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La Biblia: “Llama al médico, que a él también lo necesitas”

El respeto por los profesionales sanitarios ya se dictó en el Antiguo Testamento cuando se aseguró que “un hombre peca contra su Creador cuando se niega a que el médico lo trate”

Una imagen de Jesus Ben Sira
Una imagen de Jesus Ben SiraLa RazónArchivo

El Eclesiástico o Libro de la Sabiduría de Jesús Ben Sira, nombre que se proclama autor del texto, forma parte del Antiguo Testamento. Escrito alrededor del año 190 antes de Cristo, es un texto deuterocanónico sapiencial que refleja toda una serie de reflexiones y sabidurías basadas en el conocimiento del mundo y de la oración de Jesús Ben Sira. Entre sus muchos versículos destaca los dedicados a la medicina y los médicos bajo el enclave Eclesiástico 34:1-15, cuyo título es significativo: “Enfermedad y muerte”. Su defensa al trabajo de los médicos, como sucede ahora, es revelador:

“Respeta al médico por sus servicios, pues también a él lo instituyó Dios. El médico recibe de Dios su ciencia,y del rey recibe su sustento. Gracias a sus conocimientos, el médico goza de prestigio y puede presentarse ante los nobles. Dios hace que la tierra produzca sustancias medicinales, y el hombre inteligente no debe despreciarlas”

Como vemos, no hay división entre lo que los creyentes afirman obra de Dios y los racionalistas creen obra de la ciencia. Para La Biblia, al menos, todo descubrimiento del hombre es valioso en sí puesto que ha sido Dios quien lo ha posibilitado dando inteligencia a los hombres. Por eso afirma sin dudar que es de necios despreciar esta inteligencia, mensaje para todos los negacionistas del cambio climático, por ejemplo, o toda doctrina cristiana que no valore el trabajo de los científicos. El texto continúa:

“Dios endulzó el agua con un tronco para mostrar a todos su poder. Él dio la inteligencia a los hombres para que lo alaben por sus obras poderosas. Con esas sustancias, el médico calma los dolores y el boticario prepara sus remedios. Así no desaparecen los seres creados por Dios, ni falta a los hombres la salud”.

Es decir, la medicina es esencial para la religión cristiana no sólo porque provenga de Dios, sino que sirve para proteger y salvaguardar su creación. Jesús Ben Sira era un sabio y alegorista judío célebre por su erudición que desde Jerusalén y luego Alejandría viajó por todo el mundo conocido poniendo muchas veces su vida en peligro. A partir de sus experiencias creó, amparado por su amplio conocimiento de la Ley, creó estos textos reveladores. Así sigue su oda a los médicos:

“Hijo mío, cuando estés enfermo no seas impaciente; pídele a Dios, y él te dará la salud. Huye del mal y de la injusticia, y purifica tu corazón de todo pecado. Ofrece a Dios sacrificios agradables y ofrendas generosas de acuerdo con tus recursos.Pero llama también al médico; no lo rechaces, pues también a él lo necesitas. Hay momentos en que el éxito depende de él, y él también se encomienda a Dios, para poder acertar en el diagnóstico y aplicar los remedios eficaces. Así que un hombre peca contra su Creador, cuando se niega a que el médico lo trate”.

Es decir, la oración es importante, pero eso no significa que se tenga que renegar de la medicina, sino todo lo contrario, es ella la que apoya la fuerza de la oración. Podemos concluir que para Jesús Ben Sira, cualquier oración tiene su expresión en la tierra en los esfuerzos de los médicos en salvar la vida.

En La Biblia hay referencia a numerosas enfermedades, las más evidentes la lepra, que aparece desde Moisés a Jesucristo, y la gonorrea, a la que se refiere como “flujo de semen”. En los evangelios también se habla de ceguera, parálisis, epilepsia, sequedad de la piel, mudez, etc. El método de confinar a los enfermos siete días y ver cómo evoluciona también aparece en Moisés, así que llevamos más de 2.000 años tratando a los enfermos igual. Eso sí, a veces se culpa al enfermo de sus males, algo que en realidad también ocurre muchas veces en la actualidad.