Coronavirus

Coronavirus: luces y sombras de la educación a distancia

No todos los hogares cuentan con un ordenador, conexión a internet o impresora

Cierre de colegios en la Comunidad de Madrid por coronavirus
Una de las aulas completamente vacía perteneciente a un colegio de la Comunidad de Madrid donde permanecerán cerrados del 11 de marzo hasta -en principio- el próximo 23 de marzo para evitar que los escolares se contagien de coronavirus, en Madrid (España), a 10 de marzo de 2020.11 MARZO 2020;COLEGIO URUGUAY;MADRID;CORONAVIRUS;VIRUSJesús Hellín / Europa Press10/03/2020Jesús HellínEuropa Press

La crisis del coronavirus y el consiguiente confinamiento ha obligado a miles de alumnos a seguir sus clases a distancia, lo cual a priori y dadas las circunstancias, es una buena alternativa para dar continuidad a la formación y no perder el curso escolar. Sin embargo, lo cierto es que está práctica se fundamenta sobre una serie de supuestos que no se cumplen en todas las familias, por lo que en algunos casos puede contribuir a potenciar el fracaso escolar y, sobre todo, a aumentar la brecha educativa.

Para empezar, no todos los hogares cuentan con un ordenador, ni con conexión fija a internet, y menos aún con impresora o escáner, algo que a día de hoy se antoja imprescindible para poder seguir las clases online y completar las tareas que el profesorado hace llegar a sus alumnos de forma telemática. De hecho, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) de 2019, el 80,9% de los hogares con al menos un miembro de 16 a 74 años dispone de algún tipo de ordenador, lo que estos días es incluso insuficiente cuando los progenitores han de teletrabajar y en la vivienda reside más de un niño en edad escolar, puesto que todos ellos requieren de uno para poder desempeñar sus respectivas tareas. En lo relativo a la conexión a internet, si bien el 91,4% de los hogares españoles tiene acceso a la red, lo cierto es que un 15% solo tiene internet en los móviles, sin conexión fija, según indica un informe elaborado por Deloitte. Un último dato al respecto: un 42% de las familias que ingresan menos de 900 euros al mes no tiene ordenador en casa y un 22% no tiene acceso a internet, mientras que el 61% de alumnos de familias con nivel socioeconómico medio-alto tiene tres o más ordenadores en casa, según el informe PISA de la OCDE.

Pero si bien los recursos pueden ser un condicionante en lo que se refiere al éxito escolar, es más determinante aún el nivel educativo de los progenitores, que en ocasiones puede no compensar en casa la ausencia del profesor, el valor que éstos dan a la educación, así como su implicación en el proceso de aprendizaje de sus hijos. Está de sobras demostrado que el nivel académico de los padres influye de forma determinante en el nivel educativo de los hijos, que cuanta más formación tienen éstos más aspiraciones transmiten a sus vástagos y que el tipo de interacciones ente padres e hijos viene determinado en parte por el nivel socioeconómico. De hecho, según datos del INE, los niños de 10 a 17 años cuyos padres tienen estudios superiores dedican 15 horas a la semana a ver la televisión, una cifra que en el caso de los hijos de personas con formación primaria se incrementa hasta las 20 horas semanales.

El confinamiento perjudica el rendimiento

En definitiva, el confinamiento en casa perjudica más al rendimiento de los niños de las familias humildes, con menos rutinas y menos dispositivos digitales en casa. Y de ello puede dar fe una profesora de una Centro de Alta Complejidad de la Cataluña Central. “En mi escuela, trabajamos con niños de primero de la ESO hasta cuarto y de primero y segundo de Bachillerato. Cerca de una 50% de los niños son de origen marroquí, un 30% son autóctonos y el resto son de diferentes nacionalidades y la mayoría tiene un nivel socioeconómico bajo”, explica esta maestra, quien señala que “diariamente tenemos que lidiar con problemas de disciplina, convivencia, autocontrol y hábitos de estudio”. “De hecho, hay alumnos que ya han delinquido en más de una ocasión”.

En este contexto, la educación a distancia es un reto mayúsculo. “Hay estudiantes que no tienen forma de conectarse a internet y otros cuya conexión es deficiente”, comenta al respecto, pero lo que resulta realmente determinante a la hora de conseguir que un estudiante se adhiera e implique en esta versión telemática de educación que el confinamiento ha obligado a poner en marcha es el

contexto familiar. “Hay niños que están todo el día solos. Sus padres trabajan en la industria y hacen jornadas laborales maratonianas, con lo que muchos de ellos están desatendidos, sin nadie que les controle o esté encima de ellos”, lamenta esta educadora, quien además pone de relieve que en algunos casos, estos alumnos viven “realidades muy bestias, como procesos de desahucio, compartir vivienda con otras familias, falta de recursos... y cuando las necesidades básicas no están cubiertas, los estudios se convierten en algo secundario para ellos”.

En este contexto, es realmente complicado que los alumnos continúen con su educación vía telemática, porque la distancia solo hace que agravar las dificultades con las que tanto docentes como estudiantes deben lidiar a diario en la escuela. En este sentido, la profesora admite que “hay alumnos, normalmente los que tienen más recursos, que entregan puntualmente sus tareas, pero otros no, ya sea porque no tienen conexión, porque no cuentan con el apoyo y ayuda de los padres o porque no hay nadie en casa que les motive a estudiar”. “Hay niños que ya de por sí tienen pocas ganas de trabajar y en estas condiciones, ahora nos cuesta aún más que lo hagan”.

Es por ello que los docentes de este centro están haciendo un sobreesfuerzo para conseguir mantener a sus estudiantes implicados, motivados y conectados a la educación a distancia. “Recibo constantemente mails de mis alumnos en los que me plantean dudas acerca de la materia que les propongo y procuro contestarles a la mayor brevedad posible. Incluso me he extralimitado y he dado mi móvil a los estudiantes de los que soy tutora”, relata la maestra para a continuación indicar que son muchos los profesores que están tirando de imaginación y creatividad para conseguir que sus estudiantes no se “desenganchen”. “Los profesores nos estamos estrujando el cerebro, estamos ingeniando herramientas para intentar motivar a nuestros alumnos”. “Si normalmente nuestro día a día en el colegio es complicado, imagínate a distancia. Hay que hacer lo posible para conseguir que a los chicos les venga en gana seguir trabajando”.

En este contexto, preocupa especialmente las repercusiones que podría tener la medida que recientemente ha anunciado el Departament d’Educació, que plantea un tercer trimestre en el que la evaluación de las tareas a distancia será calificadora, mientras que hasta ahora ésta no pesaba en la nota. “La evaluación a partir de después de Semana Santa nos crea angustia y nos preocupa”, admite esta profesora, quien avanza que en breve habrá una reunión del claustro para valorar cómo se afronta ese tercer trimestre. En cualquier caso, lo que tiene claro es que para que ello sea posible habrá que, como mínimo, “dar facilidades a las familias para que todos los chicos tengan posibilidad de conectarse a internet, pero también es imprescindible dar apoyo a estos estudiantes, estar encima de ellos, porque si no, es fácil que acaben descolgándose”. “Los que me hacen realmente sufrir son esos alumnos que están más dejados o desatendidos, porque son los que perderán en todos los sentidos”.