Política
Domar Indignados
"La política actual es puro aspaviento -pura pataleta-"
A Mariano Rajoy le preguntaron si creía que sus interrogadores eran tontos. Y él, con ese aplomo de jurista gallego que ha visto pasar demasiadas tormentas como para mojarse por una insignificante llovizna parlamentaria, contestó: «No voy a responder a si creo que son ustedes tontos, no se trata de crear mal ambiente».
Ahí radica la diferencia entre un político y un superviviente. El político se defiende; el superviviente observa con paciencia infinita cómo sus adversarios se desangran en su propia torpeza, con una media sonrisa y un leve arqueo de cejas. El político entra al trapo; el superviviente espera a que el toro embista y, cuando el animal ya está exhausto de tanto cornear el aire, le da una palmadita en el lomo y se marcha a comer.
Así se plantó Rajoy en la comisión de investigación sobre la “operación Cataluña”. Frente a él, unos cuantos diputados oscilaban entre la indignación teatral y el tropezón dialéctico. Pero Rajoy es Rajoy. Simplemente les observaba con la condescendencia de un profesor que ya ha visto a demasiados alumnos hacer el ridículo con el examen en blanco.
La política actual es puro aspaviento -pura pataleta-. Pero ahí, ante el reality, sin enfados, sin hiperventilaciones, sin aporrear la mesa ni subir el tono de voz, Rajoy fue dejando respuestas de órdago. Porque Rajoy, a diferencia de algunos de sus interrogadores, sabe que en política el histrionismo es de aficionados y que los veteranos sólo se alteran cuando el camarero tarda demasiado en traer la cuenta.
Ione Belarra, por ejemplo, le preguntó que si eran tontos y salió con una respuesta que le dejó pensativa. Rufián hizo de Rufián, con su guion de siempre, pero con menos chispa que en otras ocasiones. Y los demás, esperaban a un Rajoy dubitativo y encontraron a un Rajoy divertido -gracejo-.
Y es que el expresidente nunca ha sido un político de barricada. Es un vestigio de otra época: la de los que saben que se puede ganar un debate sin gritar, que se puede desmontar un argumento con una frase irónica, que se puede esquivar la trampa sin necesidad de pisotear a nadie.
Rajoy se fue de la comisión como llegó: sin despeinarse. Mariano siempre ha sabido domar indignados. Dejó tras de sí un recordatorio de que en política no gana el que más grita y que la paciencia vence al estrépito. Personalmente, le echo de menos.