
Tradición
León sigue un año más sin saber si acude libremente a Las Cabezadas después de ocho siglos
Numeroso público se dio cita en este acto que se celebra cada año a las puertas de la Colegiata de San Isidoro

El pueblo de León y el Cabildo de San Isidoro han firmado un año más tablas en la ceremonia de Las Cabezadas, ya que no han conseguido dilucidar si las ofrendas que los leoneses otorgan al santo son "un acto libre y voluntario" como dice la ciudad o "una obligación" como sostiene el clero.
Cada año, desde el siglo XII, ese debate no logra tener un vencedor, ni pueblo ni clero son capaces de convencerse entre sí cada último domingo de abril en esta pugna que se libra en la Colegiata de San Isidoro de León capital.
Lo que se debate es una tradición, en concreto la de que el pueblo acude a agradecer a San Isidoro, con un cirio de arroba bien cumplida y dos hachones de cera, su mediación para que acabara con la sequía que asoló León en 1158 bajo el reinado de Fernando II, época de esplendor del viejo Reino.
Desde entonces el clero sostiene que el pueblo se ve obligado a repetir la ofrenda cada año, pero este defiende que se trata de un acto libre y voluntario por lo que un representante municipal, el llamado síndico, y uno del Cabildo, el capitular, discuten sin acuerdo y se intercambian regalos.
En esta ocasión ha ejercido de síndico municipal el concejal de Hacienda, Carmelo Alonso, y por parte del Cabildo de San Isidoro el representante ha sido el canónigo Juan Jesús Fernández Corral.
El primero ha pedido que se cumplieran "dos reglas básicas: no aburrir y no inventarse la historia".
Además le ha entregado a su contrincante un reloj de arena "como símbolo del tiempo, de la reflexión y del valor de la memoria histórica".
También ha ofrecido la "conrobla", un símbolo tradicional de la localidad minera de La Robla que es un reflejo de la fidelidad a la palabra y del respeto mutuo que ha servido como homenaje a todos los mineros, especialmente a aquellos que perdieron la vida trabajando por su tierra.
Por otro lado, el representante del Cabildo ha agradecido todos esos regalos y ha recordado la importancia de no olvidar las raíces y de construir puentes y no muros, unas palabras que han recordado el pontificado del Papa Francisco.
Tras la argumentación de uno y otro, al final, como si de una interminable partida de ajedrez se tratara, ambos se han ofrecido tablas para que el pueblo leonés y los visitantes puedan seguir disfrutando al menos durante otros ocho siglos de esta ceremonia.
Después de que cada uno de los protagonistas de este debate sin fin encomendaran a sus secretarios dejar constancia del empate, el concejal ha entregado el cirio y los hachones.
Tras el debate se ha oficiado la misa, a cuya conclusión canónigos y munícipes han realizado unas exageradas inclinaciones, gesto que da nombre a Las Cabezadas que tras el empate tendrán prórroga de nuevo el próximo año.
La raíz de esta tradición se remonta al año 1158 cuando, para evitar una catastrófica sequía sobre la capital, los leoneses procesionaron el arca de las reliquias de San Isidoro pero, dos leguas más allá, la urna comenzó a pesar tanto que se dio por imposible continuar el camino.
Fue doña Sancha, esposa del rey Fernando I, quien acudió al lugar, y después de tres días de ayuno y oración, tocó el arca, el peso se alivió hasta el punto que unos chiquillos pudieron devolverla a la Colegiata sin apenas esfuerzo para, después que se obrara el milagro, comenzara la lluvia y se paliara la sequía.
Desde entonces, el pueblo de León acude cada año a agradecer la mediación de San Isidoro en una ceremonia que seguirá sin saberse, y así lo esperan todos, si se hace por opción o por obligación.
✕
Accede a tu cuenta para comentar