Cultura
La "joya románica" del siglo XI que se esconde en uno de los pueblos más bonitos de España
Cuenta con la declaración de Bien de Interés Cultural
La calidad del patrimonio monumental que se puede observar en España se demuestra en los miles de años que llevan con nosotros, a pesar de pasar por guerras, batallas, la dejadez de la mano del hombre, etc. Un ejemplo muy claro es una "joya románica" que "esconde" uno de los pueblos más bonitos de España, y que está considerada como el perfecto ejemplo del Románico castellano.
El primer románico o románico lombardo tiene sobre todo presencia en Cataluña, mientras que el Románico pleno se difundió a partir de las fundaciones de la Orden de Cluny siguiendo el eje del Camino de Santiago. El tardorrománico se prolonga en el siglo XIII, especialmente en construcciones rurales.
El románico español muestra influencias de los estilos «prerrománicos» —principalmente del arte asturiano, pero también del arte visigodo, arte mozárabe o de repoblación— y también del arte andalusí o hispanomusulmán y la arquitectura árabe, tan próxima, sobre todo de los techos de la mezquita de Córdoba y los arcos polilobulados.
El Románico en Castilla y León, que es lo que nos compete en esta ocasión, predominó la planta basilical de tres naves, con la central más alta y ancha, y con triple ábside. En las rutas jacobeas los principales edificios religiosos son urbanos: el monasterio de Santo Domingo de Silos en Burgos, la real basílica de San Isidoro de León (pórtico de 1067), la iglesia de San Martín de Frómista (1066-c.1100) y la catedral de Santiago de Compostela (iniciada en 1075); aunque también las hay rurales ya que se elevaron numerosas iglesias parroquiales, más pequeñas y de una sola nave, como las de San Esteban de Corullón, Santa Marta de Tera o San Esteban de Gormaz.
En algunas zonas, hubo una verdadera fiebre constructiva, como el románico palentino del que hay más de seiscientas iglesias catalogadas. El románico segoviano se caracteriza por sus torres solemnes y por el pórtico de arquerías sobre columnas sencillas o pareadas, que cumplieron una importante función en la vida urbana medieval (San Esteban), según señala Wikipedia.
Destacan asimismo un grupo de iglesias leonesas por sus peculiares cimborrios y cúpulas, denominándose habitualmente el grupo de cimborrios del Duero, compuesto por la catedral de Zamora (1151-1174), la colegiata de Toro (1170-mediado del XIII), la catedral Vieja de Salamanca (fin del XII-1236), y la catedral Vieja de Plasencia (principios del siglo XIII-siglo XV). Algunas iglesias y catedrales, en el siglo XIII, ya anuncian la transición al gótico, como las de Ciudad Rodrigo o Ávila.
Pues de los muchos ejemplos que se pueden observar en Castilla y León, uno de los pueblos más bonitos de España “esconde” una de las “joyas” más espectaculares de este estilo. En la parte más alta de la espectacular localidad segoviana de Sepúlveda se alza la Iglesia del Salvador, templo del siglo XI de armoniosas simetrías con una sólida torre.
Declarada Bien de Interés Cultural, la iglesia segoviana es considerada el edificio románico más antiguo (año 1093), de la provincia de Segovia y al sur del Duero y constituye uno de los paradigmas del románico castellano.
Tiene una sola nave con ábside semicircular cuya torre está separada y se accede a ella por un estrecho pasadizo abovedado. La nave, cubierta con bóveda de cañón, está dividida en tres tramos por arcos fajones apeados en pilastras.
Adosadas a los muros tiene arcadas ciegas sobre columnas. Su altura sobrepasa lo común en el estilo. La torre tiene una doble hilera de vanos y su planta superior está cubierta por una bóveda esquifada de tipo musulmán. Los arcos del pórtico están agrupados por parejas, apoyándose cada uno separadamente en anchas pilastras, y, al juntarse, en columnas comunes. Un sillar del ábside tiene la fecha de 1093. El pórtico es algo posterior.
La maestría arquitectónica de este templo es imponente. Estamos ante una obra de arte, ante el primitivo románico de Segovia y, quizás, de Castilla, en esta parte del sur del Duero. Parece ser que el constructor de este maravilloso templo fue un artista foráneo, quizás un benedictino de Silos que estaba trabajando en el camino de Santiago y que conocía muy bien el románico.
Los rasgos más característicos de esta iglesia son la armonía de proporciones, junto a la altura y la perfección de bóveda. El arco toral es de medio punto doblado con molduras de hojas trifoliadas. Una imposta de taqueado lo recorre desde el arranque de la bóveda que se une con las molduras de la bóveda a través del arco toral.
Los temas geométricos y vegetales (con motivos de hojas de acanto y de piña o de vid, palmetas, tallos ondulados, flores en forma de círculo…) siguen modelos asturianos (estrellas de seis puntas), mozárabes y, sobre todo, visigodos. Un elemento destacado son los lazos irlandeses, que abundan en los capitales de las arcadas ciegas de la nave. En un capitel de la torre hay esculpido un arco de herradura copia de uno de los de la Cueva de los Siete Altares. Las cabezas y figuras humanas y de animales (los comunes en la región o imaginarios y feroces) abundan en los canecillos.
El pórtico está orientado al mediodía y contiene ocho arcos sobre columnas rectangulares lisas. En los capiteles se encuentran diversos motivos: cuadrúpedos con cabezas de monstruos, grandes hojas con bulbos… Una curiosidad aún perceptible son las marcas o firmas de los canteros que pone de manifiesto la importancia de este gremio entre la población desde la Edad Media.
Una de las tradiciones que tiene lugar en este singular edificio se celebra cada tercer domingo de mes y su nombre es la “Misa de Minerva”, instituida para dar culto al Santísimo Sacramento con todo su esplendor. La misa se celebra en esta iglesia con la asistencia de los hermanos de la Cofradía antiquísima del Señor. Tras la misa hay una procesión del Santísimo que recorre el claustro. Las velas encendidas, el redoble del tambor muy antiguo y el olor del incienso son algunos de los singulares elementos de esta tradición, según informa la página web del Ayuntamiento de Sepúlveda.
Sepúlveda
La villa segoviana forma parte de la Asociación de Pueblos más bonitos de España. Sepúlveda aúna historia, arte, gastronomía, naturaleza, cultura inmaterial y cultura viva. Por ello, no es atrevido definirla como una de las salas más bellas del llamado “Museo vivo más grande del mundo”, es decir, de Castilla y León.
Los historiadores siguen sin ponerse de acuerdo en cual es su etimología. Su primera mención histórica aparece en la Crónica de Alfonso III como uno de los lugares que fueron despoblados en las correrías de Alfonso I contra los musulmanes. En dicho texto es denominada en la forma latina de Septempublica. Septempublica es una latinización erudita de Sepúlveda y el significado del nombre no es seguro. Estamos, por tanto, ante un singular enigma que convierte a Sepúlveda en un lugar único.
El origen de Sepúlveda se pierde en la noche de los tiempos. Se han encontrado bifaces en la ermita de San Julián, del Paleolítico Inferior, y otros hallazgos en la cueva del Tisuco, en la Ocecilla, como cerámica tosca, cuchillos, hachas pulimentadas y cráneos en el Paleolítico Superior. Lo más probable es que sus primeros pobladores fueran los vacceos y arévacos en la Edad del Hierro.
Roma también se asentó en Sepúlveda. No se sabe a ciencia cierta dónde vivieron los romanos, algunos afirman que pudo ser en el actual Duratón, después de que los arévacos vivieran en las profundidades de los peñascos que aún existen, llamados Cuevas Lóbregas, Tisuco, Mingomorro y Giriega. Elementos romanos hay en la muralla de la villa, como también lo son los puentes Talcano y Picazos y los restos de la calzada.
Durante la conquista musulmana la primera mención histórica de la villa de Sepúlveda aparece en la “Crónica de Alfonso III”, como uno de los lugares que fueron despoblados en las correrías de Alfonso I, aunque quedó una población rural en su entorno. Su repoblación por Fernán González, en el año 940, representó un audaz avance hacia el sur, más allá del Duero. El Abad de Arlanza, Fray Gonzalo de Arredondo, nos cuenta su leyenda heroica, con la lucha cuerpo a cuerpo entre el conde de Castilla y el Alcaide moro Abubad, a quien Fernán González cortó la cabeza, la cual está esculpida en la fachada de una de las casas blasonadas de la villa, llamada precisamente “La Casa del Moro”.
En el siglo XI Sepúlveda se repuebla definitivamente de manos de Alfonso VI. Es entonces cuando la villa aparece constituida ya como una entidad política territorial. Fruto del esplendor de Sepúlveda en la Edad Media es la existencia de 15 iglesias. Sepúlveda, al igual que Sevilla, Toledo, Segovia y tantas ciudades medievales, era un conglomerado de tres ciudades y religiones diversas: la cristiana, la musulmana y la judía.
En el siglo XV ostentaron el señorío de la villa el infante-rey don Alfonso y su hermana, la futura reina Isabel La Católica. La lealtad de Sepúlveda a esta reina fue siempre incondicional. Durante la Guerra de la Independencia, El Empecinado realizó incursiones por la zona, teniendo sus cuarteles en las cuevas del Cañón del Duratón. También merece destacarse entre los últimos hechos más sobresalientes de la villa la resistencia numantina contra Napoleón en el otoño de 1808.
Otros atractivos de Sepúlveda
El Castillo y las murallas
El castillo marca el límite de las murallas de la villa y es uno de los lados menores de la Plaza Mayor (rectangular y parcialmente porticada). Es una edificación producto de tres épocas muy distintas: en primer lugar, se pueden observar tres torreones pertenecientes a la muralla árabe del siglo X que formaba parte, al mismo tiempo, del castillo-palacio; por otro lado, en los paños de la muralla, se abren dos balconadas pertenecientes a la casa de los González de Sepúlveda, edificio del siglo XVI, y cuyos muros vieron nacer al conocido escritor Don Francisco de Cossío; en el siglo XVIII, al castillo se le adosó una fachada barroca acompañada de una espadaña situada en el torreón central y formada por dos campanas, una de las cuales, la “zángana”, toca cada día el tradicional “Toque de Queda”, 33 campanadas que anunciaban el cierre de las puertas de la muralla y que hoy forman parte de la cultura inmaterial de la localidad.
Este edificio, que fue ayuntamiento un tiempo, pero que, sobre todo, es conocido por el nombre de “El Registro”, ya que era el lugar donde se registraban las materias primas que venían a venderse en Sepúlveda y donde se pagaban los impuestos, alberga el balcón desde el que las autoridades presidían los actos públicos. En la actualidad, en el castillo se realizan exposiciones culturales y desde su balconada se lanza el “chupinazo” anunciador del inicio de la Fiestas de los Toros.
Es posible seguir el trazado de la muralla en algunas zonas, como en el tramo llamado Trascastillo y en la zona de El Postiguillo. También se conservan algunas de sus Siete Puertas: en la entrada de la calle que lleva al Santuario de Ntra. Sra. de la Virgen de la Peña se encuentra la llamada Puerta del Azogue o del Ecce Homo; a las afueras, camino del Parque Natural de las Hoces del río Duratón, se observan los restos de la Puerta de la Fuerza, de la que parte una calzada romana que desemboca en el Puente de Picazos; y en el barrio de San Esteban se encuentra la Puerta del Río, junto a la hornacina de la Virgen de las Pucherillas.
Iglesia de los Santos Justo y Pastor - Museo de los Fueros
La iglesia románica de los Santos Justo y Pastor, de los siglos XII y XIII, está declarada Monumento Nacional desde 1931. Se encuentra situada intramuros, es decir, dentro de la muralla que protegía Sepúlveda, tras la Puerta del Azogue, palabra que quiere decir mercado, por lo que posiblemente en sus proximidades se desarrollaría el mercado semanal. Por su emplazamiento y magnitud, debió ser una de las iglesias más importantes de Sepúlveda, que llegó a contar con quince parroquias, en la época en la que ésta se alzaba.
Se trata de un edificio de tres naves y su cubierta de madera es de par y nudillo. Las naves están separadas por arcos que apoyan sobre pilastras con medias columnas adosadas. Bajo los ábsides tiene una cripta con puerta lobulada, también de tres naves o si, se prefiere, una capilla con tres ábsides, algo insólito en el románico castellano. En el altar hay una estatua, una Virgen con niño en la rodilla izquierda. A sus pies, la sepultura de Díaz González de Sepúlveda, maestresala del infante don Alonso, el hermano de Isabel la Católica.La Iglesia de San Justo es un magnífico testimonio del arte románico de los siglos XII y XIII.
Actualmente alberga el Museo de los Fueros, en el que se ha dispuesto un recorrido temático que tiene los siguientes capítulos: la historia de Sepúlveda, Patronazgo y Mecenazgo, los Fueros en la Edad Media, los hombres del Fuero y la Comunidad de Villa y Tierra de Sepúlveda. En las tres naves del templo, su coro alto y su singular cripta, se exponen esculturas, pinturas, documentos históricos y restos arqueológicos, todos ellos originales, relacionados con cada uno de los citados aspectos, abarcando una cronología comprendida entre el s. XIII y el s. XVIII. Una serie de audiovisuales y paneles ilustrados ayudan al visitante a conocer los aspectos básicos de cada uno de los temas tratados.
Iglesia de San Bartolomé
Románica, de los siglos XI-XII, es la única iglesia de las tres que se construyeron en zona de extramuros que aún se conserva. Posee una sola nave con dos capillas que forman crucero y cubierta de madera. La torre, de sillería, está adosada a la iglesia. Merece la pena destacar la escalinata de piedra, presidida por un bello crucero renacentista, que da acceso al pórtico del templo. En el interior, se puede observar numerosos retablos, destacando uno en el que encontramos a San Bartolomé. Es la actual parroquia de Sepúlveda.
Saliendo del tempo, no solo podemos contemplar una sensacional vista de la plaza, sino también imaginar una de las noches más bellas en esta localidad, durante la que se celebra la Fiesta de “El Diablillo”. Cada 23 de agosto, a las 10 de la noche, las luces de la plaza y del barrio de San Bartolomé se apagan para dar paso a un momento mágico, es entonces cuando, de una hoguera encendida momentos antes, salen los diablillos y bajan la escalinata dando escobazos a los asistentes.
Iglesia de Santiago - Casa del Parque de las Hoces del río Duratón
Se trata de otra de las cinco iglesias románicas que aún se mantienen en pie en Sepúlveda. De una sola nave rectangular, tiene un ábside de cuarto de esfera de estilo mozárabe, de ladrillo con doble arquería y figuras geométricas que es único en Sepúlveda. Cuenta con una cripta subterránea, posiblemente resto de una primitiva iglesia, en donde se encuentran una serie de tumbas antropomorfas excavadas en la roca que podrían datar del siglo X.
En el interior de este edificio se encuentra hoy la Casa del Parque o Centro de Interpretación de las Hoces del Río Duratón, de obligada visita antes de adentrarse en otro de los tesoros que nacen en Sepúlveda, el Parque Natural de las Hoces del Río Duratón. Consta de una sala de audiovisuales y una exposición que permite obtener una idea íntegra del espacio natural protegido. Es, a su vez, la oficina de información del Parque Natural.
Gastronomía
Y en una buena visita es muy recomendable poder comer bien. Y en Sepúlveda también se puede, como en la mayoría de los pueblos castellanos y leoneses. La gastronomía sepulvedana está caracterizada por la tradición y la sencillez de las tierras castellanas.
Sepúlveda es sinónimo de una exquisita gastronomía en la que su plato estrella es el Lechazo Asado en horno de leña. Es por ello, y por su gran popularidad y tradición, por lo que se define a Sepúlveda como “la catedral del Lechazo Asado”. El secreto de su exquisito sabor está en la alta calidad de la materia prima, el cordero churro, más blanco y de patas más largas que el merino, y en la sencillez de su elaboración. El lechazo debe hacerse dividido en cuartos y colocado en tarteras de barro. Como añadidos, solo necesita un poco de manteca y sal y, por supuesto, la pericia en el manejo de los hornos que han demostrado los maestros asadores de la villa. Los complementos ideales son una ensalada de lechuga y tomate de las huertas del Caslilla, el pan de hogaza de Sepúlveda y un buen vino de la Ribera del Duero.
Sin embargo, la oferta gastronómica de los numerosos restaurantes de la localidad va mucho más allá y destaca por su variedad y calidad. En los últimos años ha evolucionado enormemente y se pueden degustar platos tradicionales con productos propios de Castilla de altísima calidad, como los derivados del cerdo (chorizo, morcilla, lomo…), maravillosos y contundentes platos de cuchara, como los judiones de La Granja, el cocido o la sopa castellana, deliciosas cremas y ensaladas en verano, pescados de la más alta calidad con especial protagonismo de la lubina y el bacalao o todo tipo de carnes.
Otro de los alicientes para visitar Sepúlveda viene dado por la calidad de su repostería, deliciosa e irresistible, en la que destacan, entre otros manjares, los soplillos, las rosquillas de Castrillo, las pastas, las capuchinas o las sobadas.
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