Exposición
¿Qué tienen en común la cultura de los videojuegos, Marte y el Apartheid?
El CCCB presenta su nueva temporada marcada por tres grandes exposiciones, visitas de mitos como Judith Butler, una apuesta por la imagen y la creación de un filósofo residente
Si el mundo fuera un videojuego, nadie querría ser el pobre gorila tira barriles a quien nunca, nadie, le ha preguntado que piensa sobre el calentamiento global del planeta. Porque tendrá su opinión, no es normal que un gorila tire barriles y está claro que es culpa de alguien, no lo hace por capricho. Y parece bastante evidente que tiene que ver con el cambio climático. Seguramente su opinión al respecto no se diferencie mucho de la de Greta Thunberg. Eso no quiere decir que la pobre adolescente sueca sea como un gorila que lanza barriles. No, quiere decir que detrás del gorila hay mucho más que la perezosa estandarización de un malo, ese monstruo que se ha quedado a la fuerza a la chica de la historia. Además, la chica de la historia ya no quiere que la salven, a no ser que sea Greta Thunberg, que lo que quiere es que nos salven a todos porque el mundo se acaba. Como en los videojuegos.
Si el mundo fuera como un videojuego es una frase retórica, y por tanto estúpida, porque el mundo siempre ha sido como un videojuego, desde los inicios. La diferencia es que ahora el mundo se están dando cuenta. ¿Una cultura? No, los videojuegos son todas las culturas, la ópera de las grandes manifestaciones emocionales, el primer festín del homo player, la nueva evolución del ser humano.
El Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB) lo sabe y el 18 de diciembre inaugura la primera de sus grandes exposiciones de 2020 con «Gameplay. Cultura del videojuego». El jefe de exposiciones de la institución, Jordi Costa, avanzó ayer una de los grandes reclamos de la temporada, una muestra comisariada por el profesor Óliver Pérez Latorre y Jérome Nguyen, que quiere ser un viaje a los orígenes de los videojuegos, a su lenguaje y al impacto que están teniendo en la actualidad. «La exposición no se pregunta si el videojuego es cultura, lo afirma. Se ha consolidado como forma de evasión distintiva, aunque en su entorno hay muchos prejuicios», señaló Costa, que aseguró que los videojuegos no son productos de aislamiento y precariedad emocional, sino todo lo contario, una fuerza única «para la empatía, que puede servir en la relación con los otros e incluso para ciertas formas de activismo».
El universo cultural de los videojuegos será la primera gran exposición del año, pero luego llegarán otras dedicadas a la memoria del apartheid y la coexistencia con el otro, así como el planeta Marte como espejo donde prefigurar todos nuestros sueños y expectativas. De esta forma, del 9 de junio al 22 de noviembre podremos ver «William Kentridge: Las sombras del poder», una muestra centrada en un referente del arte contemporáneo, voz artística de la lucha contra el apartheid, que desde Johannesburgo sigue interpelando al mundo sobre la «incertidumbre y la contradicción», como dijo Judit Carreras, directora del CCCB. Por primera vez en España se podrán ver toda la serie de dibujos «Drawongs for Projection» y se presentará el estreno mundial de la undécima pieza de «More Sweetly Play The Dance», un friso en movimiento.
Por último, en noviembre llegará «Marte. El espejo rojo», una muestra comisariada por Juan Insua que desplegará un relato que pretende convertir a este planeta en un «espejo» de la tierra y se indagará en la condición y el futuro como especie de la humanidad. La exposición no obviará que en estos momentos se están «reactivando las carreras aeroespaciales» en diferentes países.
Programa de debates
Otro de los ejes programáticos del centro será su programa de debates que, entre otros, tendrá a la filósofa estadounidense Judith Butler como protagonista, que realizará una radiografía de las diferentes protestas que están consternando al mundo, de Hong Kong a Chile, pasando, por descontado, a la Cataluña del procès. También habrá espacio para figuras del pensamiento contemporáneo como Alain Badiou, Charles Taylor, Edgar Morin o Alessandro Baricco. Además, se creará la figura de filósofo residente. Con un equipo renovado, y un presupuesto para 2020 de 11,6 millones de euros (un 4,7 % más que en 2019), el CCCB inicia una nueva etapa en busca de la excelencia.
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