
Cultura
A caballo entre el horror y el deleite
El artista salmantino Manuel A. García Iglesias difumina en las páginas de su novela gráfica ‘Eternidad’, que adapta un relato de Ricardo Menéndez Salmón, la frontera entre la crueldad del ser humano y la belleza de su creación artística

Bajo cero. Por invierno y por frialdad. Con la piel cubierta por la escarcha a la cruda intemperie de la vasta estepa soviética. Con el corazón congelado ante la fría barbarie del ser humano. El gélido horror de la guerra. La nieve. En plena operación Barbarroja, mientras las tropas alemanas marchan sobre Stalingrado, impregnando el hielo con la muerte. Justo ahí, como de repente, se prende, con cierta timidez, una llama de esperanza, de sosiego espiritual. Una tenue melodía contradictoria en la que emerge, sucinta, la cálida belleza de la creación artística. La música clásica frente a la guerra.
Por el agitado estrecho de esta dicotomía navega el artista salmantino Manuel A. García Iglesias a bordo de ‘Eternidad’, publicación de la editorial Cartem. Se trata de una novela gráfica, un cómic, o un “álbum” como prefiere llamarlo, en el que, más que contar, trata de sugerir. A través de sus acrílicos, adapta un relato de homónimo de Ricardo Menéndez Salmón, en el que afronta, como asunto de fondo, la maldad humana. La guerra como “decorado” y la música clásica como “nexo romántico hacia el idealismo alemán”.
En un “juego de metalenguaje”, la historieta transcurre a través de los recuerdos de un veterano de la División Azul, representado por el padre de García Iglesias, quien transmite a un reportero, cuyas facciones se asemejan al creador de cómic Rubén Pellejero, sus peripecias en plena campaña rusa bajo el mando del teniente Baumann. Cada noche, allí donde hubiera caído su menguante pelotón pertrechado de fusil, dirigía un cuarteto de militares nazis que interpretaba música de Schubert. La narrativa se centra en el hecho “sobrenatural, fantástico” de la atención de los caballos, embelesados por las notas.
“No es un relato donde van sucediendo grandes acontecimientos salvo los que el lector pueda llegar a pensar”, explica a Ical el autor, reforzando un concepto que, matiza, emana de la propia riqueza literaria de Menéndez Salmón. “La guerra es un trasfondo derivado del mal, que tiene su simbología, como la tiene la nieve, que aparece bastante, y muchos otros contenidos”, reflexiona García Iglesias sobre los elementos que inspiran la narrativa, cuya fuerza estriba en el impacto visual de sus dibujos, a caballo entre lo pictórico y la viñeta.
Sugerir sin contar
El autor ahonda en la dicotomía entre el horror y la belleza. “Es algo que está muy presente en el álbum, con el mito del Dr. Jekyll y Mr. Hyde o de esa cosa, de esa característica del ser humano, que ya se explica en el prefacio, que es la de ser capaz de lo peor y lo mejor. Es decir, en este caso pues corresponde también con algunas teorías románticas o del idealismo alemán que hablan del arte como consuelo, que es tan importante, y en este caso se escenifica esa presencia del mal y también de la belleza a la que atienden los caballos desde su lado irracional”, reflexiona.
Un trabajo que, según recuerda, aunque estuvo a punto de ganar algún premio importante, estuvo una década en ‘standby’ a la espera de editor, y que, tristemente, vio a luz tras la muerte de su padre. Es la razón por la que, según recalca, se afana en imprimir mayor hiperrealismo a su figura, rehecha en la última fase justo antes de su publicación, y que se separa, en cierto modo, del resto de la obra, donde, por el contrario, busca escapar de un alto grado de definición, que solo aplica en momentos concretos, con la intención de insinuar.
No en vano, el propio rostro del teniente Baumann muta entre unas secuencias y otras, por sugerencia, según reconoce, del autor del relato original, Menéndez Salmón. “Al César lo que es del César, faltaría más. La idea era que se le estuviera moviendo la cara, como en los retratos de Bacon. De ahí que nunca tenga el mismo rostro. Cosa que me parece alucinante. En un mundo donde se identifica uno con el protagonista o con el personaje clave que tiene que repetirse, en su gestualidad, aquí es, más que nada, la expresividad supuestamente del mal”, matiza.
Así, García Iglesias parte de acrílicos y lo combina con edición digital. “Hay una especie de composición, de equilibrio visual en el que que la imagen por ordenador no pega con la imagen, digamos, tradicional y analógica en su escaneo. Entonces ese juego lo probé en ‘Eternidad’ incluso sin darme cuenta. Y es una cosa que me gusta bastante desde el punto de vista de la técnica. Pero sobre todo también por buscar un poco diluir la imagen, buscar también la sugerencia, esa ambigüedad”, añade.
El mercado cultural
En ‘Eternidad’ subyace una intención, según reconoce el autor, que define, en cierto modo, como “renegar del best seller”, en el sentido de otorgar mayor valor a la literatura que el del mero entretenimiento. “Esto lo he hablado muchas veces con amigos dibujantes, que la creación actual se basa en la complacencia a los mercados y la autocensura. Por eso esa capacidad de generar, precisamente, que no todo esté cerrado. La ambigüedad. Antes que la verdad, es la verosimilitud”, reflexiona García Iglesias.
Dentro de una industria en la que, según denuncia, es difícil subsistir. De hecho, atendiendo al “boom” literario de los últimos años, recuerda que el Ministerio de Cultura convoca subvenciones públicas para creadores que, desde su punto de vista, suponen un reconocimiento tácito de su precariedad. “Otra cosa son los editores”, insinúa. “Hasta personas con cierto nombre tienen que estar moviéndose continuamente. Tienes que diversificarte y empezar a hacer diseño, empezar a hacer cualquier otro tipo de cosa relacionada con la imagen”, sostiene.
Es una de las razones por las que concurre en concursos competitivos públicos para acceder a encargos institucionales. “Gané uno de novela gráfica social, de Divina Pastora, que versaba sobre la esquizofrenia de un amigo de carrera. Ahí me descubrí bastante, me liberé de muchas cosas que había hecho antes. Y me volví, bueno, por qué no decirlo, más autor para mí mismo. Me despreocupé de todos aquellos anhelos que tenía, de dominar la anatomía para ser algún día dibujante de superhéroes”, reconoce.
Por esta razón, sostiene que, en esencia, es un trabajo vocacional, nunca mejor dicho, “por amor al arte”. Lo próximo, avanza, es un club de lectora en la biblioteca municipal de La Casa de las Conchas, que ha solicitado una veintena de ejemplares de ‘Eternidad’ para trabajar con la obra. Tras una trayectoria de brega en la industria cultural que le ha llevado, por ejemplo, a migrar a Suiza, o a estabilizarse durante unas dos décadas en Gijón, García Iglesias vuelve a ser profeta en su tierra, de nuevo en Salamanca.
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