Sociedad

¿Dónde se encuentra la farmacia más antigua de España?

Está situada en un pequeño pueblo y fue fundada a finales del siglo XVII

Farmacia más antigua que opera en España
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Quién en su barrio o en su pueblo no tiene una farmacia al que uno acude cuando tiene algún malestar. Pues la más antigua en funcionamiento en España se encuentra en un pequeño pueblo. Es en el siglo XII cuando se tienen los primeros indicios de la existenciade farmacias como lugar físico en que se dispensan medicamentos. Es en 1221 cuando se tiene constancia de la primera farmacia de Europa llamada Farmacia de Santa María Novella creada por los frailes dominicos en la convento de Santa María Novella en Florencia (Italia). Estos frailes cultivaban hierbas y plantas y elaboraban medicinas y ungüentos para la enfermería del convento.

Unos años más tarde, en 1317 se creó un hospital y una botica en el interior del monasterio franciscano de Dubrovnik, en la ciudad homónima (Croacia). Inicialmente creados para los monjes franciscanos enfermos, posteriormente fueron abiertos a la población de la ciudad.

La Farmacia del Ayuntamiento de Tallin (Estonia) es la farmacia más antigua en Europa que todavía está en funcionamiento desde 1422. También es la empresa comercial y el establecimiento médico más antiguo de Tallin.

En España, la Farmacia Esteve de Llivia, localizada en el municipio de Llivia (España), es una farmacia fundada a principios del siglo XV​ que actualmente es un museo con una colección de albarelos de los siglos XVI y XVII, una biblioteca, instrumentos de laboratorio, medicamentos antiguos, preparados, recetarios, etc. Probablemente es la farmacia más antigua que se ha conservado en Europa, y que dio paso a la botica española que está en funcionamiento, y que se sitúa en la localidad burgalesa de Peñaranda de Duero. A finales del siglo XVII, más concretamente Andrés Ximeno Camarero instaló una botica en este pueblo burgalés con la intención de que, en ella, ejerciese su hijo, Lucas Ximeno Briongos, boticario examinado en el Tribunal del Real Proto-Medicato de Madrid. Tal y como correspondía a la época, el establecimiento se acondicionó con el uso y las necesidades de aquel tiempo y las exigencias de las ordenanzas de farmacia entonces vigentes, es decir, disponiendo un sinnúmero de material, utensilios, instrumentos y medicamentos en cinco dependencias bien diferenciadas: botica, rebotica, laboratorio, almacén y jardín.

Hoy, a pesar del tiempo o, quizás, gracias a ello, la botica de Lucas Ximeno sigue siendo la farmacia del pueblo y, aunque las viejas recetas han sido sustituidas por los modernos reactivos, el aroma de hace tres siglos permanece cuando el vecino del pueblo o el visitante traspasa la puerta de entrada. Por fortuna, la saga de los Ximeno ha sido capaz de mantener el mismo oficio de padres a hijos, durante ocho generaciones, y, con el cariño propio de aquello que ha crecido junto con la familia, no sólo mantienen la farmacia abierta al público, sino que conservan todo el sabor y los instrumentos de antaño.

 

El establecimiento, que se ha convertido en comercio y reclamo turístico, está dividido en varias partes: en primer lugar está la botica que es donde actualmente se venden los productos y donde, antiguamente, se preparaban para su posterior comercialización.

En segundo lugar la rebotica, que es básicamente la parte trasera de la botica, donde se guardan los medicamentos. En tercer lugar el laboratorio donde se lleva a cabo la producción de los medicamentos, envasado, etiquetado, etc.

Y por último, pero muy importante, el jardín con plantas medicinales. Esto es algo que sobre todo se identifica con las farmacias de antaño y por tanto hace una función muy turística ya que los que visitan el museo/farmacia disfrutan descubriendo el gran abanico de plantas medicinales de este jardín.

Las visitas a este museo dependen en gran parte de la demanda farmacéutica puesto que no hay que olvidar que es una propiedad privada y la actual farmacia de Peñaranda del Duero. Cierran los sábados, domingos y demás días festivos.

La botica es un gran reclamo turístico, pero Peñaranda de Duero cuenta con otra serie de atractivos. La localidad burgalesa se halla emplazada en la margen derecha del río Arandilla, afluente del Duero, punto de contacto entre la fértil vega del Duero y las primeras estribaciones de la Demanda. Etimológicamente, su nombre significa ciudad de la peña y el río, lo cual alude a su emplazamiento de carácter estratégico en lo alto de un cerro. La localidad aparece por primera vez mencionada en torno al año 1000 por su condición de plaza fuerte defensiva. En un principio formó parte del alfoz de Clunia. Más tarde fue considerada aldea de San Esteban de Gormaz; después perteneció a la provincia de Segovia, hasta que, en el siglo XIX, se integró en la de Burgos.

A comienzos del siglo XIV, una vez asegurado el dominio castellano, Fernando IV entregó la villa a Fernán Ruiz de Amaya, quien, a su vez, la venderá al infante Don Pedro, hijo de Sancho IV, en 1311. En tiempos de Alfonso XI, la villa queda vinculada a la familia Avellaneda, Condes de Miranda, los cuales contribuyeron notablemente al enriquecimiento del municipio mediante la construcción de las principales obras arquitectónicas.

El pueblo presenta un casco medieval de planta alargada, en la que se distribuyen mezclados los edificios religiosos y señoriales con el resto del caserío.Asentado directamente sobre la roca y dominando el espacio circundante, se halla el castillo de Peñaranda, nacido con fines defensivos en los siglos altomedievales, aunque los restos actuales haya que datarlos en el siglo XV.

 

Asimismo, existió una muralla que rodeaba casi todo el municipo. La parte más antigua iba desde el palacio de los condes hasta el Este del pueblo, y desde aquí enlazaba con el castillo. Cuando se construyó el palacio, se completó el trazado hasta unirse con el otro extremo de la fortaleza. En la actualidad, queda un buen paramento que bordea la carretera y dos de las tres puertas de acceso a la villa, el “Arco de las Monjas”, y la que da entrada a la Plaza Mayor.

Las viviendas populares, unas de las más bellas y conocidas de La Ribera, están construidas con adobe y entramado de madera, de poca profundidad y dos plantas, más un sobrado abuhardillado. La planta baja se destinaba a lagar y otros menesteres, mientras que la superior albergaba la cocina y los dormitorios. También contaba con sótano para acceder a las bodegas subterráneas que se distribuyen por todo el espacio urbano. En la fachada principal era muy común la existencia de balcones de madera, algunos de gran tamaño, a modo de solanas.

Nada más atravesar una de las puertas de la muralla, sobresale por su belleza la Plaza Mayor, obra del siglo XVI, con casas con soportales. En uno de sus extremos sigue manando agua de una antiquísima fuente ya existente en la decimosexta centuria y reparada por Alonso Gil en 1663.

En este singular espacio se reúnen los principales atractivos de la villa: la esbelta Colegiata de Santa Ana, el palacio de los Condes de Miranda, también llamado Palacio de Avellaneda, y el hermoso rollo de justicia.

Presidiendo la plaza se alza majestuosa la fachada principal de la que fuera Colegiata Abacial de Santa Ana gracias a la Bula Pontifica concedida por Paulo V. La otra gran joya arquitectónica la constituye el Palacio de Avellaneda, encargada por Don Francisco de Zúñiga y Avellaneda, tercer Conde de Miranda, a comienzos del siglo XVI, considerada como una de las mejores obras renacentistas de la comarca. Tampoco se puede olvidar el rollo gótico trasladado a este lugar en 1959, símbolo de justicia, que destaca por tener una esbeltez y elegancia extraordinarias.

Además de las grandes obras congregadas en la Plaza Mayor de Peñaranda, merecen ser mencionados otros edificios religiosos importantes situados en las afueras. Entre ellos se encuentra el convento de las Madres Franciscanas Concepcionistas, fundado por los Condes de Miranda en 1558, con un destacado techo artesonado de estilo mudéjar. Estos ilustres personajes también contribuyeron a la construcción del Hospital de la Piedad, con el fin de asistir a los enfermos, pobres y desvalidos del pueblo y de la comarca.

Asimismo, en el siglo XVI fue fundado el Convento del Carmen por don Juan de Zúñiga y Avellaneda, típico edificio carmelitano en cuya fachada aparece la imagen del Santo patrono flanqueada por monumentales columnas y dos grandes escudos de los fundadores. En su interior se custodian interesantes retablos y pinturas del siglo XVII.