Arquitectura

Los tesoros "modernistas" que esconde la antigua capital del Reino

A finales del siglo XIX esta ciudad vivió una auténtica revolución urbanística de la mano de una burguesía con dinero y ganas de disfrutar los nuevos tiempos

Torreón y fachada de la Casa del Príncipe, en Valladolid
Torreón y fachada de la Casa del Príncipe, en ValladolidWikipediaLa Razón

A caballo entre los dos siglos pasados surge un un movimiento cultural, social e incluso arquitectónico, que se aplicó en el campo de las artes en las dos últimas décadas del siglo XIX y principios del XX marcado anticonformismo y un esfuerzo de renovación, novedad y proyección de futuro.

El precedente hay que buscarlo en Williams Morris y en la Red House (Casa Roja), que según cuentan los expertos fue el gran inspirador de los denominados "Arts and Crafts", movimiento que se caracteriza por la revalorización del trabajo artesanal frente a la deshumanización de la producción industrial, y con protagonismo para la decoración basada en la naturaleza, y tras el cual, poco a poco, sin prisa pero sin pausa, derivó en lo que se conoce como Modernismo, en francés Art nouveau, un estilo estético típicamente urbano que lleva a efecto esa frase tan nuestra que dice "renovarse o morir" promoviendo la mejora artesanal aplicándola a la máquina. O lo que es lo mismo, romper con los estilos tradicionales en favor de nuevas formas de expresión y de estética desde la libertad.

El modernismo se destacó en las artes visuales con representantes como el francés Édouard Manet y en la arquitectura, Víctor Horta es el pionero en Europa, con La Casa Tassel en Bruselas como exponente representativo.

En España, el modernismo llegó en torno al año 1860, y el máximo representante modernista fue el catalán Antoni Gaudí, mediante un lenguaje arquitectónico único, personal e incomparable, en el que aprovechaba el espacio y el volumen como nadie junto a una transformación original de los materiales decorativos. El Palacio Episcopal de Astorga, la Casa de los Botines, la Casa Calvet, la Casa Batló, La Pedrera, El Parque Güell y la Sagrada Familia son una muestra de ello. Y el también catalán Doménech i Montaner (1849-1923) es clave en la definición del "Modernismo arquitectónico" en la región de Cataluña, con el Palau de la Música como ejemplo.

Si bien en estas líneas queremos hablar de otra ciudad, en este caso de Castilla y León, al que el Modernismo arquitectónico también influyó, como es Valladolid. Una ciudad que fue capital del Reino en el siglo XVII, pero que a finales del XIX vivió una auténtica revolución urbanística de la mano de una burguesía con dinero y ganas de disfrutar los nuevos tiempos. En ese impulso se derribaron muchos de los edificios medievales que aún pervivían y se trazaron anchas y amplias avenidas e incluso pisos con ascensor.

Arquitectos como Jerónimo Arroyo y Modesto Coloma son los más representativos de este movimiento en la Comunidad.

 

Gran parte de esta riqueza patrimonial del modernismo vallisoletano se puede contemplar hoy en día en su esplendor y en buen estado de conservación, disfrutando simplemente de un paseo por sus calles un día cualquiera.

Entre los ejemplos de esta arquitectura modernista y burguesa de la época se encuentra el edificio número 6 de la céntrica calle Cánovas del Castillo de Valladolid, diseñada por Modesto Coloma, muy influenciada por el modernismo catalán, y en la que sobresalen, además de los miradores, las ventanas trilobuladas de la primera planta así como un llamativo y voluptuosos dragón con las alas extendidas, que sujeta uno de los balcones de la vivienda.

Otro ejemplo de arquitectura modernista de Valladolid es la Casa Luelmo o Villa Paulita, como se la conoce también entre los autóctonos, actual sede de la Fundación del Patrimonio Histórico de castilla y León. Obra de Antonio Ortiz de Urbina y Olasagasti, su composición es asimétrica con un trazado en forma de esvástica, donde destacan los numerosos elementos convencionales y eclécticos del nuevo estilo como el potente zócalo de granito, petos de piedra, arcos de medio punto y apuntados en torre y capilla, respectivamente, y una tradicional galería de madera.

Imagen del Pasaje Gutiérrez de Valladolid
Imagen del Pasaje Gutiérrez de ValladolidAyto. ValladolidLa Razón

El Pasaje Gutiérrez es otro de los grandes hitos modernistas de la ciudad de Valladolid y uno de los rincones que mejor evoca el Valladolid de la burguesía vallisoletana del siglo XIX. Este corredor comercial, impulsado por el comerciante vallisoletano Eusebio Gutiérrez, fue inaugurado el 24 de septiembre de 1886, como un espacio comercial lleno de tiendas y a cubierto que sirviera también como zona de paseo. Nunca tuvo el éxito que se pretendió en un primer momento debido sobre todo a la mala calidad de los materiales empleados en su día, pero es un lugar con mucho encanto y muy turístico, que hoy sigue manteniendo la decoración que lució en su inauguración y donde se puede disfrutar de un buen café o un buen vino de la zona en elgunos de sus bares y cafeterías.

Finalmente, hablaremos de la Casa del Príncipe, quizás el mejor ejemplo de arquitectura modernista y burguesa de Valladolid, obra del arquitecto Jerónimo Arroyo, y con una larga historia detrás. Se trata de uno de los edificios más bonitos de la ciudad y, además, está considerado como uno de los mejores edificios modernistas de España, por los lectores de la revista Architectural Digest, en la que se apunta que, aunque puede que no sea modernista puro, posee elementos característicos del movimiento y además su autor se formó en la Escuela de Barcelona de finales del siglo XIX por lo que respira el aire que empezaba a ser propio del Modernismo.

La casa se construyó entre 1906 y 1908 en torno a un patio interior. Destaca sobre lo demás su llamativa fachada, y especialmente la esquina donde está el portal del inmueble, acabado en un torreón cilíndrico culminado en una cúpula, con cinco miradores bellamente decorados, columnas y elementos vegetales, siempre con esas peculiares balconadas y las líneas curvas.

Ubicada en la popular Acera de Recoletos de la ciudad, enfrente del Campo Grande, la Casa del Príncipe está considerada como el claro ejemplo de la arquitectura burguesa de la época y sirvió para proyectar esos inicios del modernismo castellano leonés, y forma, junto a otros edificios emblemáticos, una zona que en el siglo XIX se forjó como el lugar por excelencia de la burguesía de la ciudad.