéreo
Memoria en la niebla: 45 años de uno de los accidente aéreos más mortíferos y menos conocidos de España
El impacto fue devastador y ninguno de los 146 tripulantes sobrevivió

Hoy se cumplen 45 años del que aún permanece como uno de los accidentes aéreos más dolorosos en la historia de la aviación civil en Canarias y de los menos conocidos de España: el siniestro del vuelo de la compañía británica Dan-Air, que costó la vida a las 146 personas a bordo de un Boeing 727. Aquel 25 de abril de 1980, la montaña conocida como El Diablillo, en el noreste de Tenerife, se convirtió en el último escenario de un vuelo que jamás alcanzó su destino.
El avión, que realizaba una maniobra de aproximación al aeropuerto de Los Rodeos (actual Tenerife Norte), recibió instrucciones de la torre de control para mantenerse en espera mientras otra aeronave completaba su aterrizaje. Sin embargo, por causas que aún hoy no han sido plenamente esclarecidas, y debido a lo que los informes describieron como un desafortunado "despiste", el comandante modificó la ruta de espera hacia una trayectoria alternativa que lo llevó a atravesar las montañas de La Esperanza y las cumbres de Güímar, pasando por la zona de Las Lagunetas.
Aquella ruta, combinada con una densa bruma -algo habitual en Tenerife Norte-, una visibilidad prácticamente nula y sistemas de navegación aún rudimentarios para los estándares actuales, resultó fatal. El avión impactó contra una colina en el sector conocido como El Diablillo. Estuvo a tan solo 50 metros -una distancia ínfima en términos de navegación aérea- de superar el obstáculo. De haberlo logrado, habría accedido a un valle que le habría permitido ganar altitud y completar la maniobra de retorno sin incidentes.
El impacto fue devastador. La aeronave quedó desintegrada en múltiples fragmentos, dispersos por una extensa área de ladera y cumbre, dejando un escenario de horror y desolación. No hubo supervivientes. La magnitud de la colisión, unida a la complejidad del terreno y las limitaciones tecnológicas de los equipos de rescate de la época, dificultaron enormemente la recuperación total de los restos. Incluso hoy, más de cuatro décadas después, aún pueden encontrarse vestigios del accidente entre la maleza y las piedras.
El Gobierno del Reino Unido señaló como uno de los factores que contribuyeron al accidente la falta de claridad en las indicaciones del controlador aéreo, a quien se le atribuyó no haber especificado una altitud mínima para el procedimiento de espera. Por su parte, la Comisión encargada de investigar el siniestro concluyó, en su informe del 20 de julio de 1981, que el accidente fue consecuencia de fallos en la navegación por parte de la tripulación y de una interpretación deficiente de las instrucciones emitidas por el control aéreo español por parte de los pilotos británicos.
Este aniversario se convierte en una ocasión para el recuerdo y el homenaje. Un memorial sencillo pero sentido se alza en honor a las víctimas, un gesto de memoria que busca no dejar en el olvido aquel trágico día. Porque la historia de la aviación no solo se escribe en los cielos, sino también en las cicatrices que deja esta tierra canaria que ya se ha cobrado innumerables víctimas desde las aeronaves que viajan por los cielos.
Hoy, Tenerife recuerda. Y en ese recuerdo, el eco del Diablillo sigue resonando con respeto y dolor.
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