Valladolid

Mujeres brújula

“Porque no sé si sabías, amable lector, que son las hijas las que mantienen a raya a los padres. ¡Que me lo digan a mí!”

La autora Isabel Sánchez Serrano
La autora Isabel Sánchez SerranoOpus Dei

Vivimos días de extravío y precisamos de brújulas. Pero no de hojalata, sino de carne y hueso, que nos den holgura y sean como una llama al viento. Mujeres y hombres capaces de aupar la esperanza, alumbrar y dar reciedumbre a nuestras vidas, desde el liderazgo callejero. Es lo que hace Isabel Sánchez Serrano, murciana que carga una apretada mochila cultural a sus espaldas; pero que, como nunca se es perfecto, es la mandamás de las mujeres que asesoran al prelado del Opus Dei y no le dejan pasar una. Porque no sé si sabías, amable lector, que son las hijas las que mantienen a raya a los padres. ¡Que me lo digan a mí!

La gente está convencida de que, en el Opus, mandan los hombres; algo que es falso, como la falsa moneda que de mano en mano va y ninguno se la queda. Aún desde fuera —como es mi caso—, cuando los conoces, ves enseguida que son ellas las que tienen la sartén por el mango. Lo que pasa es que, más listas que los conejos, lo disimulan. Hasta a los curas los ponen en su sitio, si hace falta. Vamos que las señoras determinan una barbaridad en este movimiento universal de fieles.

Me basta con observar a las amigas que tengo ahí dentro: mujeres de buen ver y super preparadas en lo profesional, sello de identidad de esta institución. Nada parecido a la imagen que circula, aunque cada vez menos; pues como advierte la de Ávila, «la verdad padece, pero no perece». El caso es que, esta talentosa hija de Escrivá, ha reunido en la editorial Espasa, las voces de 75 mujeres de los cinco continentes, empeñadas en hacer más vividero el día a día.

Asegura la autora de Mujeres brújula en un bosque de retos, un título inacabable —con la mitad hubiéramos tenido bastante—, que escucharlas y convivir con ellas, le ha enseñado que la fragilidad, y hasta el error, ayudan a crecer juntos. La prueba: este puñado de valientes, que acompañan hasta su último aliento a un contagiado de Covid-19, atizan la vida en las periferias, caldean corazones y hacen el bien a manos llenas.