Cataluña

Galder Reguera: “He sido injusto con la memoria de mi padre biológico”

El escritor lleva a altas cotas la autoficción y novela en «Libro de familia» su propia historia personal, empezando por el día en que su madre descubría que estaba embarazada de él y su padre moría en un accidente de coche

Galder Reguera
Galder RegueraMiquel GonzalezMiquel González / Shooting

Cuando el escritor y gestor cultural Galder Reguera tenía once o doce años, miraba admirado a su vecino salir de casa con su moto. Cada vez que lo veía, se le abrían los ojos de emoción y le pedía insistente si podía darle una vuelta. La escena se repitió durante años y gracias a aquel vecino, se aficionó a los vehículos a motor de dos ruedas. Hace unos años, volvió a encontrarse con su viejo vecino. Todavía tenía una moto. Se abrazaron, hablaron de los viejos tiempos, y Reguera le confesó que había heredado de él su amor a las motos. «Él se rio y me dijo que debía darle las gracias a mi padre, porque él lo había heredado de él. Cuando era niño, también se acercaba a mi padre y le pedía dar una vuelta. Es curioso como cerraba un círculo», cuenta Reguera.

El escritor acaba de publicar «Libro de familia» (Seix Barral), su propia historia en busca de un padre que él no pudo conocer. El día que su madre conocía que estaba embarazada, la nochevieja de 1974, su padre fallecía en un accidente de coche. Nunca pudo conocer a su padre y lo que le quedaban sólo eran los relatos que le contaba su madre. Sin embargo, él no se interesó nunca por estas historias. Su madre se había vuelto a casar y él estaba contento con su familia, con su nuevo padre, y la idea de que le estuviesen recordando constantemente que éste no era su padre real le molestaba. «Llegué a pegarme con un niño en la escuela. Siempre te recordaban que no era “tu padre”, si acaso tu padrastro. A mí padrastro me parecía de Cenicienta, no me gustaba», recuerda.

Esta huída hacia adelante, esta necesidad de no escuchar las historias de su madre, se acabó cuando él fue padre. Miraba a sus dos hijos y pensaba, «qué pasaría si ahora me muriese. Son pequeños, se olvidarían de mí, y me entristecía pensar que rechazarían mi recuerdo como había hecho yo simplemente por algo que yo no había buscado. Me di cuenta que no había sido justo con la memoria de mi padre. Miré a mi familia, que a pesar de sus problemas siempre había sido feliz, y de repente sentí lo mucho que se había perdido», asegura Reguera.

A partir de aquí empezó a hablar con su familia, con las personas que conocieron a su padre y empezó a reconstruir el puzle de una vida que también era la suya. Su padre sólo tenía 23 años cuando murió. «Me di cuenta de lo mucho que tengo de él. Mi padre regentaba una tienda de música. Sus discos se mezclaban con los que había en casa. A los 13 o 14 años, mi favorito, que no dejaba de escuchar, era el primero de Crosby, Still & Nash y ahora me daba cuenta que llevaba el sello de la tienda de mi padre, algo que yo no me había fijado nunca», asegura.

El libro es un recuento emocional y muy intenso de una familia que busca esa pieza que le falta para conseguir comprender quién son realmente. Y muestra cómo los padres nunca definen a sus hijos, sino que son los hijos quienes definen quién es el padre. «Quería transmitir emoción, pero no sentirla yo mismo. Ha sido difícil a veces, pero he intentado no dejarme llevar», comenta el escritor.

Él puede que no haya llorado, al menos no mucho, pero su madre y padre no biológico, sus hermanos, y su familia en pleno, mucho. «Le di el manuscrito a mi padre y me fui a duchar. Cuando salí, estaba llorando como una magdalena. Sobre todo porque descubrían por primera vez cómo me sentía cuando era adolescente», confiesa Reguera.