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El uso del móvil se dispara hasta superar las 5 horas diarias durante el confinamiento

Crece la “Nomofobia” o miedo a estar desconectado del mundo si no consulto cada minuto el teléfono

SEGUNDO DÍA DE DESCONFINAMIENTO EN MADRID
El vidrio de las pantallas de los móviles es un material en el que el virus puede sobrevivir varias semanas.Joaquin Corchero / Europa PressJoaquin Corchero / Europa Press

El móvil como extensión de uno mismo, como apéndice o tercer ojo que nos permite ver y conocer la realidad, es ahora más cierto que nunca. Según un estudio del portal puntronic.com, líder en ventas de aparatos electrónicos, el empleo de este dispositivo ha aumentado hasta un 55 por ciento durante el confinamiento de las últimas siete semanas llegando a una media de 5 horas y 5 minutos. Además, esta necesidad de aguantar en la mano un móvil y ver lo que pasa en el mundo ha hecho que las ventas de estos aparatos se disparen un 35 por ciento, todo y las restricciones del estado de alarma.

Los dispositivos son una fuente infinita de posibilidades para comunicarnos, jugar, ver películas o series y estar informados a todo momento. Antes de la crisis del COVID-19, la media diaria de su uso era 3 horas y 15 minutos, pero la media se ha disparado en confinamiento hasta un 55 por ciento. En la franja de edad de los 16 a los 25 años, esta media sube hasta las 6 horas y 20 minutos, siendo las redes sociales la ocupación principal.

Según el estudio, el 50 por ciento de los españoles mira su móvil cada cinco minutos y un 80 por ciento asegura que es lo último que mira al acabar el día y lo primero que hace al despertarse. Esta sobreutilización del móvil está empezando a preocupar a psicólogos, que empiezan a ver claros síntomas de adicción a los dispositivos en un amplio segmento de la población.

Entre las nuevas patologías asociadas al uso excesivo del teléfono móvil está el llamado FOMO, anacronismo que significa “miedo a perderse algo”. Un 70 por ciento de los usuarios a las redes sociales asegura que sufre en cierto modo esta necesidad de no querer perderse algo importante que esté sucediendo en ese momento o de ser el último en enterarse de alguna noticia próxima, lo que se vive como una vergüenza o desconexión con la realidad. Esto genera ansiedad que pueden derivar en taquicardias, pensamientos obsesivos, dolor de cabeza crónico o sudores si no se tiene el móvil en la mano y no se consulta a cada instante.

También existe la nomofobia, neologismo que podría traducirse como “fobia a no tener el móvil” y que va asociada a la baja autoestima e inseguridad que potencia la querencia de estos dispositivos como un embellecedor social. O la conocida como vibransiedad o “vibración fantasma” que nos hace imaginar como reflejo que el móvil ha emitido una señal y que por tanto es imperativo volver a consultarlo para descartar que sea algo urgente o importante. Los últimos estudios indican que el 80 por ciento de las personas que utilizan más de cuatro horas el móvil tienen estas falsas impresiones.

Otros de los problemas derivados del uso excesivo del móvil está el insomnio tecnológico, asociado a la necesidad de consultar el móvil una última vez antes de irse a dormir y que puede conseguir que esta “última” vez se alargue durante horas. Además, la luz azul que proyectan estos aparatos inhibe la secreción de melatonina, hormona que favorece la conciliación del sueño.

Por último, existe el llamado complejo phubbing, que es la incapacidad de estar alerta de lo que pasa a nuestro alrededor por culpa de la atención exclusiva que le damos al aparato. Ahora que se inicia el lento proceso de desescalada, veremos hasta qué punto las personas “enganchadas” al móvil pueden levantar la vista del aparato y volver a ver la luz del día. ¿Cömo podemos librarnos de estas patologías? No será fácil, desde luego.