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Las obras maestras que nacieron tras la gripe española de 1918

El mejor Proust, el Zorro, las nuevas aventuras de “Tarzán”, el “Demian” de Hesse o “Un médico rural”, de Kafka, fueron publicados tras la pandemia, lo que refuerza la idea de que tras el coronavirus también aparecerán grandes clásicos

El muy conocido retrato de Marcel Proust realizado por el pintor Jacques Emile Blanche
El muy conocido retrato de Marcel Proust realizado por el pintor Jacques Emile Blanchelarazon

La pregunta que se hace muchos escritores en esta larga temporada de confinamiento es: ¿Estoy aprovechando el tiempo? ¿De verdad puedo abstraerme de toda la angustia y preocupación que genera el encierro y la crisis económica y sanitaria y escribir algo que valga la pena? La respuesta tendría que ser un sí rotundo, al menos si nos atenemos a lo que sucedió hace 100 años, con la lenta vuelta a la normalidad tras la gripe española, enfermedad que acabó con la vida de aproximadamente 50 millones de personas y el fin de la I Guerra Mundial. En la segunda mitad del 1919, cuando el segundo brote de la pandemia concluyó, no tardaron en aparecer grandes clásicos de la literatura universal que aún hoy todavía se leen con devoción. Porque la vida del hombre se resiste a que las circunstancias varíen su determinación.

Hablar de literatura de principios del siglo XX es hacerlo de Marcel Proust, que en 1919 publicaba “A la sombra de las muchachas en flor”, segunda parte de “En busca del tiempo perdido”, la gran obra de un confinado. Iniciada en 1907, Proust se encerró en su cuarto escribiendo de noche y durmiendo de día para tener la mayor tranquilidad posible. A penas comía y como Balzac antes que él no paraba de ingerir café para mantenerse despierto y concentrado. El fin de la guerra y el alivio de oír cómo la gripe mitigaba su violencia, ya que la delicada salud del escritor francés lo convertían en lo que hoy llamamos “población de riesgo”, permitieron que pudiese publicar esta segunda parte, recibiendo por ello, no sin polémica, el premio Goncourt.

Otra de las grandes novelas nacidas tras el desastre de la pandemia fue “Demian”, de Hermann Hesse, otro célebre confinado, aunque en su caso fue en un internado para psicoanalizarse en la clínica de Sonmatt con Carl Jung. En este caso Hesse reflejaba su propia adolescencia a través de la figura de Emil Sinclair, el susceptible joven que se verá hipnotizado por la figura anticonvencional del misterioso Max Demian.

Otros dos libros imprescindibles de este año fueron “Winersburg, Ohio”, de Sherwood Anderson y la serie dedicada al mejor y más divertido mayordomo de la historia, Jeeves, con sus primero cuatro relatos por obra y gracia de P. G. Woodhouse. El primero fue un libro fundacional de un tipo de literatura que utilizaba la yuxtaposición de relatos cortos y le costumbrismo lírico para llevar a la literatura popular a otras cotas. El segundo consiguió revitalizar a la literatura inglesa en los años 20 y devolverle el humor y la alegría que había perdido con la I Guerra Mundial.

De los grandes mitos de la literatura de vanguardias está el “Noche y día”, de Virginia Woolfe, los cuentos de “Un médico rural”, de Kafka o la inclasificable y maravillosa “Siete hombres”, de Max Beerbohm. Otro hito modernista mezcla de ternura y divertimento es la genial “Una biblioteca encantada”, de Charles Morley. En cuanto a la literatura española tenemos grandes obras como “Divinas palabras”, de Valle-Inclán o “Los heraldos negros”, de César Vallejo.

Lo que está claro es que la mayoría de estas obras no trataban de la gripe ni de la I Guerra Mundial, aunque sus ecos pudiesen rastrearse en sus temáticas. Esto quiere decir que, por mucho que nos bombardeen en los próximos meses con diferentes diarios de confinamiento y reflexiones del mundo que vendrá a partir de aquí, las obras que de verdad se recordarán serán las originales que no necesiten hablar directamente de las problemáticas vigentes.

De esta forma, en 1919 se publicó “Jürgen”, la primera parodia de los caballeros, los dragones y todos los tópicos de la literatura fantástica de James Branch Cabell; se editaban las nuevas aventuras de Pimpinela Escarlata de la baronesa Orczy; la visión de Gaugin de Somerset Maugham en “La luna y seis peniques” o el recuento de la revolución soviética en “Diez días que conmovieron al mundo”, de John Reed. También descubríamos las historias truculentas de M. R. James en “El fantasma inconsistente” o la descripción de la vida como agente nocivo implacable de “El diario de un hombre decepcionado”, del naturalista Bruce Frederick Cummings, otro confinado ilustre que presentó sus diarios desde un niño de 13 años con ganas de descubrir mundo y todas sus criaturas, a la realidad de un hombre enfermo, aquejado de esclerosis múltiple, que moriría un año después de publicar el libro a los 30 años.

Aunque 1919 fue el año, sobre todo,de clásicos de la literatura juvenil con la primera aparición de EL Zorro en “La maldición de Capistrano", de Johnston MaCulley. Además aparecían nuevas aventuras de “El mago de Oz”, de Frank Baum y “Las aventuras de Tarzán”, de Edgar Rice Burroughs. El primero se publicó su primer volumen en 1900, pero 19 años después todavía Baum sabía darle la vuelta a su particular universo en “La magia de Oz”. Por suparte, RIce Burroughs inició las aventuras de Tarzán en 1912, pero en 1919 viviría su mejor serie con “Las aventuras de la jungla de Tarzán”.

Así que la historia demuestra que no hay excusas para seguir tu vocación y realizar lo que estás determinado a hacer. ¿Qué obras maestras podremos leer a partir del año que viene?