Cataluña
¿El confinamiento provoca mayor obesidad infantil?
Un estudio determina que el porcentaje de sobrepeso podría subir hasta 4,6 puntos durante estos meses sin colegio
Cuando el pasado mes de marzo se inició el confinamiento global, en algunos supermercados se empezó a ver cómo las estanterías de galletas, patatas y aperitivos iban adelganzando, mientras que las de la fruta y verdura permanecían intactas. La tensión y el estrés hacían que nuestra capacidad de tomar decisiones se centrase en ideas de corto recorrido y satisfacción rápida, por eso esa primera preocupación por el papel de váter. Así que las personas relacionamos “encierro” con “snacks”, con algo de disfrute fácil y rápido, pues la creencia primera fue que el confinamiento duraría quince días.
La posibilidad de que en esta cuarentena estemos comiendo peor ha llevado a pediatras y nutricionistas a preguntarse si este confinamiento prolongado no está poniendo en riesgo a los niños de caer en la obesidad infantil. Los memes y las bromas sobre lo “gordos” que estaríamos cuando el confinamiento acabase puede que tengan su lado oscuro. Además, al no salir, al no participar en actividades deportivas, al no correr con sus compañeros hace que los niños no quemen la energía como lo hacían antes del encierro.
En España, los últimos estudios indicaban que el 35 por ciento de los menores entre ocho y 16 años tenían exceso de peso y un 20,7 por ciento de este porcentaje sufría sobrepeso y un 14 por ciento obsesidad. Con el encierro prolongado y la ausencia de clases este porcentaje sufre el riesgo de crecer exponencialmente, sobre todo en las clases más desfavorecidas, que sufren un mayor índice de obesidad infantil por causas socioeconómicas.
Lo cierto es que, según las estadísticas, en periodos prolongados de ausencia de clases, como las vacaciones, que duran entre dos y tres meses, los niños suelen ganar peso que no volverán a perder durante el regreso a la escuela. Este parón les hará estar el doble de tiempo fuera de la dinámica de la escuela, sin saber a ciencia cierta cómo volverán, por lo que si doblan este exceso de peso y no lo pueden volver a perder, el riesgo de crear una nueva generación de niños con sobrepeso existe.
El tiempo de exposición a pantallas, la tentación de “picar” entre horas, y unos padres que, con el teletrabajo, no pueden prestarles el 100 por 100 de su atención, hace que su alimentación corra el riesgo de desequilibrarse y buscar calmarles con alimentos ricos en grasas, fáciles de comer, para reducir rápido el estrés asociado a la inactividad. “Esta pandemia tendrá muchas secuelas en la salud y el desarrollo de los niños, y una de ellas es un mayor riesgo de obesidad”, aseguraba Andrew Randle, director del proyecto de estudio de obesidad infantil en la Universidad de Columbia.
Según los últimos estudios, seis meses de colegios cerrados pordía subir hasta 4,86 puntos el porcentaje de niños en sufrir sobrepeso. Esto haría que España pasase del 35 por ciento en sufrir exceso de peso a llegar al 40 por ciento y esto sería “un caso en que un problema sanitario exacerba otro problema sanitario”. Este riesgo se multiplicaría en los colectivos más vulnerables, siendo la obesidad infantil un tipo de pandemia silenciosa que se va extendiendo poco a poco, con todos los problemas asociados que conlleva.
Estos datos crecen en grandes ciudades donde los niños están menos expuestos a correr y aprovechar el aire libre en estos tiempos de limitaciones de movilidad y distanciamiento social. Muchos estudios relacionan el tiempo que pasan estos niños frente al televisor con un fácil herramienta de predicción de obesidad debido no sólo a la inactividad que provoca, sino por los estímulos que promueve y la gran cantidad de anuncios relacionados con comida a los que están expuestos.
La polémica generada la semana pasada por el gobierno de la Comunidad de Madrid que daba pizza en sus menús infantiles a familias vulnerables, no parece así gratuito. Según los pediatras y nutricionistas, la trayectoria de aumento de peso crea una dinámica corporal en los niños de la que es muy difícil contrarrestar y marcará la vida adulta. Como consecuencia, habrá más riesgos de subir su índice de grasa corporal y caer en hipertensión, diabetis, ataques del corazón e incluso cáncer.
.Los datos urgen a los responsables de estos niños, o sea a los padres, a cuidar en lo máxima posible su alimentación, alentándoles a saber lo que es bueno y malo para ellos y promoviendo el consumo de frutas y verduras. Porque todas las grasas saturadas y bebidas azucaradas deberían ser una excepción, no una norma.
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