Cataluña

Desescalada: ¿El miedo puede ser nuestro mejor aliado?

Según los psicólogos, la ansiedad que provoca volver a la normalidad no es un problema sino que es una guía de cómo comportarnos a partir de ahora

The spread of the coronavirus disease (COVID-19) in Germany
La desescalada estará determinada por la capacidad que tengamos de realizar una correcta toma de decisionesWOLFGANG RATTAYReuters

Todo el mundo reconoce que el pasado domingo, el primero en que los niños podían salir a pasear, fue un caos. Muchos aprovecharon la coyuntura para no respetar las principales normas del proceso de desconfinamiento. De esta forma se produjeron asombrosas escenas de aglomeraciones. Parecía que, como se había dictaminado que los niños ya podían salir, habíamos perdido el miedo y eso significaba carta blanca para todos.

Un día después, salía la noticia de que había un repunte de casos de niños afectados por graves problemas intestinales que podían ser derivados por el coronavirus. Los pediatras hicieron público esta información diciendo que sólo habían contabilizado 20 casos en toda España, pero que era importante reconocer rápido los síntomas para poder tratarlo con rapidez. De esta forma, volvía a la opinión pública que los niños no eran totalmente inmunes a la enfermedad, así que no se podía bajar la guardia. ¿La coincidencia entre estos dos hechos tiene algo que ver? No, por supuesto, pero la sincronización de ambos resultó muy efectivo para muchos padres que el domingo sacaron a sus hijos horas y los dejaron acercarse a conocidos y amigos.

En 1972 se realizó un estudio con 100 voluntarios. A 50 les dijeron que les darían un suave electroshock y a los otros 50 les dijeron que había un 50 por ciento de probabilidades que les darían un suave electroshock. Midieron los niveles de estrés que les ocasionaba esta noticia y descubrieron que era el mismo, no importaba que unos tuvieran un 50 por ciento menos de probabilidades. Para comprobar que esto era así, les dijeron luego que había un 40 por ciento de probabilidades, y luego un 30 por ciento, y así hasta un 10 por ciento. El estrés seguía siendo el mismo. A esto se le llamó “Negligencia de probabilidad”. El hombre, simplemente, no sabe medir en tanto por ciento su miedo. Si te dicen que el coronavirus sólo afecta de forma fatal a un 1 por ciento de la población, el miedo será el mismo que si dicen que puede afectar a todos.

Por este motivo, en el inicio de esta crisis sanitaria, se insistió en no caer en el pánico, que sólo afectaba a personas de la tercera edad o con enfermedades preexistentes. Si el miedo no puedes medir probabilidades, era fácil caer en la angustia. Esto sirvió positivamente para que en un inicio la mayoría de la población aceptase y cumpliese con el confinamiento. Y esto es lo que puede servir para que en la desescalada nos adaptemos mejor a los cambios que todos tendremos que hacer a partir de ahora.

Porque el dicho popular asegura que lo único que hay que temer es al miedo mismo, sin embargo el miedo existe por una razón, sobre protegernos, y la mayoría de veces negarte a escuchar sus advertencias es una temeridad. Deberías escucharle siempre, aunque sólo sea por instinto de supervivencia, y luego actuar en consecuencia. Porque los psiquiatras aseguran que los sentimientos pueden interferir en la toma correcta de decisiones, pero esto no significa que los sentimientos siempre se equivoquen. A la hora de valorar algo tan intrínseco a todos los seres vivos como el miedo, la primera regla debería ser: “Escucha primero y actúa después”. “Quizá los psicólogos deberíamos entonar un mea culpa y aprovechar la oportunidad de revisitar cómo hablamos de la toma de decisiones, intentando abrazar toda su complejidad y no reduciéndolo al absurdo”, reconoce el psicólogo Adam Waytz, especialista en psicología conductista y en el estudio de cómo el ser humano comprende su realidad y toma decisiones.

Aunque las emociones pueden equivocarnos en nuestra comprensión del riesgo, existe un claro consensus a nivel internacional de que se infravaloraron los riesgos de esta pandemia. Nuestros políticos insistían en que no había que caer en el miedo. Hasta Risto Mejide hizo un programa dedicado a cómo la culpa del pánico por el coronavirus era por los medios y su gusto por los titulares dramáticos y ampulosos. No hizo esa aseveración luego cuando tuvo que hacer su programa confinado en casa y había más de 20.000 fallecidos en nuestro país.

Lo cierto es que la psiquiatría clínica ha determinado que las emociones nunca empañan o desvirtúan nuestra razón, sino que la informan. Por tanto, el miedo es vital a la hora de tomar decisiones acertadas en momentos de riesgo. ¿Esta desescalada por fase tiene riesgos? Por supuesto, y por tanto el miedo nos será una herramienta muy útil para poder valorarlo.

En un experimento realizado en 1997 por el neurólogo Antoine Bechara demostró que los pacientes con problemas cerebrales que les impedían procesar las emociones negativas tomaban siempre decisiones erráticas y estúpidas. Sin embargo, los que tenían niveles de estrés adecuados respondían mejor a las probabilidades de riesgo y sabían actuar en consecuencia. Por tanto, sus emociones negativas no les estaban corrompiendo su toma de decisiones, sino guiándoles.

Por tanto, en esta desescalada, abrace sus miedos, déjese guiar por su ansiedad, y actúe en consecuencia. El miedo no nos hace débiles, cobardes o irracionales, sino inteligentes y comedidos. “Nuestra aversión por el miedo es tan profunda. Amamos la razón casi como un fetiche y no permitimos que se vea afectada por los sentimientos. Creemos que la lógica desapasionada es la panacea, pero el coronavirus ha demostrado que enfrentar la razón con la emoción sólo crea una elección falsa”, concluye Waytz.