Sociedad
Día de Todos los Santos: La histórica villa que alberga el primer cementerio civil de España
El camposanto lo impulsó el Rey Carlos III
Este 1 de noviembre, España vuelve a estar de fiesta. Nuestro país conmemora el Día de Todos los Santos, y los españoles vuelven a rendir homenaje a sus seres queridos, que ya no están entre nosotros. No es España el único país que lo celebra, pero si uno de los que más respeta este rito que busca honrar a todos los santos que han existido a lo largo de la historia e incluso aquellas almas que ya han pasado el purgatorio y se encuentran en el reino de los cielos.
Acercarse a los camposantos con un ramo de flores es los más típico. Pero esta tradición no es de los últimos años, en realidad se remonta a hace casi 1.300 años. El impulsor de la medida fue el Papa Gregorio III, que durante su tiempo de pontífice (731-741) consagró una capilla en la Basílica de San Pedro en honor de todos los Santos.
De esta forma, se buscaba que todos los santos fueran venerados al menos un día al año. Años más tarde, a mediados del siglo IX, el Papa Gregorio IV, en tiempos de Luis El Piadoso (emperador de Occidente y rey de los francos), extendió su celebración a toda la Iglesia en el año 835. Se cree que la fecha elegida, el 1 de noviembre, fue porque coincidía con una festividad de los pueblos germanos, y en aquellos años el objetivo de la Iglesia era eliminar las celebraciones paganas.
Pero hay un municipio español que celebra esta tradición de una forma muy especial, y no es otro que el cementerio de El Real Sitio de San Ildefonso. Y es que en esta localidad segoviana se construyó el primer camposanto civil de España. Los cementerios civiles se crearon como lugares destinados al enterramiento de suicidas, de no bautizados, de extranjeros y de no católicos.
En 1781 hubo una epidemia de peste en un pueblo del norte de España provocando una gran mortandad entre la población que fue atribuida al hedor intolerable que exhalan los cadáveres sepultados en el atrio de la iglesia parroquial. Este hecho obligó al gobierno de Carlos III a tomar una serie de medidas, entre ellas las de apartar los camposantos de las poblaciones, con el objeto de preservar la salud pública, siendo el Real Sitio de San Ildefonso el primer municipio en realizar las inhumaciones en un cementerio. Desde ese momento, numerosos cementerios civiles tomaron como modelo el de la localidad segoviana y se fueron ubicando en lugares apartados de las poblaciones, bien ventilados, cercados y con una capilla en el interior, además de un osario.
El 9 de febrero de 1785 Carlos III firmaba, en el Pardo, el Reglamento del Cementerio del Real Sitio de San Ildefonso por el que se debían regir los nuevos enterramientos en el Municipio. «Todos los cadáveres de personas que fallezcan en el Real Sitio de San Ildefonso, de cualquier estado y dignidad que sean, se entierren en el cementerio construido extramuros de él», rezaba el artículo primero del mencionado reglamento que ya subrayaba la obligatoriedad y la universalidad de una medida que en aquella época levantaba ampollas. De esta forma, se prohibió las inhumaciones en los interiores de las iglesias así como en el Campo Santo de la Iglesia de Nuestra Señora del Rosario que hasta entonces había sido utilizado para ello.
El objetivo de Carlos III y su gobierno, enmarcado en el movimiento ilustrado de la época era claro: aislar a los muertos de la población. La elección del lugar para la construcción del primer cementerio civil en España, en el Real Sitio de San Ildefonso, no fue al azar.
El establecimiento definitivo de la Corte, la consolidación del trazado urbanístico, el aumento de la población en torno a la residencia del monarca, la presencia de personalidades importantes del mundo de la Corte y la posibilidad de que alguno de ellos falleciese allí, fueron razones de peso para poner en práctica un nuevo proyecto que colocó al cementerio del Real Sitio en ejemplo arquitectónico para toda España y puede afirmarse que es el cementerio más fiel a los postulados ilustrados.
Este cementerio, no fue el primer cementerio extramuros, pues anterior es por ejemplo el barcelonés de Poblenou, pero sí el primer cementerio civil, junto con el de El Pardo, por depender de la Corona y no de la Iglesia.
En la configuración y estructura del cementerio se pueden distinguir varias etapas, destacando la clasificación de los nichos denominados de Primer Orden (destinados para los Abades del Real Sitio, Prelados con Jurisdicción Episcopal, Grande de España, Ministros de Despacho, Consejeros de Estado, Capitanes Generales, Tenientes y Gentiles Hombres de S.M.), de Segundo Orden ( destinados a Canónigos de cualquier iglesia catedral o colegial, los Consejeros o Ministros de las Audiencias, Gobernadores de los Reales Sitio, Corregidores, Abades Mayores, títulos de Castilla, Mariscales, Brigadieres, Coroneles, Comandante de Armas y Caballeros de alguna Real orden) y de Tercer Orden (destinados a los primeros empleados de S.M. del Real Sitio, jefes y maestros de sus establecimientos y otras personas decentes, adultos y párvulos de honradas y honestas familias).
Entre las personalidades que se hayan enterradas en este Real Sitio podemos hallar a el Conde de Raynaval, embajador del Francia; Don Santos Martín Sedeño, Canónigo Presidente del Cabildo y gobernador Eclesiástico de la Abadía; Don Ricardo Selles de Robles , interventor del Real Patrimonio; José Gras, primer jardinero de Aranjuez; Don Miguel González de Castejón y Elio, profesor de Alfonso XII; Don Juan Abril, coronel que defendió en 1850 el Real Sitio de las tropas francesas.
Dignas de mención son algunas de las inscripciones que rezan en algunas de las lápidas de este camposanto, las de finales del siglo XIX que se encuentran en el interior de la capilla dicen: “Afán y llanto en la vida, en su carrera fugad (sic), aquí principia la paz”, “Aquí vendrás a parar, vivos elegid lugar” o “Padres, esposa, hijos tube (sic), uno a uno los perdí, ya estamos juntos aquí”.
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