Tradiciones

Castilla y León protege sus Mascaradas

La Junta declara estas celebraciones Bien de Interés Cultural de carácter inmaterial.

GRAF2463. SANZOLES (ZAMORA), 26/12/2021.- El estrafalario personaje de El Zangarrón ha abierto este domingo con sus carreras por las calles de Sanzoles (Zamora) el ciclo de mascaradas de invierno de la provincia de Zamora. EFE/ Mariam A. Montesinos
GRAF2463. SANZOLES (ZAMORA), 26/12/2021.- El estrafalario personaje de El Zangarrón ha abierto este domingo con sus carreras por las calles de Sanzoles (Zamora) el ciclo de mascaradas de invierno de la provincia de Zamora. EFE/ Mariam A. MontesinosMariam A. MontesinosAgencia EFE

Castilla y León protege sus tradiciones más ancestrales y arraigadas entre la población, como son sus mascaradas que se han declarado este juves durante la reunión del Consejo de Gobierno como Bien de Interés Cultural de carácter inmaterial. La mayoría de ellas se celebran en invierno, a principios de año y en fechas cercanas al Carnaval, pero también en la Pascua de Resurrección o el Corpus Chiristi.

Con la denominación de Mascaradas en Castilla y León, se agrupan un conjunto excepcional, diverso y complejo de manifestaciones festivas que se celebran en pequeñas comunidades rurales de la Región, en las que la máscara se configura como elemento definidor del personaje ritual que interviene e interactúa con otros personajes, convecinos o espectadores, en diversas escenificaciones o representaciones de carácter teatral.

Unas tradiciones que, además, suponen un revulsivo económico para los lugares en los que se celebran aparte de lo que supone para estos lugares dar a conocer su patrimonio y conservarlo para generaciones futuras.

Y como elemento común el ámbito espacial de celebración de las mascaradas en cada localidad, son las plazas y las calles a través de las que se realizan los recorridos y representaciones, dando lugar en algunos casos a la entrada de los personajes en los templos parroquiales o ermitas.

Las mascaradas simbolizan un rito de paso de la juventud a la vida adulta, una implicación en la comunidad mediante la realización de trabajos agrícolas y el mantenimiento de instalaciones comunes, actividades que identifica a la colectividad y que les une con sus antepasados, recogiendo la memoria y las prácticas culturales que han visto y en la que han participado desde niños y que a su vez transmitirán a las generaciones siguientes.

Tradicionalmente eran unas fiestas que organizaban los jóvenes, los mozos o los denominados quintos, en una representación de las actividades fundamentales del pueblo, como rito de paso a la vida adulta en la que estos jóvenes son validados y legitimados por la propia comunidad para dar continuidad a la vida y a la historia del lugar en el que nacieron ellos o sus antepasados.

Las mascaradas han evolucionado a lo largo del tiempo y continúan evolucionando sin perder su esencia, adaptando los rituales festivos a los actuales modos de vida, en función de la propia estructura y organización social.

Cada mascarada tiene sus propias características y distintos grados de arraigo y reconocimiento en cada una de las localidades y en su conjunto constituyen manifestaciones culturales vivas, representativas de la identidad de diversos colectivos vinculados a poblaciones rurales, con un importante contenido simbólico e integradas por un conjunto de acciones que potencia la cohesión social y muestra la riqueza creativa transmitida a lo largo del tiempo.

La máscara receptora del espíritu y energía de los antepasados, es el elemento indispensable y definitorio de estas celebraciones; y detrás de la máscara la persona que la porta desaparece, se transmuta para relacionarse con la divinidad.

En algunas localidades esta máscara ha sido sustituida por el rostro pintado que cumple las mismas funciones y simbolismo; y los colores predominantes son el negro y el rojo como símbolo de lo demoniaco y de la sangre y la vida, respectivamente.

En las mascaradas intervienen diferentes y distinto número de personajes, en primer lugar los diablos, que aparecen con distintos nombres como Zangarrones, Zamarrones, Zarragones, Zarrones, Zaharrones, Cigarrones, Botargas o Birrias, entre otros, y se les considera como representantes del mal que atacan y se defienden con diversos instrumentos.

Estos personajes malignos suelen tener una pareja femenina, que en algunas comarcas se denomina Filandorra o Hilandera, por llevar huso y rueca. En algunas localidades se interpreta como la mujer del diablo y en otras ocasiones como una mujer de mala vida o como madre soltera acompañada de un soldado protector o vigilante o como bruja acompañante del diablo.

Tradicional mascarada de Riaño, conocida como antruido, con el desfile de La Mojiganga y quema de La Choza al anochecer
Tradicional mascarada de Riaño, conocida como antruido, con el desfile de La Mojiganga y quema de La Choza al anochecerCAMPILLOAgencia ICAL

Estos personajes malignos suelen ir acompañados de personajes secundarios, los Galanes, Madama, Bailador y Bailadora, Novio y Novia. Representan la bondad y el bien, bailando en diferentes momentos o realizando caricias o simulaciones de acto sexual, como símbolo de propiciatorio de la fertilidad.

En este grupo está también la Pareja del Ciego y su Lazarillo, que suele denominarse Molacillo o Criado. Se dedican a cantar coplas y cantares con referencias a los sucesos acontecidos a lo largo del año con tono satírico o burlesco y a veces, también intentan venderlas mendigando por la localidad.

También se representa la figura del labrador y el pastor como representantes de ritos propiciatorios de la fertilidad de la tierra y los animales, como la vaca y la vaquilla