Agroalimentación
El sueño vitivinícola de Bodegas La Horra se hace realidad en la Ribera de Duero burgalesa
La firma, del Grupo Roda, inicia las obras de ampliación de sus instalaciones con una nueva bodega que será icono de modernidad, sostenibilidad e integración en el paisaje
Bodegas La Horra, el proyecto vitivinícola que el riojano Grupo Roda puso en marcha hace catorce años en La Horra, en plena Ribera de Duero burgalesa, y en un enclave de 18 hectáreas, quince de ellas de viñedos, está cerca de completarse y de cerrar el círculo con la ampliación de su nueva bodega que se dedicará a la elaboración y crianza de vinos de alta calidad y que albergará también el botellero.
Un proyecto vitivinícola que ya ha puesto simbólicamente su primera piedra este martes pasado y que verá la luz en abril de 2025 tras un año y medio de trabajos que comenzarán este jueves 1 de junio, según avanza a LA RAZÓN Agustín Santolaya, director general de Grupo Roda, quien destaca que la inversión total contando también el equipamiento o los permisos será de 9,5 millones de euros.
Las dos naves actuales con las que cuenta la bodega, la primera creada en 2088 para vinificar las primeras añadas de los vinos de la bodega, Corimbo y Corimbo I y, la segunda, que se puso en marcha en 2015 para la zona de crianza y botellero, se aprovecharán para la logística y el etiquetado principalmente una vez termine la ampliación de las nuevas instalaciones que están diseñadas por la prestigiosa arquitecta y premio nacional de Arquitectura en 2021, Carme Pinós, pero que también cuentan con la colaboración de Vertice21Ingeniría y la constructora Inexo.
Santolaya recuerda los inicios de Bodegas la Horra y como tras hacer muchas catas y visitar varias zonas vitivinícolas de la Comunidad, como Toro, Arlanza o la Ribera de Duero vallisoletana, decidieron decantarse por la parte burgalesa del Duero y más en concreto en La Horra para lanzar este proyecto de la mano también de los viticultores de la zona y hermanos Pedro y Pablo Balbás. "Es una zona que cuenta con unos viñedos magníficos y cuyo paisaje formado por lomas y suelos pobres y calizos, está repleto de pinares y plantas aromáticas que forman un universo de aromas frescos, frutales y balsámicos", apunta.
Cuenta que junto al gran río Duero que nos une con Portugal desde Soria hay multitud y diversidad de paisajes, y que cada porción del río, ya sea en tierras sorianas, buregalesas, vallisoletanas o zamoranas, hay un estilo de vino diferente, ni mejor ni peor. Al respecto, señala que en la zona de Valladolid los vinos son más poderosos y voluptuosos, mientras que en la zona soriana son más estrechos y frecsos, y que en la burgalesa, y concretamente en La Horra o en los alrededores como Gumiel de Izán, la Aguilera, Anguix o Pedrosa de Duero y Roa, "hay un mayor equilibrio", con vinos potentes pero frescos. "Por eso nos gustó tanto esta zona, repleta además de viñas viejas de las que extraemos el fruto", afirma.
Hace catorce años, cuando llegaron a La Horra desde la cuna del Rioja, Haro, en el Grupo Roda tenían claro que no venían a la Ribera de Duero a hacer un vino al estilo del Rioja sino a elaborar un Ribera elegante y fresco que incluyera toda la intensidad y estructura típicas de la variedad Tempranillo.
Pasado el tiempo, Agustín Santolaya asegura que cree que han conseguido este objetivo, sobre todo el estilo que querían dar a sus vinos. "Queríamos un Ribera de Duero con una visión diferente en el concepto de elegancia y frescura", señala.
Además, destaca que se marcaron tres líneas rojas que no querían pisar, como la sobremaduración, la extracción excesiva y el uso de la madera. Al respecto de esta última, Santolaya destaca que han intentado importar el concepto de Roda en La Rioja, de mantener un equilibrio de la madera en los vinos. "No por tener más madera el vino es mejor", dice, convencido de que la madera ha de sujetar a la fruta pero no tocarla.
El director general del Grupo Roda se muestra ilusionado con este proyecto y con las nuevas instalaciones que se van a integrar en el paisaje y no descarta nuevos proyectos en el futuro y en otras zonas vinícolas de la Comunidad, como pudieran ser Rueda o Toro, aunque más a largo plazo. "Lo bueno del mundo del vino es que nunca dejas de aprender ni de soñar y tenemos mucho por recorrido por delante, porque, además, las bodegas resisten a todas las generaciones", asegura.
Santolaya mantiene su objetivo de llegar a las 300.000 botellas de producción anual con la nueva bodega entre los dos vinos Corimbo y Corimbo I -actualmente están alrededor de las 170.000- así como abrir nuevos mercados -ahora están presentes en cincuenta países-, pero poco a poco, sin prisa, aunque también sin pausa.
Bodega y viñedos, un paisaje inseparable
Carme Pinós explica que ha recurrido al esquema de bodega subterránea ventilada por zarceras, tradicional en Ribera del Duero. La bodega, excavada a media ladera, se disolverá en el paisaje de la finca vitivinícola de La Horra. Semienterrada, aprovechará la geotermia propia de las cuevas para climatizarse de manera sostenible evitando el uso de combustibles fósiles. Además, señala que el edificio se identificará por una teja colosal de hormigón visto, dispuesta a modo de cubierta ajardinada, en paralelo a las curvas de nivel.
"El sistema de ventilación será pasivo, sin máquinas ni motores y, en consecuencia, ecológico, sostenible, silencioso y carente de las vibraciones que afectan al correcto desarrollo del vino", destaca la arquitecta, quien explica que , además, la bodega contará con energía solar y se iluminará con lámparas LED de bajo consumo. En el interior se utilizará hormigón visto mediante encofrado con cañizo y carpintería y revestimientos con ‘viroc’ (panel de virutas de madera y cemento coloreado en masa), que darán mayor calidez al espacio.
Junto a dos emblemas sensibles de la finca, una casita de adobe y una encina majestuosa, la bodega, soterrada, ocupará una oquedad, semejante a un abrigo ancestral, abierta en una ladera orientada al sol,
a los viñedos, y al horizonte definido en la lejanía por las aguas del Duero. “Queremos que la bodega y los viñedos formen un paisaje inseparable que se convierta en la insignia del vino que producen”, finaliza.
Y es que La Horra tiene una larga tradición en producción de vinos. De hecho, ya en el siglo XIX, según algunos escritos, se producían 100.000 cántaras (1.600.000 litros) de vino al año. Y una decena de bodegas soportan todavía el peso de esta tradición en esta localidad burgalesa.
✕
Accede a tu cuenta para comentar